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El Parador dice hasta luego

  • Las instalaciones hoteleras cierran temporalmente por primera vez en sus 46 años de historia Volverá a abrir sus puertas en el mes de marzo

Caras largas, cabezas gachas, mejillas sonrojadas, tristeza, indignación y mucho, mucho silencio. Así era el ambiente que en la mañana de ayer se respiraba en los largos pasillos y amplias estancias del ya frío y prácticamente vacío Parador Nacional de Ayamonte. Un silencio roto sólo por el leve sonido de un hilo musical al que quedaban ya pocos minutos antes de ser apagado definitivamente durante los dos próximos meses, y por el sonido de fondo que de vez en cuando irrumpía en toda la instalación, procedente de la cocina y del bar, y provocado por los pocos trabajadores que en su interior limpiaban la vajilla y la cubertería para guardarlas celosamente, a pesar de la situación que están viviendo, en espera de ser usados por nuevos comensales a partir del próximo 14 de marzo.

Y es que después de 46 años de historia, desde que el ya desaparecido Manuel Fraga -entonces ministro de Información y Turismo del Régimen- inaugurase la instalación, sus puertas nunca se habían cerrado como ha sucedido este lunes, como consecuencia de una crisis económica que parece querer arrasar con todo lo que se pone en su camino.

Oficialmente fue el domingo el último día de apertura del Parador, aunque en la práctica el cierre se materializó ayer por eso de que los clientes tienen para abandonar cualquier instalación hotelera hasta las doce del mediodía de la siguiente jornada. Clientes que tristemente han ocupado esa última noche tan sólo una única habitación, y que pese a tener derecho a desayunar, lo cual se había previsto por parte del servicio de cocina, prefirieron irse a primera hora sin pasar por el restaurante.

De esta formar, José Antonio Vélez, encargado de la cocina y después de llevar trabajando en esta instalación más de la mitad de su vida (36 años de los 57 que tiene actualmente), se afanaba en recoger, intacto, el último servicio de desayuno de la temporada.

Casi en la misma situación se encuentra Antonia Palma Martín, que a sus 52 años y después de haber puesto "miles y miles de cafés, porque es imposible calcularlo" durante los 35 años que lleva trabajando como encargada de la cafetería, se lamentaba por la situación mientras servía su último café, precisamente para este que les escribe, antes de empezar a limpiar la máquina para dejarla definitivamente tapada con un paño.

Con la barra y el leve y aromático humo de dicho café de por medio, Toñi Palma, como la conocen sus compañeros, casada y con dos hijos estudiando, pero "afortunadamente" con su marido trabajando, asegura que no sabe qué va a hacer mañana cuando se levante. Y es que según sus propias palabras "llevo viniendo aquí diariamente a trabajar desde los 17 años". "Seguramente -añade- cogeré el carrito de la compra y me iré al mercado de abastos de Ayamonte, lo cual no hago desde hace mucho tiempo, pero aún no estoy segura, ya lo decidiré".

Por su parte José Antonio Vélez, casado y también con dos hijos: una estudiante y el otro parado, y que de vez en cuando salía de la cocina y se sentaba en la solitaria barra del bar a contar sus vivencias, manifiesta que lo que peor llevan es la "enorme incertidumbre de irnos de vacaciones y no saber si regresaremos". Una sensación que indigna sobremanera a Toñi, que indica que será como "una lotería" que va a tocar a 6 trabajadores de la actual plantilla de 30 (según ya ha anunciado la empresa) "aunque nos vamos sin saber a quienes le tocará".

Ambos recuerdan que en todos estos años han vivido momentos muy buenos, "sobre todo cuando los trabajadores del Parador éramos como una gran familia", y también muy malos, "como los varios intentos de cierre y privatización". Pero "siempre hemos salido airosos y de hecho esta es la primera vez que el Parador echa el cierre".

Vélez, que empezó haciendo de marmitón (ayudante de cocina) "limpiando loza y pescado", entró para cubrir una baja de tres meses y se quedó. Ahora, pese a que recuerda con nostalgia cómo ha atendido a artistas, actores y toreros de la talla de Rocío Dúrcal, Gerard Depardieu, José Luis Perales, Isabel Pantoja, Manolo Escobar, El Cordobés, El Litri y, más recientemente, al ayamontino Pitingo (que por cierto es su sobrino), el recuerdo que más le satisface es el de un matrimonio de Asturias que se aloja todos los veranos durante una semana en el Parador desde hace ya 17 años "y que no me pedían la carta, dejando que le sirviésemos lo que quisiésemos".

Ahora, a punto de desmoronarse sobre la barra, confiesa que se encuentra fatal, sin motivación y casi en estado de depresión "sobre todo por la incertidumbre en que nos dejan". No obstante, y pase lo que pase, no se arrepiente "para nada" de haber dejado aquí tantos años de su vida.

Toñi asegura irse "con el corazón en un puño" porque "después de los meses que llevamos luchado para que el Parador no se cierre definitivamente, y después de haberlo conseguido, lo peor sería ahora irte de vacaciones para no volver jamás porque tu nombre figure en la triste lista de los seis despedidos".

Finalmente, en la recepción del Parador atiende Francisco Hernández, que a sus 57 años es desde hace 22 jefe de administración. Lleva ya 40 años en la empresa ya que procede del Parador de Alcañiz (Teruel) desde el que llegó a Ayamonte en 1992. En todo este tiempo, se ha convertido en un ayamontino más pese a ser originario de Ciudad Real.

La de Hernández es una situación distinta a la del resto, y así lo reconoce en un tono agridulce. Y es que es uno de los cuatro trabajadores que seguirá trabajando en el Parador durante los meses que éste permanezca cerrado, para encargarse de las labores de mantenimiento y vigilancia, así como para seguir realizando labores administrativas y comerciales "porque hay que seguir gestionando reservas y trabajos de cara a la apertura de la instalación el próximo 14 de marzo". Ya ha cerrado una comunión para primavera.

Es por ello por lo que su sensación agridulce es si cabe "más extraña" que la del resto de sus compañeros. Es que "por una parte sabes que has tenido la suerte de quedarte, pero por otra ves cómo lo están pasando tus compañeros, y es muy triste. Además, tampoco sabes si finalmente vas a estar entre los seis despedidos".

Mientras tanto, Toñi ya ha recogido, limpiado y guardado la taza en la que ha servido el que no sabe si será el último café de su vida, en un bar tras cuya barra ha pasado los últimos 35 años.

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