Noches de baile y embrujo en Alosno
cruces de mayo Intensas celebraciones en la provincia onubense
Intensa noche en el segundo fin de semana de 'colás' alosneras en la docena de cruces instaladas en la localidad andevaleña · La tradición se conserva de generación en generación desde hace décadas



La localidad andevaleña de Alosno ha vivido estos días su segundo e intenso fin de semana de Cruces de Mayo, concretamente lo que llaman Cruz Chica, que al contrario de la Cruz Grande, celebrada el pasado fin de semana, es normalmente más concurrido.
Cientos de personas respetaron la tradición y cumplieron los dos requisitos para pasar dos noches de magia en algunas de las doce colás que se reparten por las calles de la localidad y que albergan a otras tantas Cruces de Mayo. Ambos requisitos son dejarse llevar por el embrujo del baile de las conocidas seguidillas alosneras y dejar tras ello la conocida perrilla pa la luz, destinada a sufragar parte de los gastos que ocasiona la profusa decoración de la colá.
La fiesta en la cuna del fandango, según reza un cartel que a la entrada del pueblo, se inicia con la apertura de las colás pasada la media noche. Poco antes, la plaza de la Constitución se convierte en el punto de encuentro de los grupos de hombres (mozos) que, guitarra en mano, afinan sus voces con las bebidas que se sirven de los artesanos canastos de caña que portan, dispuestos a prolongar la fiesta, de colá en colá, visitando y sacando a bailar a las mujeres hasta el alba.
Las Cruces de Alosno son una de las tradiciones populares mejor conservadas de toda la provincia de Huelva, lo que le ha valido para estar incluida en el Atlas del Patrimonio Inmaterial de Andalucía e inscrita en el Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz por su valor patrimonial y cultural. No en vano se trata de una fiesta que ha llegado a nuestros días por transmisión oral, y con su peculiar embrujo se embriagan los dos primeros fines de semana de mayo los vecinos de Alosno y los numerosos visitantes que se dan cita en torno a la misma para hacer realidad el dicho local ante la Cruz no hay forastero.
Poco después, el murmullo de los hombres reunidos en la plaza y sus calles adyacentes comienza a acallarse para dar paso a los primeros compases de guitarra. Acompañándolas, se dejan oír también las primeras voces, rotas y desgarradas pero dulces y melódicas, de los valientes que se arrancan para entonar los primeros fandangos alosneros. Pequeñas piezas musicales, también transmitidas de padres a hijos, que cuentan viejas historias del pueblo, que hablan de amores y desamores, y en las que sobre todo se exalta la amistad.
Es también el momento en que se abren las colás, desde donde comienzan a oírse las voces de las mujeres entonando las primeras seguidillas alosneras al compás de las palmas, los palillos y las panderetas que ellas mismas hacen sonar armoniosamente. Indudablemente es la señal inequívoca, el reclamo para que los hombres, acompañados de sus guitarras, comiencen a visitar las doce colás que se reparten por todos los rincones de Alosno.
En la profusa ornamentación de las colás llevan ya más de un mes trabajando las mujeres de Alosno, auténticas protagonistas de esta fiesta, que forman asociaciones o grupos de amigas para colgar su cruz: Cruz de la calle Humilladero, Cruz de la calle Santos, Cruz de El Santo, Cruz de la Barriada, Cruz de la calle Ayamonte, Cruz de la calle Feria, Cruz de las Azucenas, Cruz de la calle Rico, Cruz de la calle Vallegrande, Cruz de la Vegacha, Cruz de la calle La Fuente y Cruz de la calle Real, a la que este año está dedicado el cartel anunciador de la fiesta.
Una de sus responsables -normalmente las mujeres de mayor edad-, en este caso Ignacia Carrasco, asegura que la Cruz de mayo de la calle Real se viene colgando desde hace siglos debido a la transmisión de la tradición de abuelas a nietas.
Recuerda con nostalgia cuando de niña asistía al montaje y decoración acompañada de su abuela, siendo ahora su nieta la que aprende de ella. Carrasco también reconoce que se trata de la mejor fiesta del pueblo "porque las mujeres somos las protagonistas", y porque es inenarrable lo que sienten las alosneras en los momentos en que la colá está en todo su apogeo: los hombres tocando sus guitarras al fondo, las parejas bailando en el llano, y las mujeres cantando y haciendo sonar las panderetas. "Usted dirá", contesta al ser preguntada.
En cada colá, profusa y ricamente ornamentada, la cruz preside un espacio en el que las mujeres alosneras son las verdaderas protagonistas. Éstas esperan sentadas la llegada de las reuniones de mozos, que les invitan a bailar la seguidilla alosnera (una variación de la sevillana pero de sólo tres secuencias), tras lo cual ella pedirá a él una limosna. La perrilla pa la lu', que ésta posteriormente entregará a la mujer de más edad y que antiguamente servía para pagar los gastos del combustible usado para la iluminación de la colá. Finalmente la mujer se sienta de nuevo hasta que otro hombre la saque a bailar.
Cuando una reunión de mozos llega a una colá, se queda en el espacio de entrada y aquel que desea bailar se acerca por el pasillo a la mujer elegida, invitándola. Ésta nunca podrá negarse a bailar. Todos cantan seguidillas para que las parejas bailen. Los hombres de la reunión acompañan con sus guitarras y las mujeres con panderetas, palillos y palmas.
Las cruces de Alosno son domésticas, situadas en casas, portales, garajes, trasteros o locales, transformados en colás por aquello de que históricamente eran instaladas en los llamados coladeros de las viviendas, o lugares por los que se accedía al corral de la casa sin tener que pasar por ella.
Entre los objetos más usados para su decoración destacan cuadros, espejos, colchas, flores artificiales, y las propias cruces, que suelen medir aproximadamente un metro y que tienen formas y características distintas en cada caso. Las hay cubiertas con tisú de plata, de ramos y hojas plateadas, de madera labrada, policromadas o ramificadas a base de ramas y flores.
Las colás parecen recrear antiguos salones de baile que desde el Lunes de Pascua las mujeres alosneras se encargan de montar y ornamentar en una especie de competición por superarse estéticamente unas a otras. Un hecho que niega tajantemente una de las responsables de la cruz de Las Azucenas, que cada año abre sus puertas "desde hace ya más de dos siglos, según tenemos constancia" frente al busto de Paco Toronjo que adorna una pequeña plaza alosnera. Y es que María Carrasco, de 64 años, asegura que "entre las cruces no hay rivalidad ya que cada una tiene su encanto y una personalidad propia que le es transferida por las mujeres que la cuelgan. Además, según prosigue, "la decoración de la colá es básicamente la misma todos los años, y lo único que cambiamos son pequeños detalles".
Lo primero que llama la atención es el techo, todo cubierto por un paño de croché o bordado que se realiza en Alosno de manera artesanal y al que denominan cielo de cortadillo, del que sobresalen las bombillas que, sencillamente, cuelgan del cable que las alimenta.
Las paredes están también cubiertas de cortinas blancas de encaje, frecuentemente sobre fondo rosa y se adornan con doseles que caen del techo y resaltan cruz; cornucopias y otros tipos de espejos; grabados con vistosos marcos y cuadros con motivos florales, mujeres o ángeles; guirnaldas y ramilletes de flores artificiales; y lazos.
En el interior de las colás, las mujeres, ataviadas con sus mejores trajes de flamenca, gala o mantilla, se disponen sentadas en bancos de madera y sillas o escaños, dispuestos en forma de U. La cruz queda al fondo, dejando la apertura hacia el exterior. Las mujeres, según su edad y estado civil, se distribuyen en lugares predeterminados: casadas y mujeres mayores bajo la cruz, niñas y adolescentes a la izquierda, y mozas casaderas a la derecha. La U se cierra con bancos y sillas para los visitantes, dejando un pequeño pasillo para acceder a la zona central o llano, destinada al baile.
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