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¿Nuestras? Marismas

  • Más allá del nombre lo que necesita el Paraje Natural Marismas de Isla Cristina es que funcione el órgano de conservación

Paraje Natural de las Marismas de Isla Cristina.

Paraje Natural de las Marismas de Isla Cristina.

Lo primero que hacemos los humanos es nombrar las cosas. Algo no existe hasta que no tiene nombre. Es el nombre lo que identifica, lo que da carácter, lo que permite a las cosas incorporarse a nuestra vida.

Hace pocos años, hicimos la transición desde el mundo analógico al digital. Eran los días en los que San Google apenas gateaba y todos aprendíamos a utilizarlo. Hoy se ha convertido en una universal tabla salvavidas y fuente de saber. En aquellos primeros días de la vida conectada, había abierto el debate acerca del nuevo nombre a poner a un espacio protegido situado al suroeste de la provincia de Huelva. Resultó un debate interesante. Tuve la oportunidad de dar mi opinión. Y de defenderla, de forma quizás demasiado vehemente, por lo que pido disculpas a quien pudiese ofender. Al final del proceso, se decidió el nombre. Aplaudí la decisión. Aquel nuevo espacio protegido de Andalucía pasó a llamarse Paraje Natural Marismas de Isla Cristina.

Conste que mi propuesta fue Marismas de Isla Cristina, Ayamonte y Laguna Del Prado Hondo. Es el que me parece más completo y honesto. Quizás resultó demasiado largo o complejo, puede que tuviese menos gancho comercial. No sé. El caso es que la decisión quedó tomada. La acepté. La aceptamos todos. Y el nombre, se incorporó a la vida de la humanidad, porque esa es la verdadera magia del mundo conectado globalmente en tiempo real.

El tiempo ha demostrado que ha resultado muy beneficioso. Hoy, Isla Cristina está en el mapa digital del mundo globalizado de la conservación. Son miles las referencias en internet a las marismas. Es éxito del cruce entre sus valores naturales y la sociedad de la información. 188.000 registros aparecen hoy en Google. Es un reclamo para expertos que, desde muchos miles de kilómetros planifican sus viajes e identifican este espacio como uno de sus destinos preferentes. Hoy ya no hace falta desplegar los mapas en el salpicadero del coche, ni parar en cada esquina a preguntar donde hay que torcer. Hoy, algo no existe hasta que no tiene ubicación en el Google Maps. Reconozco que a mí me ha salvado la vida en países cuya tipografía idiomática me resultaba un jeroglífico.

El éxito del nombre es el éxito del destino, y por ello, del territorio. Es la grandeza de la conexión entre inquietud y saber. Mucha gente en el mundo encuentra información relevante, valiosa, asociada al lugar. Y lo trae hasta él, y eso hace que vuelva a citarse, creciendo el volumen, la intensidad del tráfico y de datos, enriqueciendo este gran saber colectivo. Las miles de citas naturales, fundamentalmente de aves, los centenares de lecturas de anillas que evidencian que por esta zona mareal pasan aves de más de una treintena de países, ponen el foco en él. Aún el potencial se está desplegando, porque el círculo virtuoso no hace sino crecer cada día. Justo hace unos días, gracias a unos envíos de lecturas de anillas que hice, han contactado conmigo expertos de Suecia, Noruega, Holanda, Alemania, Inglaterra, Francia e Islandia.

Paraje Natural Marismas de Isla Cristina. Paraje Natural Marismas de Isla Cristina.

Paraje Natural Marismas de Isla Cristina.

Y en todo esto, tras más de veinte años, ahora algunos plantean renombrar el espacio natural protegido. Todo cambio será bienvenido siempre que sea para bien decía mi abuelo. Pero más allá de reivindicaciones concretas que puedan ser lícitas, es muy importante valorar si ese planteamiento es necesario, si aporta algo, si no puede hacer que volvamos a la casilla de salida ahora que tanto avanzado hay. Renombrar el paraje natural sería una acción torpe, estéril, inútil. Abriría un conflicto cainita del que todos saldríamos perdiendo.

Llevo asistiendo en los últimos meses al conflicto abierto en la comarca del Parque Natural de la Sierra Norte de Sevilla. Algunos han propuesto la revisión del nombre de la zona y mediante propuestas en plenos han pasado a llamarse Sierra Morena Sevilla. Un cambio de nomenclatura que ha generado un malestar que persiste, con divisiones que pueden quedar enquistadas durante años, con dicotomías de marca en la que muchas entidades ven desdoblada su identidad y genera un desamparo injustificable en muchos sentidos, pérdidas económicas, desconcierto a los usuarios de internet. Ruido innecesario. Algo parecido estamos viendo en la unión de Don Benito y Villanueva de la Serena. Todos saben que es mejor estar unidos, pero el nuevo nombre está haciendo retroceder peligrosamente el proceso de fusión municipal.

Necesitamos tener la suficiente distancia para lograr criterio y poder tomar decisiones más ecuánimes. Debemos también desprendernos de una visión antropocéntrica que todo lo atrofia. El territorio no nos pertenece, al contrario, somos nosotros los que le pertenecemos y tenemos la obligación de, primero conservarlo, y a partir de ahí aumentar su valor: económico, social, cultural, patrimonial, natural. Y por eso es nuestra obligación encontrar el mejor camino para que así sea. Para que nos perdure, para que sea el mejor legado que podamos entregarle a las generaciones futuras. En este caso, es mejor una marisma llena de vida que una marisma repleta de carteles con nombres tachados.

Lo que necesita el paraje natural está muy lejos de una guerra por el nombre. Lo verdaderamente necesario es que las administraciones públicas cooperen, que funcione el órgano gestor de conservación, que se frene la colmatación, los vertidos, las actividades fraudulentas, que se pongan en marcha nuevas concesiones, que funcionen las depuradoras, que se evite la especulación urbanística, que se pongan en marcha programas de recuperación, que se controle los gatos y perros asilvestrados, que se dinamice la sociedad civil para que exista una identificación entre la población y su espacio natural, que se recuperen salinas y esteros tradicionales, que se potencie el ecoturismo de actividades especializadas.

Elegir nombre es una decisión muy importante. Muchos padres tienen el primer encontronazo por ello a reglón seguido de la noticia del embarazo, pero no puede convertirse en una rémora permanente. Porque el nombre queda decidido, y cuando el niño o la niña crece, a lo que de verdad hay que ponerse es a que tenga el mejor futuro posible.

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