Gentes de aquí y de allá

Marcelino Acosta Cañas: Ganadero por vocación

  • Tiene estudios de Derecho y másteres en dirección de empresas, aunque su verdadera pasión es la ganadería

Marcelino Acosta Cañas, un ganadero vocacional.

Marcelino Acosta Cañas, un ganadero vocacional. / M. G.

Hacía mucho tiempo que tenía ganas de visitar la finca La Torre, en el término municipal de San Juan del Puerto, propiedad de la familia Acosta y regentada por mi amigo Marcelino. Mi interés venía, especialmente, por visitar la torre que allí se encuentra.

Siempre me pregunté qué hacía allí esa torre árabe y cuál era su sentido en ese lugar. Pues un día de San Juan, hace ya muchos años, mi buen amigo Marce me invitó a la suelta de las vaquillas que generosamente él manda a su pueblo desde su finca para que recorran las calles y disfruten todos sus habitantes y visitantes. Y por fin fui a visitar la torre ese día y la recorrí por fuera y por dentro. Se trata de una torre fortaleza del siglo XIV de forma rectangular cuyo lado mayor tiene algo más de 30 metros. Solo quedan sus ruinas y su misión era la vigilancia de esas tierras, lo que explica que esté construida en un promontorio que hay en una extensa llanura desde la que hay una amplia vista.

El duque de Medina Sidonia la utilizaba como defensa frente a los habitantes de Gibraleón, cuyas tierras pertenecían al Señorío de la Cerda y que pasaban a las tierras del ducado atravesando indebidamente la rivera de la Nicoba, con lo que el duque dejaba de cobrar impuestos.

Ese día lo pasamos entero en San Juan del Puerto y, otro sanjuanero ilustre, el arquitecto Ignacio Cartes Aquino, nos invitó a comer a varios amigos. Al caer la tarde Marcelino nos paseó en in precioso coche de caballos por todas las calles del pueblo que estaban llenas de empalizadas, como si de los sanfermines se tratara.

Marcelino Acosta Cañas heredó la ganadería de su padre. Marcelino Acosta Cañas heredó la ganadería de su padre.

Marcelino Acosta Cañas heredó la ganadería de su padre.

Marcelino, su encantadora esposa Lourdes y yo éramos muy amigos de antes, pero a partir de ese día nuestra amistad cogió más fuerza y nos vimos mucho más, por lo que pude valorar mejor su trabajo diario como ganadero. Él es el hijo menor de Guillermo Acosta Otero, que había nacido en Rociana, y de la sevillana Consuelo Cañas Amores, pero ambos vivieron en Rociana y en San Juan del Puerto, que fue donde murieron en 2015 y 2011 respectivamente. Marcelino nació también en Rociana en 1968 y realizó todos sus estudios orientados por su padre en tener el máximo de conocimientos sobre la vida de campo y la explotación ganadera y agraria, ya que el chico desde bien pequeño demostró que le gustaba esa vida entre trigo, girasoles, garbanzos y, por supuesto, junto a vacas, toros y caballos.

No obstante, su padre, empeñado en los estudios de su hijo, hizo que estudiase Derecho y realizase varios Masters necesarios para obtener formación y poder dirigir la empresa familiar. Así fue como estudió Dirección de Empresas Agroalimentarias en la escuela de Negocios San Telmo de Sevilla, Master en Comunicación y muchos más, pero él siempre destaca que el mejor Master de su vida ha sido el de haber seguido a su padre en lo profesional y en lo humano, pues fue un ejemplo para él, su guía y su maestro. En definitiva, un espejo donde mirarse.

En 1994, una vez preparado y con experiencia, empieza su vida profesional en el la finca de manera continua e intensa. Realizaba labores no solo de agrícola, pues como tiene muchos alcornoques también le dedica tiempo a la saca del corcho y al aprovechamiento de la bellota para dar de comer a todos los animales que habitan sus tierras.

Dos años después ya es el responsable de la ganadería y en enero del año 2000 es gerente y apoderado de la empresa, momento en el que decide, junto a su novia, una encantadora veterinaria de Huelva llamada Lourdes Casillas Benítez, subir un día de primavera al Santuario de la Virgen de la Cinta y contraer matrimonio.

Marcelino Acosta Cañas, en su dehesa. Marcelino Acosta Cañas, en su dehesa.

Marcelino Acosta Cañas, en su dehesa.

En la actualidad Lourdes y Marce viven en la finca y solo van a Huelva cuando es necesario, además, claro está, para visitar a la familia, que va aumentando cada día. Pero es que en la finca tienen que estar mucho tiempo porque la ganadería y sus toros bravos requieren mucho trabajo. Por eso, apenas salen de ella para ir a El Rocío, una tradición que aman y que les viene de familia, porque los abuelos de Marcelino fueron fundadores, hace más de 100 años, de las hermandades de Rociana, el paterno, y de la de San Juan del Puerto, el materno. Y en verano son incondicionales de Punta Umbría, eso no se lo pierden por nada del mundo, aunque siempre vuelven por la noche a dormir a la finca.

Pero no queda en eso toda la actividad de Marcelino como ganadero, que se preocupa de que sus toros sean nobles, tengan bravura y embistan, sino que además le da otras alternativas a la finca. Así, organiza con frecuencia eventos de todo tipo como por ejemplo celebraciones de bodas, convenciones, reuniones de amigos con toreo de aficionados y de escuelas taurinas o pruebas de bravura. Marcelino Acosta Cañas heredó la ganadería de su padre Guillermo Acosta Otero y por honrarlo hace todo lo posible. Y aunque ahora los tiempos no sean propicios, hace lo que haga falta por salvarla y mantenerla lo más pura posible. En definitiva, que Marcelino es un hombre honrado y fiel y un auténtico ganadero vocacional. 

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