Gente de Aquí y Allá

Juan Luis Donoso Santana, marinero y hombre bueno y cariñoso

  • Dedicó su vida al mar, no conocía otra cosa que no fuera vivir de la pesca, aunque también fue concejal en el Ayuntamiento de Punta Umbría

  • Pasó momentos muy duros como el hundimiento del Blanca de Prieto, cuyos pescadores eran amigos y familiares suyos

Juan Luis Donoso Santana.

Juan Luis Donoso Santana. / M. G.

Desde muy jovencito, con solo 17 años, ya empezó a ir a la mar y ya no lo dejó en su vida. Pero mucho antes ya empezó a trabajar “en las redes”, lo que quiere decir que Juan Luis ha sido siempre lo que se dice “un hombre de la mar”. Además, no ha conocido otra cosa que vivir de la pesca.

Nació cuando comenzaba el año 1948 en la bonita ciudad fronteriza y marinera de Ayamonte, pero desde muy pequeño se vino a vivir a Punta Umbría, donde desarrolló toda su vida. Trabajó embarcado durante mucho tiempo en barcos de aquí de Punta, sobre todo en los de Juan “el Chache” y Sebastián Pomares, a quien conocí bien y de quien fui muy amigo. Sebastián era un gran hombre y una gran persona que, durante algunos años, cuando ya dejó de ir a la mar, fue concejal en el ayuntamiento haciendo una muy buena labor.

Juan Luis tardaba varios meses en volver, con lo cual, su esposa Rosario Rodríguez y sus hijos le echaban mucho de menos y saltaban de alegría al verlo llegar. Él disfrutaba tanto con esa estampa que siempre decía que eso era lo más grande del mundo y enseguida se quitaba la ropa de marinero y se aseaba para ponerse elegante y llevarse a sus hijos de paseo. Le encantaba ir a ver la procesión de la Virgen del Carmen, si era verano, o a la Romería de la Santa Cruz, si era primavera. Toda su familia iba ilusionada a esperarlo al muelle a verlo llegar cuando su barco volvía de la mar, lleno de gambas. Su hija Carmen, que era pequeña, recuerda unas gambas preciosas, blancas y muy grandes, las que cogía su padre.

En todos los años que ejerció de marinero nunca sufrió un accidente ni tuvo un naufragio, pero pasó momentos muy duros y tristes cuando se hundió la embarcación “Blanca de Prieto” en aguas de Barbate, ya que los cinco pescadores que iban a bordo eran de Punta Umbría, amigos y familiares suyos. Uno de ellos, Juan José Díaz Romero, era su yerno, el marido de su hija Mari Carmen; y también iban en el barco su consuegro Juan Díaz Alonso y sus otros hijos Nicolás y Francisco Javier, además de Manuel Villegas, que era muy amigo de la familia.

Esta desgracia que le tocó vivir al bueno de Juan Luis, junto con la pena de su hija, le dejó marcado para siempre y desde entonces ya solo se dedicaba a pasear y a sentarse en un banco mirando a la ría y a charlar con sus amigos de sus aventuras y anécdotas por esos mares. Y allí, tranquilamente, le sobrevino la muerte, lo que causó un hondo penar en su familia y en toda Punta Umbría, porque se marchaba un hombre bueno y no dio tiempo para despedirse de él.

Conozco a su hija Carmen, a la que veo todos los días, y me consta el cariño que sentía por su padre y cómo lo añora. Su pérdida le supera y, aunque yo sé que ninguna palabra de consuelo puede mitigar la pena que se siente, sobre todo habiéndole llegado la muerte cuando estaba tan bien y haberse quedado sin él así, de pronto, yo le digo que, aunque ella sabe perfectamente lo que es llorar de pena por todo lo que ha sufrido en esta vida, que alegre su cara y recuerde que su padre era una persona buena y que trabajó mucho por ellos y que siempre vino a salvo de sus días en la mar y le llegó la hora sin padecimientos ni dolores.

Y es que yo siempre digo que mientras una persona permanece en el recuerdo de sus allegados, es que vive todavía. Y eso es lo que le pasa a Juan Luis Donoso Santana, que permanece entre nosotros y así será por mucho tiempo.

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