GENTE DE AQUÍ Y DE ALLÁ

José López Chaves. En primera línea

  • Recaló en Punta Umbría por consejo médico para tomar baños de sol y aquí se quedó

  • Como administrativo en el Ayuntamiento llevó a cabo una gran labor social

José López Chaves

José López Chaves / M. G.

Desde el bonito pueblo extremeño de Montemolín, muy cerca de Zafra y que se divisa desde muy lejos porque tiene un gran castillo del siglo XIII donde nació Casiodoro de Reina, que fue quien tradujo la primera Biblia castellana completa, vino a Punta Umbría el bueno de Pepe.

Y lo hizo por recomendación médica para tomar baños de sol, ya que tuvo una lesión en una pierna que le acompañó toda su vida y que le hizo someterse a varias operaciones que le mejoraban, pero nunca quedó bien del todo.

Pepe López Chaves nació en ese pueblo de la provincia de Badajoz el 5 de abril de 1929 y a los 18 años, en 1947 sus padres, Francisco y Jesualda, decidieron trasladarse definitivamente a Punta Umbría porque el sol era lo mejor para su hijo. Así que aquí llegaron junto a su hermano Paco. La recomendación para que se vinieran a Punta Umbría fue de un médico de Badajoz que le habló maravillas de este lugar, de su clima, de su sol, de su brisa y de su gente.

Pepe estudió en el Conservatorio de Música de Sevilla la carrera completa de Piano. Y lo hizo muy brillantemente. Además, no tardó en entrar a trabajar en el Ayuntamiento de Punta Umbría, donde ocupó la plaza de administrativo del Registro. Es decir, la primera línea de fuego, pues era la primera persona que encontraba quien llegara al Consistorio.

Y qué mejor puesto para él, que era todo amabilidad, simpatía y buen humor. Enseguida se hizo con el cariño de todo el pueblo. Tanto es así que le llamaban cariñosamente Joselito. Igual que su hermano Paco, que pronto empezó a trabajar en la Caja Provincial de Ahorros de Huelva de la calle Ancha y que también se hizo merecedor del cariño de todos los puntaumbrieños.

Pepe López Chaves era un hombre de profundas convicciones religiosas y participaba en todos los cultos de la Iglesia de Lourdes y de la Parroquia del Carmen, donde actuaba como organista, ya que dominaba ese instrumento musical. Por eso lo llamaban para que amenizara muchas bodas y bautizos y otros muchos eventos. También formó un coro de campanilleros con los jóvenes puntaumbrieños, a los que enseñó a tocar diferentes instrumentos.

Asistieron a un concurso en Televisión Española y dejaron impactado al jurado. Tanto es así que ganaron el primer premio, pero en Punta Umbría no se pudo ver porque ese día hubo un corte de luz general que duró más de cuatro horas, cosa que en aquella época era muy frecuente. También daba clases particulares de piano y organizaba galas en el Cinemar San Fernando junto a otros músicos.

Y es que Pepe se buscaba la vida para ganar un suplemento y poder mantener holgadamente a sus hijas, las que había tenido con su esposa, Carmen Sevidanes Bustillo. Se casaron en 1955 y tuvieron cinco niñas, a las que les transmitieron los valores cristianos. Además, se preocuparon mucho para que tuviesen una buena formación académica. Ellas son Carmen, Rosario, Concha, Ana y Lola, con las que me une una buena amistad porque las conozco a todas desde pequeñitas.

Cuando Vicente José, que así era su nombre, trabajaba en el Ayuntamiento, solo eran, creo recordar, cinco funcionarios: Tomás Pastor, el más antiguo y que dormía en el propio Consistorio, que vino destinado cuando aún Punta Umbría dependía de Cartaya, porque aún no se había conseguido la independencia; Manolo Fernández, que llevaba las cuentas municipales; Antonio Hierro, el secretario eterno; Manolín Feria, que desgraciadamente falleció siendo aún muy joven; y el aparejador municipal José María González Azcona.

Luego llegaron Juan Carrero Carrero, Francisco López Rubio, José Luis Terrats Pozuelo y, finalmente, una hornada de gente joven entre los que se encontraba quien les escribe. Además de unos pocos policías que casi se podían contar con los dedos de las manos y de los que destaco a Manuel Gey, más conocido como Manolo el municipal; Antonio Rasco, el policía que siempre llevaba caramelos en los bolsillos para los niños; Domingo Ávila, todo un señor y todo amabilidad; y Antonio Sequedo, que conocía a todos los habitantes del pueblo, uno a uno. Era una época bonita en la que daba gusto trabajar, pues era como una pequeña familia en la que todo era amistad y compañerismo.

Pepe ayudó a mucha gente analfabeta a solucionarle asuntos necesarios. Les hacía escritos, les redactaba contratos, les gestionaba documentos a los pensionistas que no sabían ni leer ni escribir y les conseguía las pensiones. Entonces no había servicios sociales y él era quien hacía esta gran labor social.

Pero con 54 años cayó enfermo y ya no volvió al Ayuntamiento, falleció solo cinco años después. En su entierro lo acompañó una multitud de personas que le profesaban un gran cariño, todos con mucho desconsuelo por la pérdida de una persona buena y que lo dio todo por sus vecinos.

Hoy, más de treinta años después, se le recuerda con afecto y su figura sigue presente en Punta Umbría. A Joselito nunca se le hizo ningún reconocimiento ni ninguna distinción a pesar de haber sido un digno merecedor. Yo, con estas letras, quiero rendirle un modesto homenaje a quien fue un buen compañero, un buen amigo y un buen servidor de lo público, hombre honrado y cabal.

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