En memoria de José Cejudo, ex presidente de la Diputación onubense
Las necrológicas valverdeñas, onubenses y nacionales sobre la muerte de José Cejudo recuerdan la vida de un político de larga trayectoria. Yo quiero aportar una pequeña historia que viví personalmente. Conocí a Pepe Cejudo en 1996 con motivo de la presentación en Valverde del Camino de mi libro La guerra civil en Huelva. A pesar de que todavía en esos años los políticos eran sumamente cautos con estos temas Cejudo se prestó a acompañarme en el acto junto con Jesús Ramírez Copeiro del Villar. Ambos sabían que el libro había sido retenido durante tres años en el Servicio de Publicaciones de Diputación por dudar de la conveniencia de su publicación. Finalmente Domingo Prieto y Antonio Ramírez Almanza, presidente y diputado de Cultura respectivamente, dieron luz verde a la publicación dejando de lado por fin la opinión de dicho Servicio.
Años después se planteó la posibilidad de catalogar y digitalizar la Auditoría de Guerra de Huelva, cuyos expedientes y sumarios se encontraban en el entonces denominado Archivo del Tribunal Militar Territorial Segundo de Sevilla. Parecía imposible pero fue sin duda la confluencia de tres factores: la actitud favorable de Defensa, la presencia de José María García Márquez en el archivo y la presidencia de José Cejudo en Diputación de Huelva, que fue quien subvencionó el proyecto, la que hizo posible en 2006 la firma de un convenio modélico que bien pudo servir de guía para lo que había que hacer con estos magníficos fondos documentales tanto en Andalucía como en el resto del país. Hablamos de ciento ochenta mil digitalizaciones, grabadas en 2.310 CD's, que remiten a 2.488 procedimientos relativos a toda la provincia, por los que pasan varios miles de personas.
Luego se planteó qué hacer con todo esto. Pese a los criterios restrictivos de algunas de las personas relacionadas con el Archivo de Diputación sobre la recepción y el acceso a dichos fondos por lo delicado de su contenido (pensaban en los nombres de quienes integraron la maquinaria represiva y en quienes participaron en dicho proceso) José Cejudo, consciente de su importancia, apostó claramente desde el principio por el proyecto y por la función social que podía cumplir. Costó trabajo pero, finalmente, ya con Petronila Guerrero en la presidencia de Diputación se consiguió disipar las dudas y eliminar los temores y que la documentación fuese accesible por Internet con el solo trámite de la identificación electrónica, única rémora que quedó de los partidarios de la restricción.
Nada de esto hubiera ocurrido de no ser por la actitud de Pepe Cejudo desde que le comentamos el asunto. Para mí representó un ejemplo claro de lo que supone la voluntad política frente a la actitud habitualmente conservadora y poco amiga de cambios y novedades que suele caracterizar a la mayoría de los funcionarios y a buena parte de la clase política.
De esta experiencia nos quedó a los protagonistas, Cejudo, García Márquez y quien esto escribe, la conciencia de haber conseguido algo especial, lo que resultaba visible cada vez que lo comentábamos o nos veíamos, aunque fuera fugazmente, como ocurrió la última vez que me crucé con Cejudo, uno subiendo y otro bajando, en las escaleras mecánicas de Atocha no hace mucho tiempo. Sólo hubo lugar a darnos la mano y a lanzarnos una mirada cómplice cuyo significado ambos conocíamos.
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