La fresa de Huelva amortigua la pésima situación de pequeños productores de café y plátano hondureños
Temporeros llegados este año a trabajar a la campaña de frutos rojos onubense logran saldar las deudas contraídas en su país a causa de las fuertes pérdidas ocasionadas en sus pequeñas producciones por enfermedades y huracanes
Lepe/Más de 8.000 kilómetros los han separado durante los últimos meses de sus pueblos, casas y seres queridos. Y a pesar de ello, de la lejanía de sus familias durante tan prolongado espacio de tiempo, de la diferencia de climas y culturas entre Honduras y España, y de la incertidumbre inicial por tan largo viaje, no solo se muestran convencidos de que la aventura ha merecido la pena, sino que aseguran que si pueden, repetirán el año que viene.
Así de rotundos se han mostrado en declaraciones a Huelva Información algunos de los aproximadamente 250 trabajadores temporeros hondureños que este año, en el marco de una experiencia piloto coordinada por la Subdelegación del Gobierno en Huelva y las distintas organizaciones agrarias de la provincia onubense encargadas de gestionar el contingente GECCO -Gestión Colectiva de Contratación en Origen-, a los que se han sumado como novedad esta campaña un número similar de personas llegadas de Ecuador, y las más de 12.000 mujeres que anualmente se trasladan desde Marruecos.
La aventura ha merecido la pena, coinciden casi todos en destacar, por la precaria situación en que habían quedado sus economías familiares tras varios años de duros contratiempos. y es que, lejos de lo que en un principio pueda parecer, muchos de ellos son pequeños agricultores cuyos ingresos dependen en buena medida de cultivos como el café, el plátano, el banano o el frijol, llegando en este sentido hace ya entre seis o siete años el primero de los contratiempos por una caída en picado del precio de muchos de estos productos, especialmente del café.
Posteriormente llegaría la roya del café, considerada una de las enfermedades de plantas más catastróficas de toda la historia, incluida entre las siete que mayores pérdidas han ocasionado a la agricultura mundial en los últimos 100 años, y el principal problema fitosanitario por su alto impacto para la caficultura.
Y como las desgracias no vienen solas, a ello se sumó la pandemia y, casi al mismo tiempo, el paso por Centroamérica de los devastadores huracanes Eta e Iota, ambos de categoría 4 y con apenas unos días de separación ya que asolaron la zona entre el 1 y el 16 de noviembre de 2020. Los daños fueron cuantiosos, con más de 9,9 millones de afectados, decenas de comunidades incomunicadas e inaccesibles y unos 200 muertos -más de un centenar solo en Honduras-.
Otra enfermedad, esta vez en los bananos -la también temida sigatoka negra-, y más recientemente la acusada subida de la inflación por la guerra en Ucrania, han dejado tras de sí un panorama dantesco en dicho país, que afecta a prácticamente todos los que han venido a España a trabajar en la campaña de los frutos rojos en el marco de esta experiencia piloto.
De los casi 500 hondureños y ecuatorianos llegados de esta forma el pasado mes de diciembre a la provincia onubense, 17 nacionales del primer país han trabajado en la empresa lepera Agromartín, donde básicamente se han dedicado a la recolección de frutos rojos, aunque según la altura de la campaña y las necesidades de la empresa también han realizado, entre otras, trabajos de manipulación de fruta en almacén o poda de árboles frutales.
José Adalberto Sarmiento tiene 44 años, está casado, tiene tres hijos y vive en una aldea llamada La Cañada de Atima, perteneciente al Departamento de Santa Bárbara. Se trata de una zona cafetalera muy pobre que en los últimos años ha perdido bastante población porque muchos de sus habitantes han emigrado de forma ilegal a EEUU.
Este pequeño productor de café se considera "muy afortunado" porque ha podido venir de forma legal a España gracias a este programa. El café que venía produciendo en sus dos hectáreas de terreno –complementado con frijoles, maíz o bananos- le permitía hasta hace unos años mantener a su familia. Pero "todo cambió con la llegada de la roya, y después de la pandemia y con el paso de los dos huracanes". "Todo llegó de repente –prosigue- y doy gracias que me surgió esta oportunidad ya que con el dinero que he ganado aquí he podido saldar buena parte de la deuda que contraje por la compra de fitosanitarios para luchar contra la roya, y para reponer los daños ocasionados por los huracanes".
"Me enteré por la tele de este proyecto y corrí a hacer los trámites", añade, pero la pandemia lo paralizó todo, hasta su reactivación en 2020. "No me lo pensé porque vi esto como una gran salida para la situación económica en la que se encontraba mi familia".
José Adalberto se llegó a plantear incluso emigrar ilegalmente a EEUU. Un viaje que finalmente se repensó por los riesgos que entraña, sobre todo para sus dos hijos pequeños. A dichos peligros se suma los entre 5.000 y 10.000 dólares por persona que hay que pagar al ‘coyote’ que se encarga de la travesía, que según ha podido saber esta redacción da tres oportunidades para cruzar ya que si no se logra al tercer intento, el inmigrante pierde todo el dinero.
José Antonio Fajardo (41 años) es de un pueblo que se llama San Agustín, del Departamento de Copán, donde posee dos hectáreas de terreno en las que cultiva café y plátanos. Está casado y tiene cinco hijos.
Los motivos que lo han traído a España son muy similares a los de José Adalberto, ya que para hacer frente a la roya y al hongo del plátano se vio obligado a hacer una fuerte inversión que le supuso acumular deudas durante cuatro años.
Pero tras los meses que ha pasado en España está igual de satisfecho que el anterior, ya que con lo que ha ganado ha logrado saldar completamente unas deudas que incluso le supusieron "problemas hasta para poder alimentar y vestir" a su familia. Además, añade con orgullo, "hasta ya he podido ahorrar un poco de dinero y estoy pudiendo ayudar a mi hijo mayor a edificarse su casa junto a la mía".
A lo anterior, en el caso de Wilman Geovany Enamorado Hernández (35 años), se une el derribo de su vivienda por los huracanes. Con pareja y tres hijos vive en Santa Ana, una aldea del Departamento de Santa Bárbara y es un pequeño productor de plátanos, cultivo al que dedica una hectárea, y de café y bananos, a los que dedica otras ocho.
"Al principio no sabía muy bien donde me venía porque Huelva está muy lejos de mi casa y yo nunca había salido de Honduras, pero allí la situación era ya insostenible y sobrevivía con lo que podía". Tal era su desesperación que llegó a soñar, antes de conocer este proyecto, que "viajaba a un país lejano y distinto al mío, donde me veía recolectando y manipulando frutas con formas redondeadas".
Años antes se había planteado emigrar a EEUU, aunque nunca de forma ilegal, "pero con la llegada de Donald Trump y su cierre de fronteras esa posibilidad se esfumó", afirma, por lo que "al final he logrado lo que quería: viajar para trabajar y regresar a ver a mi familia con garantías".
También asegura que su experiencia en Huelva "ha sido muy buena", y que por lo tanto está dispuesto a repetir "para ir progresando en la vida: comprarme un coche y otra parcelita para ampliar mis cultivos", concluye.
Finalmente Bryan Flores, a sus 29 años, casado y con dos hijos, incluso se ha marcado un gran reto si logra repetir la experiencia en campañas venideras: montar su propio negocio de venta de pescados y mariscos en su pueblo, Guaimaca, perteneciente al Departamento de Francisco Morazán.
Pese a que se trata de una zona de interior, sin costa, su objetivo es transportar dichos productos desde la costa hasta el interior, recorriendo para ello las aproximadamente cinco horas necesarias "por carreteras malísimas". Para ello, añade "ya he podido comprar mi primera cámara frigorífica con lo que he ganado estos meses en España".
Por lo demás, como el resto de sus compañeros, se dedica junto con un hermano y con su padre al cultivo de maíz, café, frijol, banano, plátano y yuca, en varias parcelas que suman seis hectáreas y que son propiedad de su progenitor. Y también como el resto, ha podido saldar buena parte de las deudas contraídas para hacer frente a los mismos contratiempos.
Es por ello que "el primer motivo que me trajo a España fue ayudar a mi familia", pero "también para poder comprarme una parcela de terreno propia, para no tener que depender de mi padre.
Estos cuatro temporeros consultados por Huelva Información llegan a tres conclusiones principales tras casi siete meses a 8.000 kilómetros de sus casas: que "el sacrificio ha merecido la pena" por haber podido superar buena parte del aprieto económico que venían padeciendo, que lo han hecho de forma totalmente legal y que han adquirido determinados conocimientos en manejos agrícolas que están deseando intentar implementar a sus cultivos en Honduras.
Todos regresaron a Honduras el pasado 27 de junio, pese al interés de los propios temporeros y al intento de algunas empresas agrícolas onubenses -Agromartín entre ellas- y de las organizaciones agrarias, de poder ampliar hasta septiembre el proyecto. Finalmente no ha sido posible en el caso de éstos. En definitiva, concluyen todas las partes a modo de balance, la experiencia ha sido muy positiva para todos: temporeros y empresarios onubenses, hasta el punto de que todos se muestran dispuestos a repetir y de que ya se han iniciado los trámites para extrapolar el modelo a la campaña del espárrago en la provincia de Granada.
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