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Huellas de la Segunda Guerra Mundial

  • Nueve fortificaciones construidas durante el periodo bélico permanecen en el litoral onubense

  • Seis están situadas en Mazagón (Picacho y avenida Conquistadores) y tres en Doñana

Huellas de la Segunda Guerra Mundial

Huellas de la Segunda Guerra Mundial

Están incluidos en el Inventario del Plan de Arquitectura Defensiva de Andalucía (PADA) y forman parte del Patrimonio Histórico Andaluz. Son los búnkeres de Mazagón y Doñana. El programa Descubre tus fortalezas, que propone descubrir los sistemas defensivos de la provincia de Huelva, a través de visitas culturales gratuitas guiadas por arquitectos, historiadores y arqueólogos, incluye las casamatas de la localidad costera. Una visita fue a finales del pasado mes de octubre, con charlas impartidas por Francisco Alvarado, arqueólogo; Ismael González, arquitecto; Pedro Jesús Feria, profesor de la Universidad de Huelva; los investigadores históricos Jesús Copeiro y Enrique Nielsen; y Raúl Hernández Holgado, miembro de la Asociación Cultural Ruta de los Búnkers del Estrecho. Los búnkeres han estado peligro de desaparición, pero el trabajo y el tesón de José Antonio Mayo lo ha impedido, y ahora se han convertido en un espacio abierto al disfrute de los ciudadanos, como referente histórico de cuanto ocurrió en el litoral onubense durante la segunda contienda mundial. Son nueve: seis en Mazagón, situados en la batería del Picacho (3)y en la avenida de los Conquistadores, frente a la playa (2), y uno que permanece enterrado en un parque público. Los tres de Doñana están situados en la zona conocida como Punta del Malandar.

Los búnkeres de Mazagón y Doñana fueron construidos durante la II Guerra Mundial para proteger la costa de Huelva por mar y aire en previsión de una posible invasión de los aliados. El 8 de noviembre de 1942 las fuerzas navales británicas y norteamericanas desembarcaban en el norte de África, por lo que la guerra ya estaba cerca del territorio español. Esto inquietó al general Franco, y a principios de 1943 ordenó construir estas fortificaciones desde la costa de Cádiz hasta Huelva, desplegando varios batallones de soldados a lo largo de todo el litoral y las playas. Los búnkeres fueron construidos por los propios soldados y por un grupo de presos republicanos de un campo de concentración que estaba en las inmediaciones del faro de Mazagón.

La misión de las fortificaciones de Mazagón era defender la entrada de la ría de Huelva, y las tres de Doñana la del río Guadalquivir. Durante su construcción y las labores de vigilancia en la costa se produjeron muchas muertes, pero no por la guerra, sino por el paludismo, una enfermedad que transmiten los mosquitos, como narra Jesús Copeiro en su libro Espías y neutrales: Huelva en la II Guerra Mundial.

Como apoyo a los búnkeres se construyó un aeródromo militar en la Punta del Sebo, en Huelva, y se desplegaron regimientos de infantería entre Isla Cristina y Mazagón. Los soldados estuvieron más de un año con el dedo en el gatillo esperando a un enemigo que nunca llegó, pasando hambre y todo tipo de calamidades.

Las casamatas de Mazagón tienen dos habitáculos; el primero, situado en la misma entrada, tiene unos asientos de hormigón y era utilizado como zona de descanso; y el principal era el de vigilancia a través de tres troneras que miran hacia la playa.

El proceso para recuperar y evitar la destrucción de estas fortificaciones ha sido una tarea larga. El próximo mes de enero hará nueve años que se iniciaron las gestiones para tratar de recuperar los seis búnkeres de Mazagón y los tres de Doñana. Fue en 2008, poco después de formalizarse la venta de las parcelas de Proindiviso con la empresa sevillana Puerta de Alfarache, que pretendía realizar un proyecto urbanístico en Mazagón. Fue entonces cuando empezó la preocupación de José Antonio Mayo por el futuro de estas fortificaciones, que se podían convertir en escombros si no se actuaba rápido. La crisis inmobiliaria vino a frenar lo que ya parecía irremediable, mientras que los trámites para evitar la destrucción de estas fortificaciones siguió adelante de la mano de Mayo.

En enero de 2008 solicitó a la Delegación Provincial de la Consejería de Cultura de Huelva la recuperación de los búnkeres de la avenida Conquistadores, lo que implicaba la declaración de Bien de Interés Cultural, para su posterior restauración. La petición también fue realizada a los ayuntamientos de Moguer y Palos de la Frontera. De ninguno de los tres organismos recibió respuesta alguna. Ante esta circunstancia, nueve meses después, y por temor a que se iniciaran las obras del proyecto urbanístico de Proindiviso dirigió al Servicio de Protección del Patrimonio Histórico de la Dirección General de Bienes Culturales, con sede en Sevilla, una solicitud para la tramitación urgente de incoación del expediente de declaración de Bien de Interés Cultural (BIC) de todos los búnkers de Mazagón, incluidos el del parque público y los situados en la batería militar de El Picacho.

En octubre de 2008, la Dirección de Bienes Culturales comunicó que se había procedido a dar traslado de la solicitud a la Delegación Territorial de la Consejería de Cultura de Huelva para su valoración e informe pertinente. En junio de 2009, ocho meses después, se solicitó también la recuperación de los tres búnkers del Parque Nacional de Doñana.

Según la Ley del Patrimonio Histórico Español cualquier persona puede solicitar la incoación del expediente para la Declaración de un Bien de Interés Cultural. El organismo competente decidirá si procede. Esta decisión y, en su caso, las incidencias y resolución del expediente deberán notificarse a quienes lo solicitan.

En abril de 2011 (tres años después), solicitó a Cultura información sobre el expediente. Finalmente los esfuerzos de Mayo comenzaron a dar fruto y en junio de 2012, los búnkeres habían sido incluidos en el inventario del PADA.

Después de cuatro años empleados para su recuperación, las fortificaciones de Mazagón y Doñana siguen en pie, están en el inventario PADA y el expediente remitido a la Dirección de Bienes Culturales de la Consejería de Cultura de la Junta Andalucía, ya que pasaron a ser integrantes del Patrimonio Histórico Andaluz. Hasta ahora podía destruidos. Cuando se derribó el del parque municipal y la Torre de Mando que había en la urbanización Chicago, legalmente no existían, pero ahora estas fortalezas están protegidas y nadie puede atentar contra ellas, gracias al trabajo de Mayo.

Según Mayo, hay otras fortificaciones que no están contempladas en el Inventario del Plan de Arquitectura Defensiva de Andalucía porque no estaban incluidas en la solicitud que se hizo en 2008, y se van a tratar de ponerlas a salvo. Son una trinchera junto al acceso a la urbanización Chicago y la Torre de Mando que se encuentra en la batería militar de El Picacho. "Mientras que los militares estén allí no corre ningún peligro, el problema puede venir cuando el Ayuntamiento de Moguer recupere los terrenos y los destine a zona urbanizable".

Existen razones suficientes para preservar y proteger estas edificaciones, ya que son un referente cultural e histórico de Mazagón, y se pueden convertir en un espacio abierto al disfrute de todos los ciudadanos. Además, se podrían utilizar también como un espacio didáctico para enseñarles la historia a los escolares, y hacerles reflexionar sobre el militarismo y el pacifismo, ya que "es necesario conocer la historia para no volver a repetirla". Los búnkeres no alcanzarán un valor histórico hasta que no superen los cien años de antigüedad, pero sí pueden ser declarados Bien de Interés Cultural, competencia ésta que le corresponde a la Delegación de Cultura de Huelva. Su restauración correría a cargo de los ayuntamientos de Moguer y Palos.

7 Búnker situado en la avenida Conquistadores de Mazagón. Es la fortificación que está más cerca de la urbanización Chicago. Tiene fácil acceso al interior.

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