Francisco Planas Callejo: Curro Palomar

Gente de Aquí y Allá

Llegó a Punta Umbría junto a su familia, que emprendió un negocio consistente en una tienda de comestibles y una taberna

Francisco Planas Callejo: Curro Palomar
Francisco Planas Callejo: Curro Palomar / Fernando Barranco

Punta Umbría/Nació en Moguer en 1942 y tuvo tres hermanas, pero pasados solos unos días ya se vino a Punta Umbría. El motivo es que su padre quiso tener a su hijo junto a su madre, que vivía en Moguer, pero enseguida se volvió aquí, donde habían venido a vivir poco tiempo antes. Su padre vino a este pueblo por la llamada de unos familiares que le habían dicho que aquí se vivía muy bien y había muchas posibilidades de ganar dinero. Y así fue como en una nave de la céntrica calle Coquina donde empezaron a vivir y a montar su negocio, una tiendecita de comestibles y una pequeña taberna. Pero su esposa empezó a decir que no le gustaba ese lugar para vivir porque parecía “un palomar”. Y de ahí les viene el apodo de “Curro el del palomar” y hoy, con casi 80 años, a su hijo, también llamado Curro, le siguen llamando “el del palomar”. Sin embargo a su padre yo siempre lo conocí como “Curro el del Rojo Vivo”, porque a su taberna, que luego cambió de lugar, la llamó Taberna “Al Rojo Vivo”.

El nuevo lugar, donde yo los conocí, es el mismo donde siguen viviendo ahora, junto a los varaderos, en una casa que construyó su padre en la orilla de la ría, un lugar de privilegio, con un jardín que entre su mujer Adelaida y él lo cuidan y lo tienen siempre precioso. Ella es de Punta Umbría y es una persona muy querida en el pueblo, igual que él, pues por solo unos días a ver quién dice que no es de aquí.

A todo esto, su padre siguió con la tabernita y la tienda aquí junto al varadero de Tony Vázquez, al que ayudaba en muchas cosas. Una de ellas era repartir las bombonas de butano por todo el pueblo. Porque él vendía en su tienda y lo apuntaba para cobrar y cuando en los galeones hacían cuentas y les pagaban a sus marineros, entonces las esposas iban a ver a Curro y liquidaban. La clientela de “Al Rojo Vivo” era muy variopinta, lo mismo entraban a tomarse un chato de vino los marineros, los albañiles, los clientes de Tony que venían a arreglar sus barcos deportivos, médicos, abogados o ingenieros. Incluso me cuenta Curro que vinieron en muchas ocasiones Pedro Carrasco y Rocío Jurado o Pareja Obregón. A todos nos gustaba mucho el vinito que nos daba en la barra de su bar, que tenía tanto encanto. El vino se lo traían de Cartaya, del mesón “El Pato”, que aún existe, pero no sé si sigue teniendo el mismo vino.

A Curro Planas Callejo lo trato muchas veces en los lugares que él acostumbra a frecuentar como “La Peña de los Flojos”, donde nos tomamos unos “pescaítos” fritos muy ricos y gratis, pues te los regalan con una caña de cerveza. También nos vemos mucho en la peña flamenca porque es un gran aficionado a este arte. Y en esos lugares y en el pueblo entero, vaya por donde vaya, todo el mundo lo quiere porque jamás hizo mal a nadie, es un hombre muy bueno y un caballero de los pies a la cabeza.

En nuestro encuentro para realizar esta semblanza nos sentamos en su jardín y hablamos largo y tendido. Después entró en su casa porque quería enseñarme algo y lo vi venir con una carpeta llena de folios llenos de poesías que me dejó maravillado porque no me esperaba yo que un maquinista naval que solo fue al colegio y solo conoció a dos maestros, don Antonio Alaminos y don Manuel Morgollón, pudiera escribir tan bien. Eran todas poesías relacionadas con Punta Umbría y su gente. Lo mismo escribía de las fiestas del Casino, recordando a Combes Ponzones subido en el escenario cantando “Marina, Marina, Marina…”; o a Cayetano, que después fue alcalde y también cantaba. Eran muchos folios donde nombra a toda la gente de épocas ya pasadas. Pero no solo de personas, también de hechos ocurridos, hechos simpáticos o tristes que Curro recuerda a la perfección, A mi me dedicó unas palabras felicitándome por mi forma de trabajar y querer a este pueblo, palabras que agradecí y que me emocionaron.

Curro tiene dos hijas, una vive en Los Pinos de Valverde y la otra aquí, en Punta Umbría. Él siempre quiso que estudiaran para que supieran defenderse en la vida y hoy, afortunadamente, son muy cultas, de lo que Curro se siente muy orgulloso. Él empezó cuando solo tenía 14 años a ir a la mar y no tardó mucho en poder comprarse un barco propio. Así, en el año 1964 le compró a Manolo “el Caena” un barquito, con lo cual ya tenía para ganarse la vida y además les dio trabajo a siete u ocho hombres más. Y encima siendo él su propio motorista naval, título que se sacó cuando solo tenía 17 años. Curro Palomar es muy listo, por eso digo que qué pena que en los años de su juventud tuviera que ir a la mar y no pudiera estudiar, porque hoy sigue dando muestras de su inteligencia. Él hace muchas operaciones aritméticas de cabeza, sin utilizar lápiz y papel, pero no solo sumar o restar, sino que multiplica y divide de cabeza, con lo que deja sorprendidos a todos.

Y para terminar esta semblanza de un hombre bueno, decir que me da una gran alegría cada vez que me encuentro con él. Además, rara es la vez que no nombramos a su padre “Curro el del Rojo Vivo”, porque siempre me dice que su padre me apreciaba mucho, igual que yo a él. Tal vez fuese porque era de Moguer, igual que mi familia materna, cosa que él sabía y me lo nombraba mucho, porque mi abuelo Federico Molina fue en su juventud su maestro.

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