La Flecha, invadida por la retama blanca
medio ambiente Una especie vegetal hace suyo el paraje natural de El Rompido
Un grupo de biólogos alerta sobre el "extraño comportamiento invasor" de esta especie · En medio siglo la superficie de la planta se ha multiplicado por ocho


Un grupo de biólogos de la Universidad de Sevilla ha alertado sobre los perjuicios que para el rico ecosistema dunar de la Flecha de El Rompido supone el "extraño comportamiento invasivo" de la retama blanca (Retama monosperma). Una especie vegetal que, aún siendo nativa y endémica del suroeste de la Península Ibérica y el noroeste de Marruecos, fue introducida por el hombre en este paraje a principios del siglo XX para ocupar en tan sólo 100 años 117 de las 360 hectáreas que integran las dunas de la Flecha, "creciendo de forma vertiginosa con un comportamiento invasor" y produciendo "cambios importantes en su ecosistema".
Cambios que según estos mismos expertos, por una parte "perjudican" al resto de especies vegetales presentes en estas dunas, las cuales se adaptan a la movilidad del sustrato y a suelos pobres, y por otra "permitiendo que se establezcan en el sistema especies propias de otros hábitats".
En general -prosiguen- estos cambios "forzados" por la retama "son negativos" para el sistema, ya que con ellos "pueden perderse poblaciones clave como la de Thymus carnosus", un pequeño arbusto endémico del suroeste de la Península Ibérica en peligro de extinción en España, donde sólo se encuentra en el litoral occidental onubense y cuya principal población está, precisamente, en la Flecha.
De esta forma, concluyen, las condiciones generadas por la retama "ponen en peligro" el ecosistema dunar costero de la Flecha, un hábitat escaso en el planeta y fuente de diversidad biológica. Además, la expansión "de forma invasiva" de esta especie "puede derivar en pérdidas de diversidad tanto a nivel de especies como de ecosistemas; y de valores biológicos y naturales (además de paisajísticos y turísticos) necesarios y propios del litoral andaluz".
A través del estudio de este grupo de científicos también se constata la existencia de 220 especies de plantas en la Flecha, de las cuales más del 80% son propias de sistemas dunares de este tipo. Igualmente ponen de manifiesto que en dicho paraje se concentran nueve tipos de hábitats presentes en la Directiva Hábitat europea y 16 especies o subespecies amenazadas y/o protegidas, como es el caso del tomillo carnoso.
Por su parte, la retama blanca es el vegetal predominante en las dunas interiores, el hábitat más extenso actualmente en la Flecha. Esta leguminosa es un arbusto de arenales costeros de gran porte, que suele crecer en dunas estabilizadas o semiestabilizadas y arenales costeros. A pesar de tener distribución nativa en la zona y poder crecer de forma natural en ecosistemas dunares costeros, la primera descripción de la vegetación de la zona desvela que a principios del siglo XX no había retama en la Flecha. De hecho, el sistema dunar era muy móvil y con muy poca vegetación. Un siglo después, la planta ocupa 117 hectáreas y su población ha ocupado la Flecha creciendo de forma vertiginosa con un comportamiento invasor.
"Lo sorprendente de esto -puntualizan los expertos- es que, a diferencia de comportamientos similares en especies exóticas introducidas, la retama blanca es nativa, es decir, que su distribución engloba la zona que ahora invade". Es por ello por lo que prosiguen que "cabe preguntarse el por qué del comportamiento, cuando menos curioso, de esta especie, rompiendo el equilibrio existente en un ambiente que podría habitar de forma menos dominante".
Para los científicos el origen de esta invasión parece provenir de una alteración del ecosistema, y no de la alteración del equilibrio natural producido por la introducción de especies exóticas, ya que cualquier acción externa puede romper dicho equilibrio, provocando en las especies cambios obligados y muchos de ellos impredecibles.
En fotografías aéreas de la zona realizadas en 1956, ya se observa retama en el centro de la Flecha. La planta debió establecerse, por tanto, en esas primeras décadas del siglo y todo indica que fue de la mano del hombre, ya que por aquellos entonces se llevaron a cabo plantaciones de varias especies, entre ellas la retama blanca, en ese sector de la costa para frenar el gran avance hacia el interior terrestre de las dunas, que amenazaban las viviendas y cultivos de los habitantes de la zona. Desde entonces se debió originar una población inicial de la especie, y a partir de entonces la evolución de ésta ha sido "extrañamente veloz". En sólo 45 años la superficie de retama se ha multiplicado por 8 en la zona, pasando de 15 a 117 hectáreas actuales.
Los expertos achacan gran parte de esta vertiginosa expansión a la acción del conejo silvestre (Oryctolagus cuniculus), el cual hace de dispersor cuando se alimenta de los frutos de la retama blanca en verano, cuando escasea el pasto, defecando las semillas lejos de la planta madre y mejorando casi al doble (del 13% al 24%) la germinación de las semillas de este arbusto, que además proporciona a este animal refugio bajo su copa.
Otro de los motivos podría ser, a juicio de los autores del estudio, la protección de la Flecha al prohibirse el pastoreo en la zona protegida. Y es que se ha comprobado que ciertos animales como las cabras domésticas, destruyen la mayoría de los frutos de esta especie al alimentarse de ellos, disminuyendo mucho el número de semillas que la planta dispersa. De hecho, en zonas no protegidas con presión de pastoreo la expansión de la retama blanca es mucho menor.
Por otra parte, la presencia de arbustos de retama también conlleva otros efectos como frenar el viento y reducir la movilidad de la arena, lo que lleva a la fijación de las dunas. Además, bajo su copa se amortiguan las temperaturas, baja la insolación y aumenta en el suelo la materia orgánica y los nutrientes.
Finalmente, los autores del estudio también ha precisado que la retama blanca "podría convivir en esta zona" con otras especies vegetales propias de dunas en un equilibrio con más diversidad y sin destruir ese valioso hábitat de no ser por su vertiginosa expansión actual. Es por ello por lo que defienden que la obligación del ser humano, no sólo como parte de la naturaleza sino también por su propio interés, es valorar y cuidar como se merece la gran riqueza natural de la Flecha y la vida que en ella se da.
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