Gente de aquí y allá

Fernando García de Soto, aparejador y todo un caballero

  • Se ha marchado una gran persona, un hombre bueno que en sus 86 años ayudó a mucha gente sin esperar nunca nada a cambio

Fernando García de Soto junto a su familia.

Fernando García de Soto junto a su familia. / M. G. (Huelva)

Ha muerto mi gran amigo Fernando y yo estaba fuera de Huelva y no pude acompañarlo. No pude despedirlo como me hubiese gustado y como él se merecía. Éramos muy amigos desde hacía más de 50 años y habíamos trabajado muchas veces juntos, ya que él fue aparejador de la Caja Provincial de Ahorros de Huelva y yo colaboré con él en la realización de trabajos topográficos. Además, él era propietario de un chalé en la calle Cerrito de Punta Umbría y por ese motivo teníamos también siempre mucho contacto. Y para más detalles, se casó con mi buena y maravillosa amiga de la juventud Rosario Camacho Vilches.

Lo último fue (y además quiero que se sepa), que me ofreció el antiguo Molino de Viento de la época de los ingleses que había en su parcela y que durante mucho tiempo él cuidó, pero que ya últimamente, por sus problemas en la vista, no le podía dedicar el tiempo que esa bonita pieza necesitaba. Por eso me llamó un día para que yo hiciera con él lo que quisiera. Y claro, se lo ofrecí al ayuntamiento y la alcaldesa Aurora Águedo y la concejala Bárbara Carrasco lo aceptaron para ponerlo de adorno en algún lugar de nuestro pueblo. Así pues, tras desmontarlo, arreglarlo y pintarlo magníficamente por parte del taller de los Hermanos Ponce, se colocó en una glorieta de la Avenida de Almería, donde luce extraordinariamente. Pero digo que quiero que se sepa porque nadie, excepto cuatro o cinco personas, saben la procedencia de tan bonito e histórico molino. Y es que hubo un acuerdo municipal para que se pusiera una placa en la mencionada glorieta, pero nunca se cumplió. No obstante, aún estamos a tiempo y sería un bonito detalle.

Me gustaba mucho hablar con él, lo hacíamos mucho por teléfono y, con motivo de la donación del molino tuvo que firmar algunos documentos para que quedara constancia, pero para no hacerlo ir al ayuntamiento y molestarlo, yo iba por las tardes a su casa para recogerle la firma y, ya de paso, nos tomábamos un café y charlábamos de muchos temas, pues tenía una amplia cultura y una magistral memoria. Me contaba cosas y anécdotas de la Huelva y de la Punta Umbría antigua. Yo disfrutaba mucho con su conversación y a él también le agradaba que yo fuese su interlocutor.

Recuerdo cuando me contó, brevemente pero con datos y señales, sobre la construcción de los llamados “muelles definitivos” de la Junta de Obras del Puerto de Huelva, hoy llamada Autoridad Portuaria de Huelva. O cuando lo llamé para preguntarle por el lugar de nacimiento del ingeniero don Francisco Montenegro, de tan grato recuerdo para Huelva y que su propia familia no sabía. Y él sin dudarlo me respondió que había nacido en Jerez de la Frontera. Mi tocayo era un libro abierto.

Me dio mucha alegría un día que, en la Universidad de Huelva, a la que yo pertenezco, fui nombrado en las elecciones sindicales como miembro de la mesa por mi condición de profesor de mayor edad. Cuando vino a votar una profesora y entregó su identificación y pude observar que su apellido era García de Soto, le pregunté si era hija de mi amigo Fernando y, al contestarme afirmativamente me llenó de satisfacción y le envié un fuerte abrazo para él. Yo recordaba cuando su padre me contaba que su hija empezaba a estudiar la carrera de Derecho y que el estaba muy contento. Más alegría me dio hace poco cuando mi buen amigo, el notable e ilustre abogado don Jesús Fuentes, me comunicaba que se casaba con ella.

Fernando nació pocos días antes del comienzo de la Guerra Civil, en mayo de 1936. Su padre era de Huelva y fue un extraordinario profesor de dibujo del Instituto Rábida. Su madre era de Bonares y él trabajó con los notables arquitectos Morales Lupiáñez, Luis Martín Fraile y, sobre todo, mi buen amigo Miguel Ángel Esteve Campillo.

Él era el hermano más antiguo de la Hermandad del Santo Entierro y Nuestra Señora de la Soledad, devoción que heredó de su padre y que ahora continúan sus encantadoras hijas Natalia, María del Rosario y Elena, quienes con mucho orgullo siguen la tradición y en la marquesina de su chalé hay un azulejo de la Virgen de la Soledad que se venera desde que se construyó esa casa por parte de su abuelo.

Se ha marchado una gran persona, un hombre bueno que en sus 86 años ayudó a mucha gente sin esperar nunca nada a cambio. Sus hijas han sido muy felices teniendo siempre a su padre como protector estoy seguro que desde el Cielo siempre seguirá protegiéndolas.

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