Don José, el cura

Don José, el cura
Don José, el cura
Eduardo J. Sugrañes Huelva

24 de agosto 2013 - 05:01

La muerte de Pepe García, don José el cura, nos ha sobresaltado en esta tarde del verano. Ni por asomo podíamos pensar que se nos fuera, aunque como el Señor dice hay que estar siempre preparados. Me vienen aquí, en Punta Umbría, numerosos recuerdos de muchos veranos. De su afecto, amabilidad y el cariño que todos le tenían, bueno mejor dicho, le profesaban. Quienes le conocían bien saben de ello; no voy yo ahora a descubrirlo, pero sí quiero compartir con todos el desconsuelo de la ausencia. Siempre me pareció, por su forma de hacer, uno de los curas clave de esta iglesia diocesana, dedicado a su parroquia y a su pueblo de Punta Umbría que conocía perfectamente.

Todo esto hasta que un día don Ignacio, el señor obispo de Huelva, le planteó un gran reto: tenía que ir a Almonte, a su pueblo natal; debía hacerse cargo de la parroquia de la Asunción y del santuario del Rocío. Los que le conocían sabían que le costaría dejar los proyectos en marcha de Punta Umbría, a los que siguió cuidando como el padre se preocupa del crecimiento del hijo. Cada verano le volvíamos a ver por aquí en unos días de descanso, la gente le saludaba por el paseo y era como verlo de nuevo en esa dinámica puntaumbrieña que tanto nos ha gustado. Siempre Punta Umbría en su corazón, el Ayuntamiento le dedicó recientemente con su nombre el nuevo complejo de casas de hermandades en el edificio Galeón. Mantuvo una preocupación especial por el proyecto Naim para echarle la mano que necesitan quienes caen en la redes de la drogodependencia.

Nunca tuvo Almonte un cura más almonteño que él; no sólo era el cura de Almonte al que suben a hombros a rezarle a la Virgen del Rocío la Salve, era tan almonteño como los que llevaban a la Señora. Eso siempre me gustó, sobre todo cuando daban vivas a los almonteños, aquí no se podía disociar pueblo y cura, como algunos han querido ver y fomentar a lo largo de la historia, pretendiendo quitarle el alma de fe a la fiesta. Pueblo e Iglesia, una misma cosa en la sintonía de amor a la Virgen del Rocío. Estoy convencido de que contribuyó de manera especial en estos años que ha estado en su pueblo de cura a que eso fuese posible.

Una lucha diaria en tantas actuaciones, del propio pueblo como de atención al santuario, pero se sentía contento y, sobre todo, por los ratos del confesionario, con esos muchos que acuden de manera anónima a rezarle y darle las gracias a la Virgen cargados de vivencias.

Sí, estoy convencido de que Pepe García, don José, ha contribuido a esta nueva dimensión del Rocío que todos venían buscando y hacía falta saber encauzar. Hermandad Matriz, párroco, pueblo de Almonte, todos, para dar esa nueva perspectiva de modernizar -si me lo permiten- a un Rocío de siempre, buscando un algo más, la dimensión espiritual que sobrepasa a un fin de semana de romería. Mucho hicieron juntos y el resultado es este Año Jubilar y todas las cosas que estamos seguros comenzarán a florecer con los frutos recogidos tras unos años de tantos esfuerzos pastorales.

Muchos tuvimos la suerte de despedirnos de él compartiendo el rezo de su última Salve a la Virgen del Rocío en esa gloriosa procesión de este último lunes. Seguro que la Virgen le ha recibido con los mismos brazos abiertos como él exclamaba cada palabra de la Salve, compartiéndola con el pueblo de Almonte y todos los que tuvimos el gozo de rezarla en la ermita con la que se ponía colofón a la procesión.

Que la luz de la ría de Punta Umbría y las marismas almonteñas te alumbren siempre. Descansa en paz.

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