Carlos Barranco Molina: músico y doctor

Carlos Barranco Molina: músico y doctor
Fernando Barranco Molina

Huelva, 14 de junio 2020 - 06:06

Yo tenía muchas ganas de tener un hermanito porque estuve mucho tiempo con cuatro hermanas y mis juegos infantiles en el patio de mi casa eran solo con ellas y con sus amigas. Mis compañeras de juegos eran mis hermanas Mary, Pily, Chuqui y Encarna y sus amigas Gloria Hermo, Encarnita Castilla, Encarnita Olivera, Pepita Gamonoso y Mari Carmen Álvarez. Así que el día que nació Carlitos fue un gran día para mí, alegría que todavía me dura.

Después tuvimos más hermanos: Charo, Emilio y Marisita, que es la más pequeña. Nueve en total. Y mi padre, a cada uno de los mayores, nos asignaba uno de los pequeños para cuidar de él. Y claro, a mí me tocó Carlos. Y yo muy contento, porque durante muchos años fue mi hermano pequeño, mi amigo, mi confidente. Iba a todas partes con él, mis amigos eran también los suyos, jugábamos al fútbol en la calle, hacíamos travesuras juntos y me divertía mucho con él, porque Carlos era muy divertido, un tío muy simpático. Ya de pequeño le gustaba mucho la música, cantaba y hacía sonidos con su propia boca. También se inventaba melodías con cualquier objeto hasta que su madrina vino de las Islas Canarias y le trajo de regaló un timple, ese instrumento típico canario pequeñito parecido a una guitarra. Aprendió a tocarlo inmediatamente, así que como el niño prometía, mi madre le regaló una guitarra de verdad.

No se me olvidará nunca lo que disfrutó. Yo tendría unos doce años o así y él la mitad. Lo llevé al Barrio Obrero, al alto que daba a la avenida Guatemala, que aún era de tierra, porque nuestro amigo, hoy ilustre científico de la Nasa, Juan Antonio Pérez Mercader, iba a tirar un cohete que había fabricado él mismo. Por cierto, que aquel cohete se cayó al terrizo sin más. Desde entonces, a Carlos le entró otra afición más, que es la de “inventor”. Y disfruta como un niño y hace disfrutar a todos sus sobrinos con sus inventos, que no son pocos. Eso, unido al arte que tiene con los juegos de magia, ha tenido siempre a mis hijos y a todos los primos con la boca abierta. Carlos es y ha sido siempre una persona divertida y feliz.

Y así fue nuestra vida hasta que nos separamos. Yo me fui a la mili y luego a Madrid a estudiar la carrera. Luego fue él el que se fue a la mili y nos veíamos poco, de vacaciones en vacaciones. Después yo me casé y todos estos cambios nos fueron distanciando un poco. Pero nos volvimos a unir gracias a la Topografía.

Yo necesitaba ayudantes para la realización de mis trabajos y a él le encantaba ayudarme, así que hicimos un buen equipo junto a mi compañero Manolo Tapia y sus amigos Vicente y “el Parre”, que tristemente se murió siendo muy joven (un angelito más que hay en el Cielo). Juntos hicimos trabajos como el replanteo de la carretera de Mazagón a Matalascañas. Carlos se lo pasaba muy bien y le gustaba aquello de medir los campos, así que al terminar el bachiller se fue también a Madrid a estudiar la misma carrera que yo, ingeniero técnico en Topografía. A todo esto, él era en todas las reuniones quien amenizaba el ambiente con su guitarra y sus cánticos. Siempre era el centro de atención. Además, en la universidad formó parte de la tuna.

Terminó sus estudios e inmediatamente encontró trabajo. Primero en el Coto de Doñana, que se lo “pateó” de arriba a abajo. Luego trabajó con la Junta de Andalucía en la modernización de todas las carreteras de la provincia hasta que entró en la Escuela Politécnica de La Rábida para dar clases. Y ahí fue donde dijo: “Esta es mi vida”. Se casó y se dedicó desde entonces en cuerpo y alma a la vida universitaria. Además, siguió preparándose y estudió la carrera superior de ingeniero en Geomática y Topografía. Sacó la plaza por oposición de profesor titular. No obstante, en muchas ocasiones seguíamos haciendo trabajos juntos. Aún nos recuerdo a los dos subiendo cargados con los instrumentos una montaña en la Sierra de Aracena.

Ambos desfallecimos, primero él y luego, un poco más arriba, yo. Pero nos repusimos gracias a nuestro entonces ayudante, José María Ley, hoy insigne letrado de la Junta de Andalucía, que siempre atento nos dio agua y nos mojó la cabeza en aquella calurosa tarde de verano. Hicimos muchos levantamientos juntos y cartografiamos la marisma norte de Ayamonte. Muchas veces también nos acompañaba nuestro otro hermano Emilio, que es un auténtico “manitas”, y a veces nos salvó en medio del campo de averías en nuestros coches que él arreglaba con gran facilidad con un trozo de alambre. Emilio aprendió tanta topografía con nosotros que fue una pena que no quisiera estudiar lo mismo. Él se dedicó a otra profesión, pero yo muchas veces le decía de broma que sabía más topografía que nosotros dos juntos y él se reía, pero es que en los apoyos fotogramétricos era el número uno.

Al cabo del tiempo nos volvimos a encontrar en la universidad, porque yo conseguí una plaza en una convocatoria como profesor asociado. He estado impartiendo clases durante veinticinco años, siendo mi hermano Carlos y yo miembros del mismo departamento.

Pero Carlos siguió estudiando y se sacó otra licenciatura. Era y es muy listo y por eso después se preparó el doctorado. Y lo consiguió, todo ello sin dejar la música. Sigue componiendo y dirigiendo un coro lírico en el que canta junto con mis hermanas Encarnita y Charito de forma totalmente altruista en todos los centros de mayores, asilos y residencias con el único fin de hacer pasar un rato agradable a nuestros mayores, que saben agradecerlo con sus sonrisas y sus lágrimas de emoción. Y es que ellos cantan muy bien y a los abuelitos les cantan las canciones de su época y los hacen muy felices.

Otra afición que tiene es la investigación. Pertenece a un grupo que desarrolla esta labor en la propia universidad. La Autoridad Portuaria de Huelva le publicó las investigaciones de su tesis doctoral conjuntamente con la Universidad de Huelva en un libro de mucho éxito dedicado a sus investigaciones sobre todos los diferentes puertos que existieron en el Río Tinto a lo largo de la historia. Para ello realizó pruebas geotécnicas sobre el terreno descubriendo cosas insólitas que nadie se podía ni imaginar. El libro lleva por título Los puertos perdidos del Tinto y es otro de esos libros que no debe faltar en ninguna biblioteca onubense para quien deseé conocer nuestra historia.

Además de la Universidad, su otra media vida es la música. En su casa tiene un espacio reservado para su propio equipo de grabación. Toca el piano, la guitarra y todo instrumento que se le ponga por delante. Y podría seguir diciendo cosas de él como sus otros libros o sus publicaciones en revistas técnicas. Pero aquí, solo por razones de espacio, he escrito un breve bosquejo sobre mi querido hermano Carlos. Que conste que me quedo corto calificándolo al principio simplemente como músico y doctor. Lo podría haber llamado de forma mucho más extensa, pero creo que ha quedado bien definido así.

Desde hace mucho tiempo tenía pendiente dedicarle unas letras a quien fue y es mi amigo, mi hermano y una gran persona, en definitiva. Carlos es un corazón que anda por las calles de Huelva.

No hay comentarios

Ver los Comentarios

También te puede interesar

Lo último