Oficios tradicionales

Boliches: entre el verde de los pinos y el negro del carbón

  • El de carbonero es uno de esos oficios tradicionales que poco ha cambiado con el paso de los años, salvo con determinada maquinaria

Boliches: entre el verde de los pinos y el negro del carbón

Boliches: entre el verde de los pinos y el negro del carbón

La elaboración de carbón vegetal mediante el ancestral sistema de cocer la leña en boliches, la actividad maderera o la recogida de la piña para la extracción de piñones, han sido algunos de los aprovechamientos forestales que han permitido la conservación de las casi 12.000 hectáreas de pinar con las que Cartaya cuenta en su término municipal.

Se trata de una de las principales masas forestales de la provincia de Huelva, que se ha mantenido prácticamente intacta durante siglos y que geográficamente se divide en dos grandes montes comunales: el Campo Común de Abajo, situado al sur del casco urbano de la localidad y que se extiende hasta prácticamente la orilla del mar; y el Campo Común de Arriba, situado en el norte y que se funde con la orografía típicamente andevaleña de los términos municipales de San Silvestre de Guzmán, Villanueva de los Castillejos y San Bartolomé de la Torre.

Los aprovechamientos tradicionales del pinar han estado por tanto siempre directamente ligados a la conservación de dicha masa forestal. Y es que sin pinar no hay madera, leña, carbón, piñas o piñones, de ahí que quienes encuentran en cualquiera de estas actividades su modo de vida, son los más interesados en su preservación.

El de carbonero es uno de esos oficios tradicionales que poco ha cambiado con el paso de los años, salvo en la incorporación de determinada maquinaria, lo cual ha venido a aliviar la extrema dureza que, a pesar de ello, caracteriza a una actividad que, como contraprestación, permite a quienes se dedican a ella un contacto directo y muy estrecho con la naturaleza, ya que los boliches se elaboran y cuecen en lo más profundo del pinar.

Y aunque durante el boom de la construcción la actividad vivió en Cartaya un notable declive dado que, quienes tradicionalmente se habían dedicado a ella buscaron nuevas y mejores perspectivas de futuro en el ladrillo, el hundimiento del sector inmobiliario trajo consigo el regreso a los orígenes de muchos de los que se fueron, y una vuelta al oficio de sus antepasados.

Es el caso de Juan Carlos Sousa Palomino, que a sus 47 años, y a pesar de que ha dedicado algunos periodos de su vida a la construcción, retomó hace algunos años el oficio de carbonero en el pinar de Cartaya. Una labor a la que, según indica a Huelva Información, "ya se dedicaban mi abuelo y mi padre, además de otros muchos familiares" y la cual confiesa que "nunca" llegó a abandonar del todo.

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Actualmente doce son las familias de Cartaya que cuentan con autorización de la Junta de Andalucía para ejercer esta actividad, y que por tanto viven de ella, cuyos boliches se reparten por distintos puntos del pinar conocidos como bolicheras: El Menajo y Malatao en el campo Común de Arriba, y Valle salado en el de Abajo, son las principales.

En la bolichera de Valle Salado, la más cercana al casco urbano de Cartaya y donde cuecen su carbón varias familias, Juan Carlos Sousa relata que actualmente cuentan con un gran inconveniente: "la cada vez mayor escasez de leña porque los madereros antes solo se llevaban los troncos de los pinos y dejaban las copas, que aprovechábamos nosotros, y ahora sí se las llevan para venderlas como biomasa".

Además, y como el resto de productos del sector primario en España, el carbón vegetal "está muy mal pagado para el productor, a pesar de que es un trabajo muy duro y especialmente sacrificado". Por ejemplo, explica, durante los 20 días que dura el cocimiento de un boliche "no puedes separarte de él ni un momento, hay que estar al pie del cañón vigilándolo constantemente. Día y noche. Y ahora tiene un pase, pero en pleno verano el calor es insoportable…".

Buena prueba del bajo precio de este producto es que hace poco más de una década los carboneros recibían entre 21 y 23 céntimos de euro por kilo de carbón vegetal, mientras que en la actualidad reciben 26 céntimos, apenas entre 3 y 5 céntimos más en más de diez años. "En realidad quienes ganan son los intermediarios, que se llevan la mayor parte del negocio. Nosotros hay meses en que no sacamos ni el sueldo", asegura Juan Carlos.

Por el contrario, prosigue este carbonero cartayero, esta actividad tiene una gran ventaja: "que trabajas para ti. Eres tu propio jefe y no dependes de nadie que te diga lo que tienes que hacer en cada momento". Eso sí, añade, "tienes que ser lo suficientemente responsable para saber qué tienes que hacer para organizarte el tiempo como mejor te convenga".

Hacer y posteriormente cocer un boliche conlleva casi tres meses de duro trabajo, según indica Juan Carlos: el primer paso es la tala del pino en el monte, donde inicialmente queda la leña apilada a la espera de que se seque. Posteriormente ésta es transportada hasta la bolichera, donde es picada con el objeto de que los maderos tengan el tamaño adecuado para su cocción. Después se comienza a "armar, chascar y enterrar" el boliche antes de prenderlo para su cocción, que durará entre 15 y 20 días según su tamaño.

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Según apunta el carbonero, su producto se destina sobre todo para barbacoas, aunque también se llevan algo para laboratorios farmacéuticos, para la fabricación de suelas de zapatos y para la elaboración de pólvora, entre otros usos; al tiempo que detalla que la materia prima para el carbón vegetal que se hace en la zona es básicamente la leña del pino piñonero, "que es la más demandada", aunque también algo de leña de eucalipto.

Según ha subrayado la Diputada Provincial Bella Mercedes Canales, el oficio de carbonero es una de esas tradiciones "que perduran desde tiempos inmemoriales y cuya elaboración se resiste a los avances tecnológicos", al tiempo que "permite en los tiempos que corren que muchas familias onubenses puedan mantenerse gracias a los frutos de su trabajo como carboneros".

Por último Canales apunta que se trata de una actividad que "desde las instituciones deben potenciarse para su mantenimiento puesto que también son un elemento muy importante para la conservación de una masa forestal importante en nuestra provincia".

ACTIVIDAD SOSTENIBLE SIN RELEVO GENERACIONAL

Como sucede con la mayoría de oficios tradicionales, la elaboración de carbón vegetal procedente de madera de pino mediante boliches tiende a desaparecer ya que la gran mayoría de carboneros son mayores y no hay relevo generacional.

Una situación a la que contribuye el bajo precio del carbón para el productor, al gran número de peonadas necesarias para su elaboración y a la extrema dureza del trabajo, que se acentúa en verano por las altas temperaturas. Todo ello hace que la rentabilidad de la actividad no sea muy alta.

Por el contrario el carboneo tradicional sí es rentable en términos de sostenibilidad medioambiental ya que según Francisco Ballesteros, agente forestal ya jubilado, se trata de una actividad que "representa limpieza y cuidado del pinar, con todo lo que ello implica en cuanto a su conservación".

Y es que la leña que usa el carbonero para los boliches procede en muchos casos de los trabajos de limpieza y poda que periódicamente se realizan en el pinar, o incluso de la realización de cortafuegos. La madera sobrante, al tiempo que se elimina del monte, proporciona la principal y casi única materia prima del carbonero. Otro de los beneficios que el carboneo tradicional es la prevención frente a posibles plagas que pudieran derivarse de los trozos de madera en descomposición. "En definitiva -concluye- es una actividad sostenible y muy armoniosa con el medioambiente".

EL BOLICHE

La forma tradicional de obtener carbón natural en el litoral onubense se diferencia de otras por el boliche, un elemento que a simple vista puede parecer un montón de leña cubierto de tierra al que se prende fuego por dentro, pero que es mucho más: es una especie de ‘arte tradicional’ que encierra ciertas técnicas y habilidades que sólo el carbonero conoce.

Cada carbonero tiene su propio secreto y la complejidad de un boliche es tal, que nunca se sabe a ciencia cierta cómo va a evolucionar el fuego por su interior durante la cocción. Para los carboneros este secreto está en la paciencia y en saber cocerlo sin prisas.

Un boliche se construye colocando la madera más gruesa o los ‘tocones’ debajo. Después se va peinando con madera más fina o ‘ripios’ en una tarea que se conoce como ‘ripiar’, hasta terminar la estructura principal. Los ‘ripios’ deben estar muy bien distribuidos para perfilar perfectamente el boliche de cara a que no queden huecos. Finalmente se añaden ramas secas o ‘chasca’ por encima, lo cual se cubre de tierra dejando al descubierto sólo algunos orificios como respiraderos.

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