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El ‘Bautizo Monstruo’ de La Nava y las pequeñas historias rurales en los años 30

El ‘Bautizo Monstruo’ de La Nava.

El ‘Bautizo Monstruo’ de La Nava. / Archivo Paco Reina/Asociación Lieva (Huelva)

La historia de los pueblos de la provincia de Huelva guarda aún episodios ocultos o escasamente investigados. Algunos de ellos tienen relación con los trágicos sucesos acaecidos durante la Guerra Civil, sus prolegómenos y sus terribles consecuencias, no habiéndose profundizado en los hechos por diversas circunstancias. Fueron aquellos años treinta del siglo pasado un periodo convulso para todos. La proclamación de la Segunda República trajo un sentimiento de ilusión colectiva de cambio en la situación de miseria y olvido para millones de ciudadanos, fundamentalmente obreros, mujeres, jornaleros y marginados. Sin embargo, el golpe de Estado conllevó un enfrentamiento entre dos bandos antagónicos por ideología e intereses, frustró la esperanza de una España mejor y acentuó la división entre la sociedad.

Las elecciones de febrero de 1936 celebraron en un clima de alta tensión política. En La Nava ganó claramente la coalición de izquierdas, formada en Huelva por tres candidatos socialistas, Crescenciano Bilbao Castellanos, Juan Gutiérrez Prieto y Ramón González Peña, junto al republicano Santiago López Rodríguez y al federalista Luis Cordero Bel, que fue quien finalmente obtuvo más votos en toda la provincia, 79.272. De ellos, 212 votos fueron obtenidos en la localidad navina.

El clima frentista se agudizó por las transformaciones que pretendían establecer las fuerzas de izquierda y la resistencia de los sectores conservadores, eclesiásticos, militares y reaccionarios. En este ambiente, el laicismo y el anticlericalismo se impusieron en todas las poblaciones, hasta llegar a impulsar ceremonias civiles que contravenían las tradiciones y postulados católicos. Una de estas iniciativas ha pasado a la historia local de La Nava con el nombre de ‘Bautizo Monstruo’, y consistió en el bautismo civil de seis niños en las orillas de la ribera del río Múrtiga.

Con el fin de componer un programa adecuado para la ocasión, se conformó una Comisión especial encargada de la organización de los actos. El objetivo principal se expresa claramente en el inicio del texto del cartel conmemorativo y anunciador, que no fue otro que “Bautizar solemnemente a seis niños de ambos sexos en la Ribera del Múrtiga”. Se escogió la finca La Parrilla, incluida en el término municipal navino, y se estableció el día escogido para el domingo 14 de junio de 1936.

La jornada comenzó al amanecer, con una gran salva de cohetes anunciando la festividad. Algo más tarde, sobre las 8:30, hacía entrada en la población la renombrada Banda de Música de Galaroza, que dirigía el reputado profesor José Sánchez, una de las más prestigiosas de la comarca en aquella época, que recorrió las principales calles de la villa. A las 9:00, los afiliados al Sindicato de Agricultores, lo mismo femeninos que masculinos, se encontraron en la Casa del Pueblo, en unión de las autoridades para recibir a las Comisiones de los pueblos limítrofes. Y es que se había extendido la noticia de tal modo, que otras poblaciones también quisieron participar en esta novedosa propuesta. Una hora más tarde, tenía lugar “la salida triunfal a pie de la comitiva”.

Al mediodía estaba previsto un “monstruoso mitin de alusión al acto, en el que tomarán parte los padrinos y los camaradas M. Delgado, Laureano Domínguez y José Luis Fernández”. Se trataba de personas relacionadas con el Ayuntamiento, quienes profundizaron en el carácter político, laico y anticlerical que presentaba la iniciativa.

Terminadas las alocuciones y los vítores, se procedió al bautizo de los seis niños. El cartel promocional, una de las escasas fuentes a las que se pueden acudir, anunciaba expresamente de que a dos de ellos se les impondrían los nombres de Lenin y Libertario, pero nada decía de los otros cuatro infantes. Sus nombres serían Limber, Pasión, Redención y Sipenia.

Tras la inmersión en las aguas del Múrtiga, el programa continuó a las 15:00 con el apartado lúdico y festivo, que comenzó con un banquete popular a base de la exquisita caldereta. Más tarde, finalizado el ágape gastronómico, sobre las 17:00, llegó la vertiente musical, con “típicos fandanguillos interpretados por El Niño del Molino y otros ases del cante flamenco y magnífico baile en la espaciosa terraza de la Estación de La Nava”. Estaba entonces este apeadero ferroviario en todo su esplendor, y a pesar de la distancia que lo separaba del pueblo, unos cinco kilómetros, siempre tenía una intensa vida diaria. A las siete de la tarde regresó la comitiva al pueblo, pero aún se tuvo tiempo para un gran baile en el Centro de Agricultores, amenizado por la banda de música cachonera, y que duró, literalmente “hasta que se acabe”. Con este baile finalizaron las fiestas del ‘Bautizo Monstruo’ de La Nava.

En el cartel se incide en notas de interés para los participantes en el acontecimiento, tanto de orden estético, como práctico y organizativo. En primer lugar, “se previene a las representaciones de sindicatos que concurran, lo hagan con banderas”, en un intento de adornar las manifestaciones que se produjesen, además de dotarlas de la consciente intencionalidad política e ideológica con que se idearon. En cuanto a la organización, todos los asistentes debían proveerse de merienda, además de sus respectivos cubiertos para el banquete. Finalmente, la Comisión aceptaba donaciones para complementar el apartado gastronómico, ya que hasta el día 12 recibiría “en su domicilio social, calle Alcalá Zamora, número 30, todos los chivos, chivarros, borregos, cabras y toda clase de aves que regalen los simpatizantes al acto”.

Al contrario de lo que se pudiera pensar, los organizadores quisieron darle al acto un carácter serio y formal, ya que indicaban al final que “se previene el mayor respeto y orden para el engrandecimiento de la fiesta”. El bando incluido en el cartel estaba fechado en La Nava, a 1  de junio de 1936, y estaba firmado por Antonio Cabellos de Oropesa, en nombre de la Comisión organizadora, quien fuese también secretario del Ayuntamiento de Galaroza a primeros de siglo. El pasquín fue impreso en la Imprente Arias Montano de Aracena.

La investigación histórica realizada por la Asociación Cultural Lieva ha rescatado las únicas fotos conocidas del acto, incorporadas por Paco Reina, así como fuentes orales y escritas. La primera aparición del ‘Bautizo Monstruo’ de La Nava en un medio escrito se produce escasas fechas después de su celebración. Fue el escritor gallego Wenceslao Fernández Flórez quien recoge el hecho en un artículo publicado en el diario ABC el día 17 de julio de 1936. El título del escrito era Tópicos con joroba, que posteriormente fue incluido en el tomo noveno de sus Obras Completas. El autor demostró a lo largo de su trayectoria su ideología conservadora que derivaría en postulados claramente antimarxistas, la cual se refleja en algunas de sus expresiones, como aquella en que llegó a decir que “el olor a rojo es tan fuerte (…) que huele peor que una ballena muerta”. Fernández Flórez transcribe casi literalmente el cartel, que dice le llega desde Extremadura, e indica que “si se prescinde de la significación religiosa de la ceremonia, un bautizo no es nada que valga la pena”. Insiste al decir que “estos laicos lo convierten en una fiesta popular”, algo sin sentido para el autor.

Pocas referencias se tienen posteriormente, durante muchas décadas, hasta la etapa contemporánea. La obra de Francisco Espinosa Maestre, La Guerra Civil en Huelva, no la incluye en sus comentarios, aunque el autor rescata el episodio en un trabajo posterior titulado Agosto de 1936. Terror y propaganda. Los orígenes de la Causa General, limitándose a incluir la transcripción del cartel. Tampoco se incluye en el libro de Servando Valiente Guerra, La Nava Historia olvidada, al menos de forma monográfica y extensa.

Mucho más extraña es la escasez de  referencias al ‘Bautizo Monstruo’ en el libro La apostasía de las masas y la persecución religiosa en la provincia de Huelva 1931-1936, del sacerdote Juan Ordóñez Márquez, publicado en 1968 por el Instituto Enrique Flórez del Consejo Superior de Investigaciones Científicas. La obra recopila, desde el punto de vista de los vencedores de la Guerra Civil, los actos contra la religión llevados a cabo en toda la provincia desde la llegada de la Segunda República, pero incluye muy poco en el breve capítulo que le dedica a La Nava.

Ordóñez recoge el informe de Fernando Vázquez, el párroco local, fechado en octubre de 1932, sobre el estado de su feligresía. Indica el cura que los 600 navinos tienen una “moralidad deficiente y ninguna vida cristiana”. El cura indica que se han celebrado ya en esa fecha cinco entierros civiles y dos matrimonios civiles, además de existir “un concubinato público”.

El poder municipal no lo ponía nada fácil a la tarea religiosa, ya que, por ejemplo, se denegaban permisos para los entierros católicos. Se recogen incluso escritos municipales acusando a la iglesia de haber “infringido el artículo 27 de la Constitución de la República Española, constituyendo manifestaciones públicas en cortejos acompañando entierros y otros actos”, por lo que se prohibían dichas manifestaciones en lo sucesivo sin la previa autorización de la Alcaldía. Cuando se solicitaba el permiso, se denegaba atendiendo al “estado de efervescencia social que se nota en este pueblo, pudiendo manifestarse algunos elementos en contra de tal enterramiento, que pudiera dar lugar a choques con perjuicio para la pacificación de este vecindario”.

Al margen de los posibles excesos interpretativos del autor, al ser parte de la institución eclesiástica y claro partidario del bando sublevado, como demostraba a nivel general la comunión entre la Iglesia y el nuevo Gobierno, el libro menciona como posible causante de estas “ideas subversivas y laicistas” a Luis Velasco Coffin, quien llegó a ser diputado en las Cortes republicanas Constituyentes. Según Ordóñez, Velasco “ejercía la medicina en La Nava y atacaba a la Iglesia sin desfallecimiento”. Le llega incluso a mencionar como organizador del ‘Bautizo Monstruo’, “llevando a los niños a sumergirse en la ribera del Múrtiga, para escarnio de las celebraciones cristianas”. No obstante, en la mencionada obra La Nava. Historia olvidada, Servando Valiente hace una detallada defensa de la labor de Velasco Coffin en la localidad, desde el punto de vista de su profesión sanitaria y de su labor como representante institucional. Igual sucedió con su labor como médico en Galaroza y su trayectoria como diputado en el Congreso.

Llegado ya el siglo XXI, es el Ayuntamiento de La Nava quien decide reeditar el cartel anunciador del bautizo, en edición facsímil, un cartel que se puede consultar en la Diputación de Huelva y el Archivo del Tribunal Militar Territorial Segundo con sede en Sevilla.

Las consecuencias del ‘Bautizo Monstruo’ y de la deriva que llevó a la Guerra Civil son conocidas. Las tropas sublevadas tomaron La Nava el 27 de agosto de 1936 y a partir de ese momento desataron una fuerte represión contra los militantes de izquierda y los vecinos que se significaron en favor de la Segunda República. De esta persecución no escaparon los familiares de los niños bautizados civilmente, que sufrieron humillación y escarnio público. Los protagonistas tuvieron que cambiarse el nombre, por supuesto, y se conservan documentos del registro civil de uno de ellos, con el nombre de Lenin tachado y su nuevo nombre, a través de una corrección fechada en 1952. Incluso el alcalde republicano de La Nava en mayo de 1936, Gumersindo Domínguez Fernández, fue fusilado en Llerena el 18 de septiembre del mismo año.

Estos y otros horrores vinieron a enturbiar la convivencia de los vecinos en todos los pueblos, dejando en la memoria individual, familiar y colectiva una honda huella que debemos superar entre todos gracias a la investigación y a la búsqueda de la verdad, de la memoria histórica, de la dignidad de las víctimas y de la reparación de tanto dolor como dejó aquel conflicto fratricida.

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