Ayamonte despide a la Virgen de Fátima con cánticos y flores

La imagen mariana dijo adiós tras visitar a los mayores de la residencia Lerdo de Tejada y puso a rumbo a Silves por carretera, escoltada hasta el puente internacional por la Guardia Civil

Las hermanas de la Cruz, arrojando pétalos al suelo antes de la llegada de la procesión.
Las hermanas de la Cruz, arrojando pétalos al suelo antes de la llegada de la procesión.
Raquel Rendón / Ayamonte

16 de junio 2008 - 05:01

Eran las diez en punto de la mañana dominguera, la iglesia las Angustias de Ayamonte iniciaba una jornada de júbilo mariano marcada por el extraño sabor a tristeza de las despedidas. El obispo emérito de Huelva, Ignacio Noguer Carmona, oficiaba una misa especial, que no se repetía en la localidad costera desde hace (ni más ni menos) que 60 años). Acompañado por el párroco del templo ayamontino, Juan de la Rosa, monseñor hablaba al pueblo diciendo que "la presencia de la Virgen de Fátima en Ayamonte siempre ha sido un acontecimiento para no olvidar, que sigue siendo recordado desde otros tiempos y que renueva la verdad mariana en todos nosotros".

A su izquierda, la imagen chiquita de la Virgen portuguesa (adorada por miles de fieles en todo el mundo) parecía sonreír al obispo emérito onubense, mirándole con ternura repetir palabras de fe y amor que se colaron para siempre en el alma de los fieles. La función principal tenía ayer una dedicatoria especial: para los enfermos, para todas aquellas personas que no pueden valerse por sí mismas y necesitan "el cobijo del Señor".

Alrededor de 2.000 personas abarrotaban los bancos del templo. Entre ellos, los hermanos mayores de algunas cofradías de penitencia y gloria de la localidad y cientos de vecinos de todos los pueblos de la provincia de Huelva (la empresa de autobuses Damas puso en marcha un servicio especial para cubrir la demanda de desplazamientos) y de las comarcas más cercanas de la vecina Portugal. Bajo el artesonado de madera de la parroquia de las Angustias reverberó de nuevo el mensaje firme de Noguer Carmona: "La Virgen de Fátima no puede pasar por Ayamonte sin quedarse en el corazón sincero de la gente". Entretanto, con el sol cada vez más alto en el cielo onubense, la iglesia se iba llenando más y más de gente, como un incesante goteo de fe.

Llegó entonces el momento esperado, el del sacramento de la unción de los enfermos. Tras las tradicionales alabanzas, el obispo emérito pidió a los cristianos de salud más débil y a los mayores de 65 años que se acercaran hasta el altar mayor para darles su bendición, "como hiciera Jesús, para curar su espíritu y su cuerpo". El primero en recibir la unción fue Ignacio Noguer Carmona. A continuación, cientos de personas desfilaron por el pasillo central del templo hasta el altar, agolpándose frente a la escalinata para recibir de manos del obispo emérito de la Diócesis de Huelva la señal de la cruz en la frente impregnada de óleo sagrado.

Los cánticos acompañaron a los fieles durante toda la misa. La celebración eucarística se extendió hasta las doce de la mañana, cuando el calor apretaba y los abanicos iban y venían por el interior de la iglesia. A las 12.05, dos decenas de agentes de la Guardia Civil rodeaban de nuevo a la divina imagen y las campanas anunciaban de todo que la Santa Madre estaba ya en la calle, dispuesta a reencontrarse de nuevo con sus devotos. "¡Qué guapa es, por Dios! Ha merecido la pena venir a verla, se ha reforzado mi fe en Ella", comentaba María Cortés, una lepera que asistió al acto católico.

Portada en la parihuela que utilizara la Virgen de las Angustias el mismo día en que fue coronada y rodeada por margaritas blancas, la réplica peregrina de Nuestra Señora de Fátima inicio su peregrinaje procesional por las calles del municipio. En la Plaza de la Laguna, cientos de personas con cámara en ristre se apresuraban a inmortalizar el momento a través del contraste de sus rosas rojas y sus azulejos pintados con sabor a mar. Por la calle San Isidro, la comitiva enfiló Cristóbal Colón. Allí le esperaba una alfombra de pétalos sobre el adoquinado del suelo. El alcalde de Ayamonte, Antonio Rodríguez, se metía debajo del paso de la Virgen para llevarla a hombros ante la casa de su madre, que se encuentra impedida.

Los balcones, engalanados; las calles, oliendo a romero. Poquito a poco, la procesión enfilaba la calle Santa Clara. Parada obligada, el convento de las Hermanas de la Cruz. Más pétalos en el suelo y cantos de las monjas para la Virgen blanca. A muchos se les escaparon lágrimas emocionadas. Al fin, a las 12.34 horas, el séquito subía la empinada cuesta de la calle Marte. La plaza de toros parecía rendirse a los pies de la Madre de Dios en su ascenso hasta la zona más elevada de Ayamonte, ésa donde se encuentra la residencia de mayores local. "Es que éste es un pueblo muy mariano y la visita de Ella nos emociona mucho", comentaba una señora entre el público.

Las guirnaldas blancas adornaban el patio central del geriátrico y cientos de abuelos permanecían sentados a la sombra y agitaban en el aire banderitas con la imagen de la Virgen de Fátima. María Santacasilda era uno de ellos. Esta anciana ayamontina tuvo ya ocasión de vivir hace 60 años la venida de la Santa Madre. "En aquella ocasión me emocionó mucho, igual que ahora; no todos los días se puede ver esto y yo tengo la suerte de haber podido vivirlo dos veces. Le tengo mucha fe", explicó.

Todavía no marcaba el reloj a una de la tarde cuando la comitiva se adentraba en el patio de la residencia. Entre aplausos, los creyentes daban la bienvenida a la Virgen de Fátima al recinto, aunque allí se produciría la despedida. Miembros de la Hermandad de las Angustias se encargaron de subir la parihuela a un altar decorado por los propios ancianos, engalanado de azul y blanco para la ocasión. En presencia del obispo de Faro y el párroco de Silves, Carlos Aquino, el presidente de la Hermandad de las Angustias, Sebastián Rodríguez, repartió su agradecimiento entre el respetable y cerró un emocionado acto que contó con la participación de todos. Los ancianos y los cofrades se introdujeron luego en la capilla de la residencia de mayores para decir adiós a la imagen, que si bien llegó a la localidad a través del ferry de Vila Real de Santo Antonio, se marchó esta vez por carretera, siendo escoltada hasta el puente internacional por dos vehículos de la Guardia Civil y continuando su camino de vuelta a Silves.

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