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Antonio Fidalgo: “Pensaba que me moriría aquí, a lo lejos”

  • El cura nervense misionero en Perú comparte sus vivencias entre los más pobres al otro lado del Atlántico en plena pandemia de Covid-19, donde la situación es cada día compleja y dura

Momento de la entrevista al sacerdote Antonio Fidalgo.

Momento de la entrevista al sacerdote Antonio Fidalgo. / Juan A. Hipólito (Nerva)

El cura nervense, Antonio Fidalgo, sacerdote de la Diócesis de Huelva y delegado de Cáritas en la Prelatura de Chuquibamba en Perú, se encuentra durante estos días en su Nerva natal, compartiendo con sus paisanos las experiencias vividas al otro lado del Atlántico en favor de las personas más necesitadas. Fidalgo habla del trabajo humanitario que desarrollan en su zona de intervención, las vicisitudes por las que atraviesan los peruanos más pobres a causa de la pandemia de Covid-19, la creación de una planta producción de oxígeno para evitar el mercantilismo al que las empresas tienen sometida a la población, lo grave que llegó a estar tras contagiarse, y lo escéptico que sigue mostrándose al comprobar cómo se sigue cayendo en los mismos errores sin aprender nada de todo lo padecido.

–¿Qué tal el regreso a Nerva?

–Quería haber venido antes pero me ha sido imposible con todo cerrado. Nada más llegar tuve que guardar cuarentena durante una semana. Y tanto en Perú como en España me hicieron las pertinentes pruebas de PCR. Pero bien, yo me siento siempre bien en Nerva, en cualquier sitio, hasta debajo de un puente.

–¿Qué le pareció la misa al aire libre en honor a San Bartolomé?

–La verdad es que me esperaba el seguimiento masivo, máximo cuando no podía llevarse a cabo la procesión, pero lo verdaderamente importante es que nuestro santo patrón siga intercediendo por nosotros para mantenernos unidos ante esta situación que estamos atravesando. El entorno del parque y el ambiente tan agradable propició que todo fuera muy bonito.

–¿Cómo van las cosas por Perú? La pandemia arroja unos datos escalofriantes con cerca de 2,5 millones de personas contagiadas y más de 190.000 fallecidos.

–Esas son las cifras que da el Estado, pero yo te puedo decir que son alrededor de 250.000 muertos. En el último cambio de Gobierno se pasó de 60.000 a 180.000 muertos de la noche a la mañana. ¿Dónde estaban hasta entonces? No quieren decir las cifras oficiales. Por otra parte, allí solo se controlan las muertes por Covid que se producen en los hospitales, sin tener en cuenta los que mueren en sus casas por la misma enfermedad.

–¿Sigue manteniendo que el problema de la pobreza es mucho mayor que el de la propia enfermedad?

–¡Es más, se ha agudizado! Aquí no hay Sanidad que pueda atajar esto. La pandemia les ha hecho retroceder 10 años, aumentado la pobreza extrema en 4 millones de personas. El 25% de los peruanos son pobres de necesidad. En este sentido, el trabajo que desarrollamos es fundamental. Yo estoy al frente de Cáritas en la Prelatura de Chuquibamba, y lo mismo ayudamos a las personas directamente, que a los colectivos de la zona. Todos acuden a nosotros porque saben que el Estado no les va a dar absolutamente nada. ¡Es muy lamentable! Lo que hemos vivido en esta época de pandemia ha sido una experiencia terrible. El oxigeno sigue escaseando por todo el país, mientras que determinadas empresas se han hecho con el monopolio de este negocio. Nosotros tuvimos que montar nuestra propia planta productora de oxígeno para atender a las personas más necesitadas. Aquí los pobres tienen muy complicado acceder a una cama UCI, por no decir imposible. Eso sí, el que tiene dinero no tiene problema. Ahora están enjuiciando a algunos médicos que llegaron a pedir 20.000 y 25.000 euros por conseguir una cama UCI. Incluso se han visto casos de anuncios de donaciones de órganos a cambio de una cama UCI.

–¿Qué tipo de necesidades atienden ustedes en su zona de actuación?

–Atendemos de todo, pero una de las necesidades más imperiosas en la falta de un vivienda digna donde vivir. En este sentido, hemos llegado a construir viviendas para las personas sin techo. Quizá esta sea una de las necesidades más perentorias. Son viviendas muy humildes pero dignas. Tienen una casa y tienen un techo bajo el que cobijarse. También atendemos a los viejitos que se encuentran muy abandonados. La pandemia ha agravado todo esto. La Asociación Caminos y Quebradas también nos ayuda a paliar en la medida de lo posible todas estas necesidades.

–¿Cómo pasó su contagio?

–Tenía todas las papeletas para contagiarme porque estaba prácticamente las 24 horas en Cáritas llenando las botellas de oxígeno. Nadie más sabía hacerlo. En Cáritas lo hemos pillado todos. Pero en mi caso no imaginaba que fuera a ser tan grave. A mi me atacó más fuerte que al resto de compañeros. Tuvieron que ingresarme en el hospital porque iba cada vez a peor. ¡Pensaba que me moriría aquí, a lo lejos! A través de las redes sociales me llegaba la solidaridad de mis paisanos. Me quedé muy sorprendido. A veces conectaba el móvil y me reconfortaba ver tantas muestras de cariño.

–En la entrevista telemática mantenida en abril, en pleno confinamiento, se mostraba escéptico ante la posibilidad de que el ser humano aprendiera algo de todo lo que estamos viviendo. ¿Se reafirma?

–Sigo siendo igual de escéptico. ¡No hemos aprendido nada! Quienes verdaderamente aprenderán algo serán las personas que han padecido la enfermedad o aquellas que han perdido algún familiar. Puede entender que te contagies porque tengas que salir a trabajar, como ocurre aquí, donde se llegaron a plantear el dilema de morir de hambre o de Covid, pero que te contagies por tomar unas cervezas con los amigos, poniendo en riesgo a tu familia, es una cosa que no puedo entender.

–¿Cuál es la situación en estos momentos?

–Allí están en el inicio de la tercera ola, con la variante Delta muy agudizada. Tienen asumida la muerte como una parte más de la vida, y una capacidad de sufrimiento absoluta. Últimamente a aumentado mucho la violencia. Para quitarte el móvil te pegan un tiro y listo.

–¿Para cuánto tiempo en Perú?

–Ya voy para tres años en Perú, y seguramente permaneceré otros tres años más, como mínimo. En seguida me vuelvo con las maletas cargadas de ayuda, como la última subvención que hemos recibido de 18.000 euros que nos permitirá la adquisición de alimentos, medicinas y productos de higiene para repartir entre las personas más desfavorecidas.

–Y, ¿para cuándo la distinción Torre de Nerva?

–Hay un lema que aprendí de los maristas que dice: Neglecta et quasi occultatum (ignorado y casi oculto). Los títulos y los honores para otros. Soy consciente del cariño y aprecio que me tienen mis paisanos, y con eso tengo más que suficiente.

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