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Ángel Díez Serrano, ‘Ángel del Tenis’

Ángel Díez Serrano, ‘Ángel del Tenis’

Ángel Díez Serrano, ‘Ángel del Tenis’

Hace 25 años que murió y aún me parece verlo por las mañanas paseando, después de desayunar, por la calle Ancha, Lepanto, la plaza Pérez Pastor o El Cerrito. Siempre iba acompañado de su precioso perro pastor alemán, inspeccionando por si había desperfectos en el pueblo o en el mobiliario urbano para luego pasarse por el Ayuntamiento a ver a mis compañeros Manolo Leal, María Dolores, José María González o a mí mismo para darnos ‘el parte’. Y nosotros sobre la marcha nos disponíamos a solucionar las averías que él nos trasladaba puntualmente. Así empleaba su jubilación el amigo Ángel Díez Serrano, siempre al servicio del pueblo. Luego se iba al Tenis a jugar su partida correspondiente, pues era muy deportista.

La Guerra Civil tuvo la culpa de tantas cosas, a tanta gente le cambió sus vidas, a unos para bien y a otros para mal. Ángel Díez era el mayor de los hermanos y había nacido en 1920 en un pequeñito pueblo cántabro llamado Cabezón de Liébana, pero pronto sus padres se trasladaron a Aguilar de Campoo, el mismo año que visitó el pueblo Miguel de Unamuno, cuando escribió un célebre artículo que luego incluyó en uno de sus libros. Ángel, que vivía tan tranquilo en su pueblo, Aguilar de Campoo, en la provincia de Palencia, le pilló la guerra cuando solo tenía 16 años. Él estaba con sus amigos dándose un baño en el Pisuerga cuando se tuvo que marchar al frente y, mira por donde, todo no iba a ser malo, allí le tocó de teniente de su compañía un hombre muy arraigado desde hacía muchos años en Punta Umbría. Era Emilio Cano Esparducer, cuyo padre, Emilio Cano Rincón, fue quien mandó construir su vivienda en la ría, esa que tenía una torre puntiaguda tan bonita y que fue destruida hace solo unos años.

Al finalizar la contienda Emilio le dijo que, si se quería venir a Punta Umbría a construir el Club de Tenis y, posteriormente, a llevar su gestión. Y no lo dudó, se vino a este bonito pueblo tan diferente al suyo, donde todo era de arena y empezó con la construcción del club, a la vez que su fama de buen constructor, delicado y cuidadoso se extendió. Por eso le encargaron muchas construcciones de casas, de chalets y reformas, sobre todo en la zona de la Canaleta, en la playa, y en la avenida del Océano. Muchos de ellos aún siguen en pie, gracias a lo bien hechos que están.

Ángel se casó con Antonia Patricio González, que había dejado atrás El Cerro del Andévalo, su pueblo natal, donde habían muerto durante la guerra su padre y sus hermanos. Y con Ángel encontró la felicidad, la tranquilidad y el sosiego que necesitaba. Ángel era un buen ángel, era un buen hombre, era una bellísima persona.

Ángel “el del Tenis”, que es como ya empezaban a conocerlo en el pueblo, siguió construyendo y haciendo cada vez más amigos. Y de esas amistades surgió que lo llamasen para construir el Camping Catapum, allí arriba de El Rompido. Un camping de los mejores que se habían hecho en España y que duró hasta hace solo unos años, ya que el desarrollo urbanístico de Cartaya hizo que se demoliera, al final para nada, porque allí ya nunca se hizo nada.

Ángel tuvo cinco hijos y con los que más amistad tengo es con su hija Inés y con su hijo Ángel, al que también se le conoce ya como a su padre, con el sobrenombre de “el del Tenis” o abreviando, “Ángel del Tenis”. Con solo 16 años se hizo cargo de un almacén de materiales de construcción del que su padre lo había puesto al frente, Almacenes San Patricio, que hoy sigue prestando un magnifico servicio en Punta Umbría. Y Ángel tiene un hijo también llamado como él, que es un prestigioso arquitecto y con quien me une una buena amistad, además le he consultado algunos datos de los que aquí aparecen.

Ángel Díez Serrano siempre se involucró mucho con las cosas de Punta Umbría. Colaboró con la Peña Cultural Flamenca, con la Hermandad de la Santa Cruz y con la Hermandad del Rocío, de la que fue también hermano mayor. Incluso era tal su afán de colaboración y de amor al servicio público que durante un tiempo fue concejal del Ayuntamiento. No puedo olvidar los buenos consejos que me daba cuando yo era un joven recién llegado a los servicios técnicos municipales, consejos que he tenido en cuenta toda mi vida. Consejos como que el funcionario tiene siempre que ayudar al ciudadano, nunca ponerle pegas, pues es un servidor público y está para resolver, no para enredar.

Me acuerdo mucho de esta persona de la que hoy les he escrito porque sin duda son personas como él las que los pueblos necesitan.

Ángel, dejaste profunda huella en mí.

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