Andrés Rosa Villarta: Empresario por tradición
Gente de aquí y allá
Trabajador nato, todo en la vida lo ha conseguido a base esfuerzo y entrega como grandes valores
Ignacio Cartes Aquino, arquitecto, profesor y escultor
A Andrés, a sus hermanos y a su madre Catalina los conocí hace casi cincuenta años, especialmente a Bienvenido, más conocido por Beni, a quien hace tiempo le dediqué unas letras llamándolo “el camarero del Rey”, por una anécdota que le sucedió mientras hacía el servicio militar; y a su madre, a quien traté en muchas ocasiones, ya que era una mujer muy activa y una empresaria muy trabajadora para sacar adelante a sus cuatro hijos, pues se quedó viuda siendo aún muy joven. A ella también le dedicaré algún día unas merecidas letras. Pero hacía tiempo que deseaba escribir sobre él, porque me llamaba la atención su constancia y perseverancia en el trabajo, siempre al pie del cañón, incluso los domingos y festivos, desde bien temprano.
Andrés nació en Huelva el 28 de junio de 1950 y con solo 6 años llegó a Punta Umbría. Era el mayor de los hermanos y cuando tenía 9 años se quedó sin padre, un granadino que había trabajado en la construcción de obras públicas como encargado. Su madre era malagueña y al venir a este pueblo nuestro fueron muy bien acogidos. Ellos tenían espíritu de comerciantes y enseguida pusieron una tienda y luego otras más. Y así fue como conocí a Catalina Villarta, madre de Andrés. Pero antes vivieron en Huelva, donde se iniciaron con una tienda de chacina en el viejo y entrañable Mercado del Carmen.
Andrés aprendió sus primeras letras y números con los maestros locales don Eustaquio y don Antonio Alaminos. Después fue a Huelva a estudiar el bachiller al señero Instituto Rábida, por donde hemos pasado tantos jóvenes de Huelva. Pero estaba claro que pronto se tendría que poner a trabajar para ayudar a su madre a sacar adelante a sus hermanos pequeños.
Sus padres tenían gran amistad con el dueño de un comercio de muebles de oficinas, “Comercial Martínez del Hoyo”, que era Alfonso, un buen hombre que, por cierto, era íntimo amigo de mi querido tío Paco Barranco, que vivía en Madrid aunque nunca renunció a su Huelva, a la que volvía muy a menudo y naturalmente se reunía con nosotros, su familia y, como no, con su gran amigo Alfonso. Pues en esa tienda le dieron trabajo a Andrés y se hizo un experto montador de muebles de oficina, lo que le sirvió para montar muchas de las fábricas del polo industrial de Huelva, que adquirieron todo el mobiliario en aquella tienda de la calle Béjar.
Su madre iba todos los días a Huelva en la canoa para comprar verduras, frutas y otros productos que luego vendía en su tienda puntaumbrieña. Y además, luego se iba de nuevo a Huelva al hospital de La Merced para ver a su madre y a su hija, que estaban hospitalizadas. Catalina era incansable y siempre, al menos yo la recuerdo así, tenía la sonrisa en los labios. Y con este espíritu y estas enseñanzas, ¿cómo quieren ustedes que salga su hijo mayor?: trabajo, trabajo y trabajo…
Como Andrés tuvo una buena preparación, enseguida destacó también llevando la contabilidad de varios empresarios y profesionales como Luis Tolmos de Montes o Carlos Madrid, a quienes también les hacía de cobrador y les confeccionaba las facturas. Además, llevó en Punta Umbría la corresponsalía del Banco Hispano Americano.
Él recuerda con cariño que, gracias a mi padre, que entonces era comandante de Infantería en el cuartel de Huelva, donde le tocó hacer el servicio militar, le facilitó lo que se llamaba “el pase pernocta”, que no era otra cosa que terminar su horario militar a mediodía y poder ir a su casa a dormir, lo que le permitió seguir trabajando y aportando ayuda a su madre y hermanos.
Andrés instaló una tienda de regalos, una juguetería y máquinas de tabaco por toda la costa, desde Ayamonte hasta Matalascañas. En definitiva, que Andrés ha sido y es un gran comerciante, igual que su madre. Es decir, es empresario por tradición.
Le llegó un momento muy malo en su vida al cumplir 34 años, ya que sufrió una trombosis de la que, afortunadamente, salió adelante superándola perfectamente. Me acuerdo como si fuese ayer de aquellos momentos duros que yo los viví como amigo suyo. Y además de amigo, también era su cliente en su estanco, porque por aquel entonces yo fumaba y él me abastecía de Ducados.
Y también en otro momento de su existencia por este “valle de lágrimas” sufrieron en su casa otro “revés” de la vida que, aunque fue más duro y difícil de superar, tanto su encantadora esposa como él lo llevan con una gran entereza, propia de las grandes personas. Ambos tienen un corazón enorme.
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