Tribuna de opinión

Juan Ceada Infantes

Trump engulle a Montesquieu

El autor analiza el nuevo orden mundial que, a su juicio, comienza con la toma de posesión del presidente de Estados Unidos y la que considera ruptura de la división de poderes estatal

El presidente de EEUU, Donald Trump, en el Despacho Oval de la Casa Blanca, en febrero pasado.
El presidente de EEUU, Donald Trump, en el Despacho Oval de la Casa Blanca, en febrero pasado. / E.Press

Huelva, 02 de mayo 2025 - 03:15

“Para que no se pueda abusar del poder, es preciso que el poder detenga al poder” Charles Montesquieu (1689-1755)

CREO que cuando se escriba la historia reciente de la humanidad, la de 2025 se analizará como el año en el que se inicia un nuevo orden mundial, que, en un primer ataque, desmonta la concepción de Montesquieu de los tres poderes del Estado, a la vez que esclerotiza el Estado democrático y de derecho. Esta primera batalla se plantea en el campo de las ideas y de la filosofía de la gobernanza de los Estados, pero también en el ordenamiento mundial. Y consistirá en oscurecer al Poder Judicial y al Poder Legislativo para focalizar el poder en el Ejecutivo como instrumento político omnímodo.

Lo sustantivo aquí es eliminar los contrapesos, y no han esperado mucho en Estados Unidos. Se ha creado el Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE), que lidera Elon Musk, y será el encargado de recortar el gasto público y reformar la Administración pública adelgazándola. En cuanto a los organismos internacionales, les quitan financiación para asfixiarlos y dejarlos sin fuelle para cumplir sus cometidos.

El segundo ataque, que más adelante analizaré, es el trasvase del poder del Estado al mercado brutalista, desregulado y despótico, que es la variante futura al mercado tradicional y regulado, que convive y pacta sus leyes y normas con los Estados y organismos internacionales. Veremos en ese análisis posterior que el elemento central es que el mercado brutalista se libere de lo que decía Montesquieu, “que el poder detenga al poder”. En definitiva, romper el equilibrio por el que han transcurrido las sociedades, con la división de poderes en los últimos centenares de años.

Pero volvamos al primer objetivo. Ya en 2008, con la crisis financiera de las hipotecas subprime, cuando estuvo a punto de estallar el sistema financiero mundial, se dio la primera experiencia seria de suplantar a los organismos reguladores nacionales e internacionales, produciendo el mercado brutalista y desregulado su propio dinero tóxico. Esto llevó al economista premio Nobel de Economía de 2008, Krugman, a decir que “la economía mundial está fuera de control”.

Este primer embate entre el mercado brutalista, por una parte, y los Estados y organismos internacionales, por otra, se salvó y no saltó por los aires el sistema por la actuación de los Estados y los órganos financieros internacionales, para bien de la humanidad. Los trileros de las finanzas habían afrontado esta batalla, sin previamente tener conseguido lo que quiere hacer el presidente Trump: engullirse a Montesquieu y crear una arquitectura diferente a lo que son las leyes y los organismos internacionales. De tener hechas estas tareas, igual hubiesen triunfado los desregulados. Pero no nos equivoquemos, este cataclismo no es el mero cambio de un estado democrático a un estado dictatorial. El Estado de Derecho como lo concebimos hoy es para esta gente un estorbo para el nuevo orden mundial.

Entro ahora en la segunda parte de este movimiento telúrico, que es la tarea que no tenían hecha en 2008. Me iré acercando, poco a poco a lo que estimo que es la arquitectura de gobernanza nacional y el ordenamiento mundial que quieren crear. Delimitemos el escenario donde se quieren mover Trump y su Gobierno.

Hoy por hoy, tienen dos adversarios para llevar a cabo la refundación del Estado-Mercado brutalista: China, en el campo geopolítico y comercial, en su más amplio sentido, y Europa, en el campo ideológico. Montesquieu, en su obra cumbre, El espíritu de las leyes, clasificaba a los gobiernos en tres categorías: republicanos, monárquicos y despóticos.

A tenor de lo que está sucediendo, estamos más cerca del tercer supuesto. El camino que tienen que recorrer no será lineal, tendrán contradicciones externas e internas, pero seguro que persistirán en su empeño. Toman ese camino porque ellos creen que la democracia ya no sirve para que el mundo avance; es asamblearia y estéril. Creen que el garantismo y las leyes que lo soportan, de control y equilibrio del orden nacional y mundial, van contra la libertad y paraliza el dinamismo de los gobiernos plutocráticos.

Ellos creen que el Estado del Bienestar sólo alimenta la creación de subsidiados y vagos. Por eso piensan que hay que refundar el estado sobre la columna vertebral del Mercado brutalista.

¡Libertad, impunidad y pensamiento único! ¡Yo mando, tu obedeces! Se producirá un deslizamiento de las contradicciones desde el plano ideológico al plano mercantilista, y previsiblemente, aparecerán dos grandes bloques, encabezados por EEUU y China; quitándole protagonismo al multilateralismo. Habrá que ver las nuevas alianzas, pasarán cosas muy curiosas, y un ejemplo de ello es la amistad entre Trump y Putin. La ideología quedó atrás.

Por todo ello, y por lo mucho que ocurrirá de aquí en adelante, Europa ya no tendrá a EE UU como aliado preferente, al menos en los cuatro años que dure el mandato de Trump. Esto nos lleva a una última reflexión.

Europa tiene que rearmarse militarmente para buscar nuestra seguridad ante el agresor; pero no nos equivoquemos, no es suficiente. La Europa de hoy, con 27 estados separados, no podrá hacerle frente con posibilidades de éxito para que no triunfe el Estado despótico, ahormado con las leyes brutalistas. Políticamente creo que no avanzaremos; tal vez no nos atacarán militarmente; pero para mi hay una cuestión cardinal: si consiguen su objetivo, por muchas armas que tengamos, nos marginarán y anularán.

Hay que avanzar en la integración total de Europa, hay que avanzar en crear una Constitución Europea, arrancado de la Constitución Europea de 2004 (sin aprobar) y el Tratado de Lisboa. No perdamos la oportunidad. El conjunto de los europeos estamos asustados, y en el fondo, queremos más Europa. Y al igual que se vio en Roma, saldremos a las calles.

Las armas pueden defendernos contra las armas, pero no nos defenderán contra las ideas. Sueño que un día fuésemos los Países Unidos de Europa.

Juan Ceadas Infantes fue alcalde de Huelva entre 1988 y 1995.

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