Apropósito de la repetición de la historia, Karl Marx (1818-1883) matizó, pero significativamente, un presupuesto de su compatriota alemán Hegel (1770-1831). Sostenía este que la historia tiende a repetirse, pues los hechos relevantes y los personajes históricos aparecen dos veces. Y Marx, sin objetar esa reiteración, aseveraba que, ciertamente, la historia ocurre dos veces, mas la primera como tragedia y la segunda como farsa. En cualquier caso, Fukuyama dictaminó tiempo después, en 1992, el fin de la historia y, por tanto, que no puede replicarse.
Filosofía aparte –aunque nunca sobre–, en la historia no faltan muestras de similitudes y analogías que acercan a sus protagonistas. Tal es el caso de María de Padilla (1337-1361), concubina del rey Pedro I de Castilla, que la proclamó reina cuando ella murió, con pocos años, tras concebir cuatro hijos tenidos con el monarca. Y de Inés de Castro (1320-1355), de la alta nobleza gallega, que acompañó como dama de compañía a Constanza Manuel, hija de don Juan Manuel, en su boda con Pedro, el infante portugués. Este quedó cautivado por la belleza de Inés y, muerta Constanza, afianzó la relación con ella, de la que nacieron también cuatro hijos.
El concubinato de Pedro I y María de Padilla fue razón, más bien excusa, de numerosos y sucesivos levantamientos en el reino, acaudillados por Enrique de Trastamara, hermano bastardo de Pedro I, ya que nació del también concubinato, durante casi dos décadas, entre su padre, Alfonso XI, y doña Leonor de Guzmán. El reinado de Pedro I transcurrió, así, en una permanente convulsión, que llevó a la continua recriminación del Papa, a la intervención de tropas de los reinos vecinos, a enfrentamientos civiles y venganzas sanguinarias, con el histórico final del regicidio, tras asesinar Enrique a su hermano Pedro I, en Montiel, el año 1369, e instaurar un cambio dinástico, de los Borgoña a los Trastamara. En materia de repeticiones históricas, puede advertirse también la evidencia de estos dos significativos concubinatos que mantuvieron padre e hijo, Alfonso XI y Pedro I, con Leonor de Guzmán y María de Padilla.
Alfonso IV de Portugal, padre del infante don Pedro, recelaba mucho del asimismo concubinato mantenido por este con Inés de Castro, dado que la familia de esa dama pertenecía a la alta nobleza y participaba en las rebeliones del vecino reino de Castilla, con una posible anexión de reino portugués, por lo que decretó la muerte de Inés y la sentencia se ejecutó, en 1355, por tres caballeros.
El príncipe Pedro se levantó, enfurecido, frente a su padre en una guerra civil de casi dos años, y Alfonso IV muere en 1357, poco después de acordada la paz. Accede al trono entonces Pedro I de Portugal, hermano de María de Portugal y tío de Pedro I de Castilla, que era hijo de Alfonso XI y María. Coronado rey, Pedro I reconoce haber celebrado, tras la muerte de Constanza, un matrimonio secreto con Inés de Castro, a la que proclama, en 1357, dos años después de su muerte, reina de Portugal. A dos de los caballeros que la asesinaron por orden de Alfonso IV, su hijo Pedro I los ajusticia disponiendo que a uno se le arranque el corazón por el pecho y al otro por la espalda.
María de Padilla murió, en cambio, “de su dolencia”, con unos veinticinco años, y parece que Pedro I, cuya crueldad fue exacerbada por sus muchos detractores, lamentó profundamente su pérdida. En 1362, un año después de morir María de Padilla, Pedro I de Castilla manifiesta que contrajo matrimonio en secreto con ella antes de la boda real con Blanca de Borbón, celebrada esta en Valladolid, el año 1353, por lo que proclamó a María de Padilla reina de Castilla.
Constanza Manuel, por otra parte, mantuvo cercanía, y es de entender que complacencia, con el príncipe portugués y después rey Pedro I. Mientras que Blanca de Borbón fue despechada por Pedro I de Castilla a los pocos días de contraído el matrimonio, y la mantuvo recluida y encarcelada hasta su muerte, en 1361, el mismo año en que falleció María de Padilla.
La historia se repite, así, para que dos reinas solo lo sean en la memoria, “post mortem”.