Daniel Bilbao: Doñana re-velada

Todo territorio complejo, y Doñana lo es, se resiste al allanamiento; fenómeno que en este tramo último de la margen derecha del Guadalquivir ha sido a lo largo de la Historia, y sigue siendo, una constante. Estos allanamientos han sido, y son, tanto de índole física como inmaterial. Larga, y no pertinente aquí, sería la enumeración de los unos y de los otros.

Sí decir que uno de los más recientes, este de índole inmaterial, ha sido en el último medio siglo la pretensión de presentarnos el lugar como un mundo nuevo y salvaje, virgen, etiquetas sin duda mucho más atractivas para el turismo que nos mantiene que presentarlo como un lugar que se anda desalvajando desde los remotísimos días de los Neardental, siguiendo por los fenicios, los romanos o los califas de Córdoba que utilizaron estos cotos y marismas para criar sus yeguadas, que son la génesis de la yegua marismeña de hoy y del mustang americano.

Pues bien, en esta también remotísima y poderosa estela podemos enmarcar la exposición de Daniel Bilbao, en el intento de humanización del hoy Parque Nacional, pero de una humanización ante todo respetuosa, que no pretende doblegarlo, solo que nos acoja, que nos permita su celebración.

Daniel Bilbao es el actual decano de la Facultad de Bellas Artes de Sevilla y profesor en ella desde hace lustros. Una de sus pasiones es el paisaje, el paisaje como lo que es, un producto del ojo humano; si no hay un ojo que mire, el paisaje no existe, solo existe el territorio, algo de índole muy distinta. La Naturaleza y el hombre que la mira y ordena, que la selecciona y la hace suya, ese es el afán de este artista sevillano heredero de la saga de los Bilbao, el pintor, Gonzalo, y el escultor, Joaquín.

Su mirada se filtra a través del recuerdo -o de la melancolía, que es el sentimiento de pérdida de algo que nunca se tuvo-, recuerdo que toma cuerpo y sostén en marcas generalmente mínimas y que, sin restarle protagonismo a lo natural lo transforma, lo hace suyo y nuestro: un edificio en ruinas, una vereda, una valla… un simple hinco nos avisa de que por allí pasó el hombre, pero eso sí, con el más absoluto de los respetos como dijimos: lo esencial siempre será la Naturaleza, lo que miramos es puro paisaje… pero con figura.

La muestra se compone de un buen número de obras, dibujos a lápiz y punta de plata que llegan en muchos casos a la más pura abstracción y en los que se muestra un claro afán analítico, un intento de entender el orden natural y mostrarlo, líneas rectas superpuestas a manchas nunca caprichosas que el artista percibe en su particular contemplación.

Los óleos, de gran formato casi todos, nos transmiten, de una manera más directa, esa Doñana re-velada a la que se alude en el título, en el doble sentido de revelación como descubrimiento o mostración y como -y aquí acudimos también a los aspectos técnicos- elaborada a partir de finos velos, de veladuras que el artista va superponiendo hasta transformarla en bruma, hasta traspasarla al lenguaje de los sueños, o de los ensueños; la Doñana de los amaneceres y atardeceres neblinosos -la del hoguerazón que la llamaban sus antiguos habitantes- que no conocen los turistas pero que son la quintaesencia para el que de alguna manera la ha vivido, los que construyeron las casas que ahora son ruinas, los que hollaron sus veredas, los que pusieron las vallas y los hincos.

Daniel Bilbao ha tenido acceso a esa Doñana como investigador del paisaje y nos la quiere re-velar en sus cuadros; la Doñana oculta ha titulado su exposición, una Doñana que lo va a ser menos a partir de ahora para todo aquel que se acerque a contemplarla en la sala de exposiciones de la Caja Rural del Sur.