Tribuna

Rafael Rodríguez Prieto

Profesor de Filosofía del Derecho y Política de la Universidad Pablo de Olavide

Cafinitrina política

Una persona de casi noventa años, con sus luces y sombras, nos ha dicho que el país debe recuperar una cierta concordia, paz y entendimiento. Que nos concentremos en los que nos une

Cafinitrina política Cafinitrina política

Cafinitrina política / rosell

Uno de los momentos menos aburridos de la moción de censura presentada por Vox fue el instante en que el candidato a la Presidencia del Gobierno Ramón Tamames recomendó cafinitrina al portavoz del PSOE por su preocupante agitación y los gritos que profería desde la tribuna. Los alaridos y la yuxtaposición de monólogos son un reflejo bastante turbio de lo que los teóricos parlamentarios entendían por un espacio en el que conversar. Fue el profesor Emilio Lledó el que, en una brillante introducción a los diálogos de Platón, señaló que el diálogo supuso la eliminación del lenguaje dogmático; la verdad emerge de la coincidencia o en el contraste de pareceres. Nuestras instituciones han sido tristemente contaminadas por el tono mitinero y la peligrosa diatriba amigo/enemigo, tan manoseada por los asesores y estrategas del marketing político. Las ideas han sido sustituidas por el color de la camisa o por la repetición machacona de mensajes, cuanto más simplones mejor. El sumun de las triquiñuelas políticas es atribuir al adversario las mismas acciones que te imputan, sin importar si tiene alguna mínima concordancia con la realidad, o contestar a cosas que no ha dicho. Hay que apelar a las pulsiones más básicas y sentimentales de la audiencia. Quizá tuviera razón Platón cuando en La República decía que "es a lo racional a quien compete el gobierno, por razón de su prudencia y de la previsión que ejerce sobre el alma toda". Tampoco exageremos.

Si el 15-M tuvo algún valor fue poner sobre mesa los problemas reales de la ciudadanía, siempre oscurecidos por una agenda que cada día plantea un debate más alejado de sus preocupaciones cotidianas. En las calles se decía "no nos representan" o "no somos mercancía de políticos y banqueros". Hoy no nos queda nada de su legado. España continúa en un peligroso bucle constituido por la nación de naciones, la Guerra Civil o las vacas oprimidas. Es tan lesivo mitificar el pasado como degradar el presente. No obstante el exabrupto se ha convertido en un arma cargada de tuit. Las redes antisociales son un verdadero problema para una sana e imprescindible deliberación democrática.

La moción de censura, como casi todo lo que tiene que ver últimamente con la política, ha pasado inadvertida para la mayoría de los ciudadanos. La cesta de la compra, el paro, la precariedad o el acoso a padres cuya única aspiración es que sus hijos puedan estudiar en su lengua materna, que curiosamente coincide con la oficial, son argumentos para este divorcio. Sectores como agricultores, ganaderos, pescadores o autónomos, desconocen qué va a ser de ellos si la situación sigue así. Son solo algunos ejemplos de la España real, que observan la Carrera de San Jerónimo como algo ajeno. Como una fiesta a la que no son invitados. Quizá, nuestros propios diputados y senadores no sean ya otra cosa que meros comparsas de una representación, previamente coreografiada desde los mentideros donde se reúnen las cúpulas de los partidos.

A este Gobierno le sobra el parlamento. Llevan más de cien decretos leyes y prescinden de los informes técnicos que les remiten organismos que suelen saber algo de aquello que dictaminan. El resultado es 721 delincuentes sexuales beneficiados por el cambio legislativo, probable oleada de cierre de tiendas de animales, fin del delito de sedición y una malversación a medida de los delincuentes. En Francia hay un presidente al que tampoco parece interesarle el parlamento, lo que ha provocado dos mociones de censura, además de graves disturbios en la calle. Pudiera ser que aquí la resignación sea tan grande que los sectores que protestan no encuentran la solidaridad del resto de la ciudadanía. Letrados de la administración de Justicia, médicos o gente del campo salen a la calle, pero su esencial labor no parece ser comprendida. La degradación de servicios públicos esenciales como la sanidad, la justicia o la educación debería ser percibida como una quiebra de los valores fundamentales de nuestro Estado social y democrático de derecho.

Dicen que la moción de censura ha sido inútil, una pérdida de tiempo. No lo sé. También que influirá en el electorado. No lo creo. Lo que puedo afirmar es que una persona de casi noventa años, con sus luces y sombras, nos ha dicho que el país debe recuperar una cierta concordia, paz y entendimiento. Que nos concentremos en los que nos une, no en lo que pudiera separarnos y que abordemos los problemas de España con la conciencia de que tienen solución. No son malas bases para construir un parlamento que la ciudadanía sienta verdaderamente como su casa común. Hace años triunfó un libro que se titulaba Más Platón y menos Prozac. Tal vez merecería una segunda parte dedicada a España que se titulara Más razón y menos cafinitrina.

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