Tribuna

Manuel gracia Navarro

Ex presidente del Parlamento de Andalucía

Andalucismo líquido

Ser andalucista hoy debería ser defender los intereses generales de Andalucía consolidando los elementos que configuran una sociedad moderna y cohesionada

Andalucismo líquido Andalucismo líquido

Andalucismo líquido / rosell

Vivimos tiempos de política líquida, evanescente, más atenta a los estudios de marketing que a dar respuesta a los problemas y necesidades de la ciudadanía. El consejero madrileño de Sanidad ha defendido un modelo de "sanidad líquida" cada vez menos presencial y más telemática, en la que el contacto físico con el paciente pierde importancia, no porque ese modelo sea mejor para la salud sino porque es más barato y soslaya el problema de la carencia de médicos. Si el padre del pensamiento líquido, Zygmunt Bauman, levantara la cabeza muy posiblemente se asombraría del alto grado de precisión con el que describió esta sociedad progresivamente decadente, en la que lo sustantivo está siendo desplazado por lo circunstancial, los principios y los valores por el oportunismo y el sentido de pertenencia por el egocentrismo feroz. La política líquida se puede manifestar de formas diversas y la podemos encontrar bajo un lenguaje supuestamente sólido que oculta la mera sujeción a las tácticas de conveniencia y no de convicciones.

En Andalucía este fenómeno es más evidente si pensamos en la estrategia de "una mano por el cielo y otra por el suelo" que practica profusamente el presidente Moreno: un día declara que echa de menos a los "buenos socialistas", y a la par se manifiesta comprensivo con las posiciones de los votantes de la extrema derecha, todo sea por mantener y ocupar ese territorio indefinido y un tanto nebuloso que es la transversalidad o centralidad. Un día se proclama ferozmente contrario a los nacionalistas, para al día siguiente hacer acto de fe solemne de andalucismo de nuevo cuño, blanqueando sus posiciones ideológicas hasta donde sea preciso con tal de intentar arañar votos de todas partes. Es capaz de aparentar piedad por la enfermedad de alguien condenado a cárcel por su acusación particular aunque lo crea inocente, y a la vez se permite seguir mintiendo sobre la dimensión de ese caso de corrupción, porque así espera conseguir votos a la vez entre quienes simpatizan con el condenado y quienes lo han denostado e insultado durante años. Todo muy medido, muy equilibrado, con una dosificación de puntos y contrapuntos fruto de la corte de asesores internos y externos que, encuesta en mano, semana a semana van haciendo cálculos sobre las declaraciones, anuncios y medidas que hay que ir publicitando.

Pero, claro, todo artificio tiene su riesgo de fallar, todo el esfuerzo por aparecer como una persona abnegada, entregada a la apasionante tarea de gobernarnos con moderación y sencillez, puede irse al traste por manifestar de viva voz que "a veces tengo en la agenda unos días que son para echarse a llorar, y algunos días tengo unos actos que son un coñazo que no te puedes ni imaginar". ¡Qué lástima, pobre de él! Ahora sabemos que esa atención, esa dedicación, incluso ese cariño dispensado a las gentes de Andalucía en ocasiones esconde la insoportable levedad de ser un coñazo. Es lo malo que tiene cuando detrás del marketing no hay nada.

Es lo mismo que sucede con la invocación desmesurada y artificial del andalucismo en boca de quien tiene minutos y minutos en el diario de sesiones del Parlamento de años atrás con posiciones claramente centralistas y mostrando un desapego evidente del andalucismo. Más nos valdría a todas las gentes de Andalucía y más le valdría al presidente Moreno si en lugar de emplear sus esfuerzos - por escasos que éstos sean- y los ingentes recursos públicos de que dispone, con la ayuda innegable del Gobierno central, en organizar fastos y premios de diseño ajenos a nuestra forma de ser, los dedicara a ejercer sus abundantes y decisivas competencias fajándose con los problemas y necesidades reales de la ciudadanía.

Ser andalucista hoy debería ser defender los intereses generales de Andalucía consolidando los elementos que configuran una sociedad moderna y cohesionada, como la sanidad pública y la educación pública, en vez de privatizarlas. Un andalucismo sólido del siglo XXI debe tener una estrategia definida para hacer frente al cambio climático y sus efectos en nuestra tierra en lugar de desregular la ordenación del territorio para favorecer la acción especulativa sobre el mismo. El andalucismo que merece nuestra gente ahora debe concretarse en políticas fiscales compensatorias de las desigualdades que favorezcan la cohesión social, y no en regalos fiscales a los poderosos y a las rentas más altas. Ser andalucista en estos tiempos significa también homenajear nuestros símbolos como la bandera y personajes históricos como Blas Infante, claro que sí. Pero cuando todo el andalucismo de quienes gobiernan Andalucía se queda reducido a eso, inevitablemente habrá que llegar a la conclusión de que estamos ante un andalucismo de pega, un andalucismo líquido, cuando no meramente gaseoso.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios