EDITORIAL
Crisis de identidad en Europa
Como era previsible, dados los parámetros en los que se mueve la política española durante los últimos años, el debate sobre la sanidad andaluza ha derivado en un intercambio grosero de descalificaciones en el que parece que lo que menos importa es buscar solución a los muchos problemas que se han planteado. El hecho de que la crisis por los errores en el cribado del cáncer de mama estallara cuando ya las elecciones de la próxima primavera están cerca ha enrarecido el ambiente hasta unos extremos desconocidos en la política andaluza de los últimos años. Ello obedece a dos razones fundamentales. La primera de ellas es que el Gobierno de Juanma Moreno ha ofrecido un flanco débil ante una oposición que estaba sin estrategia y que se veía condenada a seguir malviviendo en una situación de mayoría absoluta del PP. La segunda es que la asociación que representa a las víctimas de los cribados ha decidido mostrar una beligerancia activa y adquirir protagonismo mediático en lo que entiende que es la legítima defensa de sus integrantes. El hecho claro es que la sanidad, en su conjunto y de forma especial en la cuestión de los cribados, se ha convertido en el debate único de la política andaluza y es previsible que así sea hasta la celebración de las elecciones. La tensión se ha trasladado al Parlamento de Andalucía donde ya cualquier ocasión parece buena para mantener un agrio debate sobre la sanidad, como se ha demostrado durante la discusión de las enmiendas de totalidad de los Presupuestos de 2026 y en las últimas sesiones de control al Ejecutivo. El ruido político ha hecho que Andalucía esté perdiendo la oportunidad de mantener un debate serio y sosegado sobre el que sin duda es uno de sus principales problemas. La calidad de la sanidad pública y los muchos problemas que arrastra desde hace años merece una atención prioritaria por parte de la política. Pero esa atención debe traducirse en propuestas y soluciones y no en enfrentamientos e insultos para agitar la calle.
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