La otra orilla

VÍCTOR rodríguez

Un viejo de treinta años

En estos tiempos tan raros, los viejos parecen jóvenes y, los jóvenes, viejos. Veo a los jubilados de excursión, con sus ropas deportivas y su aire despreocupado que llegan hasta Huelva a hacer turismo con el IMSERSO, una de las pocas cosas que quedan que vertebran el territorio, que dirían los políticos. Los dejan junto a la Casa Colón y buscan algo que merezca la pena para mandar a sus nietos. Otros, aprovechando la llegada del buen tiempo, marcharán a las casas de la playa, y allí estarán hasta que terminen esos largos veranos, bien entrado ya el otoño, y entonces regresarán a la capital para empezar con sus actividades culturales, sociales y deportivas. Dice el cuervo vestido de traje llamado Fondo Monetario Internacional, ese al que siempre le parece que los derechos sociales son muchos y excesivos, que las pensiones en España son de las más generosas de Europa. No creo que el problema sea ése, sino cómo de rápida ha crecido la brecha entre la realidad media de pensionistas y de trabajadores en activo, sobre todo jóvenes.

El salario más habitual está por debajo de la pensión media lo que, trasladado a la vida cotidiana, representa que las generaciones jóvenes actuales tienen muy complicado acceder a una vivienda en propiedad o siquiera el alquiler, peor aún, llegando con dificultad a fin de mes. Y luego hay un intangible que, en ocasiones, es una losa peor que un salario bajo: la incertidumbre. El no saber por dónde irá la vida laboral, después de la carrera, el máster y el título de idiomas. El no saber cuánto durará el contrato y sus condiciones. El no saber cómo pagar la casa durante los próximos treinta años. La incertidumbre por la crianza de los hijos, su día a día, por esos días largos y años cortos, que dicen los padres primerizos y, en general, por el desgaste que implica tener que llevar dinero a casa cada mes.

España se está convirtiendo en un país de polaridades: las regiones del norte rico que quieren deshacerse de las del sur pobre, la población autóctona y la de origen extranjero, los hombres y las mujeres, los de gato y los de perro y, por primera vez, los jóvenes y los viejos. El principal objetivo de todo gobierno sería proporcionar a todas las personas las condiciones para mantener una vida digna, desde la equidad, que no igualdad. Hace tiempo que se cuida más al votante que al ciudadano, y los jubilados parece ser que votan mucho.

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