La colmena
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Gran parte de lo que llamamos polarización se explica, simplemente, con la desinformación. Y la desinformación se explica, en gran medida, por la financiación de quienes no quieren que se difunda información contraria a sus intereses.
En estos días se ha visto a la presidenta de Madrid defender a los culpables del genocidio del pueblo palestino y se sabe de las conexiones económicas de esta señora con el sionismo, lo cual explicaría las peregrinas posturas de Ayuso y otros líderes del PP en relación a Palestina, que se contradicen, incluso, con las de importantes figuras judías y gran parte del pueblo israelí, cada vez más crítico con Netanyahu.
Se sabe desde hace mucho tiempo que las grandes petroleras han puesto todos los palos posibles a las ruedas de la lucha contra el cambio climático y que gran parte de esos palos han venido en forma de campañas de desinformación y de promoción del negacionismo climático.
Hubo un día en el que todos los kioscos amanecieron ofreciendo un abanico de periódicos con distinta cabecera pero idéntica portada, el anuncio de un importante banco. Obviamente el interés de estos periódicos por la responsabilidad de aquel banco en la crisis de la vivienda disminuyó ostensiblemente.
Posiblemente los periodistas más beligerantes contra los okupas lo negarán, pero su insistencia en señalar a estos como peligrosos delincuentes y tratar el problema desde la óptica de los propietarios, tiene que ver con aquellas portadas y el interés de quien las pagó en que abordemos ese debate como un problema de seguridad y no como un problema de acceso a la vivienda. Por supuesto, los vendedores de miedo se unen a la fiesta y aprovechan la coyuntura para vender todas las alarmas que pueden.
Pasó, también, con la industria de Huelva, que puso enormes sumas de dinero en la prensa local para evitar la difusión de cualquier información sobre la contaminación.
Luego están los odiadores profesionales de todo tipo, que sacan rédito a la desinformación sobre la violencia de género inventándose denuncias falsas, que atribuyen una violencia desmedida a personas migrantes...
Como en tantas otras cosas, debiéramos plantearnos que para combatir la polarización que genera la desinformación hay que seguir el rastro del dinero.
Mientras haya gente financiando la mentira será muy difícil combatirla.
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