Monticello

Víctor J. Vázquez

vvazquez@us.es

El patriotismo y la anti-España

Para no ser injustos, esto solo es, probablemente, una muestra parcial de la proverbial buena salud de la anti-España

Al comienzo de aquellos pandémicos días que luego tanto duraron, quien más quien menos pensó en el patriotismo. Me temo, y hablo por mí y por otros hijos de la bonanza, que tal experiencia colectiva tenía algo de inédito. No había así que ser muy listo para darse cuenta, en aquel contexto, tanto de la vacuidad espiritual de las pulseras rojo y gualda, como de la propia pedantería profesoral que escondían las homilías sobre el patriotismo constitucional que uno ha impartido -el cielo me confunda- en más de una ocasión. Aquel marzo nos enfrentó, por así decirlo, a una cura de humildad sentimental e intelectual. En cualquier caso, la reflexión teórica sobre el patriotismo pronto se vio desplazada por la crudeza del ejemplo. No era necesario pensar el patriotismo cuando resultaba clamorosa la acción de los patriotas. Estoy hablando, se sabe, de aquellos que, de forma anónima, sin descanso, y muchas veces bajo riesgo, cumplieron con su deber. Como recientemente ha escrito Josu de Miguel, en un esclarecedor ensayo sobre la libertad, la desdichada pandemia nos enfrentó, ya para siempre, a la frágil realidad de un mundo político construido sobre la idea de los derechos, donde la cultura de la responsabilidad y del deber, de la virtud republicana, en suma, había sido orillada a un lugar subalterno. No obstante, aquellos días todos tuvimos cerca a alguno de esos ciudadanos que, como el médico de Camus, cumplieron tercamente con su obligación. Era tan evidente su ejemplo que, en la ingenuidad, algunos supusimos que su virtud sería el principio de legitimidad que, en un futuro, se exigiera a toda autoridad. Que ellos, digamos, habían delimitado las dimensiones morales de nuestra reconstrucción. Pecado de optimismo. Ahora bien, hoy sabemos que, en esas mismas fechas, también pugnaba por hacer patria nuestra meritoria canalla emprendedora. La gesta de la que hemos tenido conocimiento, dantesca en su sentido estricto, se cifra, simbólicamente, y pandemia mediante, en algo así como tres relojes Rolex, de acero, oro rojo y acero oro, un Ferrari 812 Superfast, tres Mercedes, un Range Rover, un Aston Martin, un Porsche Panamera, un Lamborghini Huracán y un McLaren 720S. Súmenle un velero y una vivienda en Pozuelo de Alarcón y tengan en cuenta, para no ser injustos, que esto solo es, probablemente, una muestra parcial de la proverbial buena salud de la anti-España.

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