Mi plazoleta

Antonio Carrasco

El pan merece un respeto

13 de junio 2022 - 01:40

Hace no demasiado en un restaurante de esos con cierto pedigrí de la capital me insultaron. Un buen menú, pescado fresco, trato exquisito y el pan que sobró de la última cena y alguien tenía guardado. No es que no fuera de calidad, no. Es que conoció a Pilatos y auguro que no era la primera vez que lo recalentaban. Y lo peor es cuando le dije al camarero si me lo podía cambiar, la cara que puso fue de incredulidad. Le faltó decir eso de qué más da si solo es pan. No señor, es mucho más que eso. Es un alimento exquisito y sabroso al que hemos arrinconado. Y que merece la misma consideración que el producto más caro de su carta.

Al pan lo hemos despreciado, restado su valor y arrinconado hasta transformar un alimento esencial en poco menos que un estorbo. Lo tratamos con desdén, casi con desprecio, como si fuese un mal necesario en nuestra dieta al que no darle más importancia. Cuando nos enfrascamos en la absurda operación bikini o bermudas es lo primero que algún iluminado dice que debemos retirar de nuestra despensa.

Se impuso en algún momento la moda del pan industrial, precocido, hecho con dos calentones de horno y por el camino nos olvidamos de él. Se construyó la idea que el pan valía cualquiera, que no era más que el relleno o el envoltorio que necesitábamos para empujar. Fue en realidad la traslación a nuestro menú de la simplificación banal que se impone en nuestro diario. Lo importante es cumplir, zafar con cualquier cosa y en nuestra jerarquía de valores repartimos el valor en función de nuestra propia arbitrariedad. Para qué detenernos en hacer las cosas bien, con el tiempo que merecen o valorar el trabajo que hay detrás. Igual es tan importante la mano que amasa la harina que el toque del chef. Respetemos el trabajo. Hemos asumido que las cosas simples o humildes no tienen valor, que son meros accesorios. Si vale un euro la pieza es que no debe ser tan importante, si son complementos tampoco será para tanto. La cultura del primer plato que ninguna al resto del menú. Mejor los montajes floreados que parecen centros de mesa que esa experiencia de sentir el crujido. Es solo pan.

Proliferan en los últimos tiempos los tiendas (panaderías pocas) donde tratan de recuperar la cultura del buen pan. Paseos a diario que compensan. El pan merece nuestro respeto, necesitamos a nuestros panaderos. Hay una ley en París de los tiempos de la revolución que blinda la producción, calidad y cantidad de pan necesaria. Allí aquellos a los que de forma apócrifa María Antonieta mandó a comer pasteles por la carestía de pan tienen claro el valor que tiene. El próximo bocata de jamón hazlo con pan de molde y luego me lo cuentas. A lo mejor el pan también importa.

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