La mujer directiva

La situación discriminatoria del acceso de la mujer a los puestos directivos ha sido objeto de un estudio reciente

Cada día se presentan a los ciudadanos cuestiones de diferente jaez que provocan animados debates: desde los "espectáculos de la realidad", a los que se traduce con el nombre inglés de reality show quizá para disimular su habitual zafiedad, hasta las tediosas comparecencias, trufadas de agresividad y hasta de insultos, de nuestros representantes políticos, cuyos ecos multiplican los medios informativos. Y por supuesto, el persistente y omnipresente Covid-19. Un asunto recurrente cada mes de marzo es el papel de la mujer en la sociedad. En un entorno democrático, como supuestamente es el nuestro, los derechos de la mujer o, más bien, la aspiración a la igualdad entre mujeres y hombres, es algo que suscita consenso, pero que, a la hora de la verdad, precisa no pocas matizaciones: el lastre de siglos de postergación social y laboral de la mujer, reduciendo su influencia al ámbito (¿confinamiento?) doméstico, sigue siendo un freno en el largo y arduo camino hacia la equiparación de géneros.

Es cierto que en las últimas décadas ha habido avances importantes en las aulas, profesorado y cúpulas de las universidades -al frente de la de Huelva hay una rectora, magnífica no solo en el protocolo- y en numerosas profesiones (sanitarias, docencia, judicatura…). Pero es en el mundo de la empresa donde se centra ahora el problema. Y no solo en los escalones que suponen el contingente mayoritario de la fuerza de trabajo, sino de forma especial en las minorías rectoras, en las élites. Esta situación discriminatoria del acceso de la mujer a los puestos directivos ha sido objeto de un estudio reciente de la Universidad Pablo de Olavide y el Instituto San Telmo, realizado por las profesoras Emma Berenguer y Pilar Giráldez-Puig.

Entre los obstáculos que debe enfrentar la mujer para progresar hasta los puestos directivos, hay barreras internas como la autoestima (por ejemplo, les cuesta dar un paso adelante para pedir un ascenso, con lo que permanecen "invisibles"), las responsabilidades extralaborales y los prejuicios. Para removerlas, son armas valiosas su compromiso, que debe ser correspondido con la implicación de la alta dirección de la empresa, o la delegación en los otros miembros de la familia de funciones que aún hasta ahora continúan recayendo con prioridad en la mujer. Muchas más cosas de interés contiene el estudio, que ha sido publicado y puede consultarse libremente.

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