Dos libros para el desconfinamiento

Marcos Gualda es un escritor nato, capaz de contagiar como pocos emociones profundas a sus lectores

He preferido escribir desconfinamiento a desescalada y hay que reconocerle a ambas su fealdad como palabras; tienen además en común que ninguna de las dos está admitida por la Academia de la Lengua Española, aunque sí se acomodan en su Diccionario confinamiento y escalada, con lo que su sentido es fácilmente deducible por la anteposición del prefijo des- que, como es bien sabido, denota negación o inversión del significado de la palabra a la que se antepone. Así, el sentido de desconfinamiento queda claro como la salida de la reclusión, del destierro en una residencia obligatoria (aunque se trate de la propia). Pero ¿el de desescalada? ¿Significa entonces salir de una plaza fuerte a la que se asaltó mediante escalas? ¿Bajar por una pendiente o de una gran altura? Si damos por bueno que los expertos del Gobierno en materia de sanidad son idóneos, parece fuera de dudas que los asesores lingüísticos no existen o dejan mucho que desear.

Estas líneas nacen, sin embargo, para hablar de otras palabras, bellamente engarzadas, que surgen en Huelva señalando ¡ojalá! el final de la travesía de un desierto que ha mantenido a la literatura privada del nacimiento de publicaciones, su savia nueva; tal como si en la primavera no hubieran echado renuevos los árboles. Para poner remedio a esto, ven ahora la luz Donde da la vuelta el tiempo (Versátiles), una antología que reúne cuarenta años de poesía de José Juan Díaz Trillo, y El actor secundario (Niebla), una colección de microrrelatos autobiográficos de Marcos Gualda.

Conocí, a través de wasap, algunos relatos de Marcos. Uno de ellos terminaba así: "La única manera de acercarme a la gente es volver a escribir". Yo le respondí: "… es una buena idea, sobre todo cuando se consigue hacer buena literatura hasta de los hechos cotidianos del confinamiento". Entre las muchas facetas que revelan -o disfrazan- al singular personaje que es el autor, se esconde un escritor nato, capaz de contagiar como pocos emociones profundas a sus lectores. Este microrrelato, como otros del wasap, no está en el libro, lo que para los admiradores de su prosa directa, sincera, inteligente, puede ser el anuncio de futuras apariciones de ese actor secundario que, insensiblemente, se hace dueño del escenario para servirnos una representación de la misma vida, su vida. De lectura imprescindible. Y la semana que viene hablaremos de la antología de Díaz-Trillo.

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