Surcos nuevos

Jaime De Vicente Núñez

La ley del silencio

23 de febrero 2016 - 01:00

A mediados de la década de los 50 del siglo XX, nos llegaron de Estados Unidos dos excelentes películas: La ley del silencio, que consagró como actor a Marlon Brando y constituyó una especie de justificación de su director, Elia Kazan, por su participación en la caza de brujas, desencadenada en plena guerra fría por el senador McCarthy contra los intelectuales sospechosos de comunismo, y Conspiración de silencio, de John Sturges, con la interpretación, también excelente, de Spencer Tracy. En ambos filmes se cometía un crimen, que era cubierto con un manto de silencio por quienes, conociendo a los responsables, mantenían los labios sellados por el miedo.

En nuestros días, los silencios cómplices continúan presentes por todas partes, si bien los intereses económicos han pasado a ser sus causas más frecuentes. Sin salir de Estados Unidos, un reportaje televisivo de madrugada nos revela el comportamiento inmoral de un buen número de universidades, en cuyo presupuesto son decisivos los ingresos de sus equipos deportivos, por lo que ocultan las agresiones sexuales perpetradas por algunos de sus ídolos, cuya fama no puede ponerse en entredicho, so pena de hacer peligrar suculentos beneficios. Los directivos de estas universidades protegen a los delincuentes y los medios informativos, con frecuencia, respetan la ley de la omertá.

En la inauguración de la exposición de Latitudes en la Casa Colón, con el alegato antibelicista que son las fotos de las guerras - y las también dolientes posguerras- que ha conocido Gervasio Sánchez, este, además de su testimonio gráfico, habló de hechos relevantes, que no oímos ni oiremos en los tediosos y reiterativos debates políticos que vienen sufriendo los ciudadanos españoles. Se refirió a la evolución de las ventas de armamento español, una industria boyante que no ha conocido la crisis: desde los algo más de 400 millones de euros en 2004 hasta los 3.900 de 2013. Zapatero, en sus ocho años de mandato, sextuplicó las cifras del negocio; y Rajoy, en sólo tres, las aumentó en un 60%. Son estadísticas objetivas. Si este asunto no está presente en las discusiones de los políticos, sean del signo que sean, es quizá porque hay consenso, se trata de un tema tabú y prefieren correr sobre él un tupido velo. Pero a mí, las fotos y las palabras de Gervasio Sánchez me han dejado un regusto amargo que no quiero que olvide el paladar de mi alma.

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