La esquina
José Aguilar
Yolanda no se va, se queda
Quién fue el iluminado que puso de moda las cenas de empresa? Propongo un cambio de hábitos, un antes y un después en la relación con tus compañeros de trabajo y con tus superiores: verás cómo son en realidad, cómo reaccionan ante el peligro, cómo se desenvuelven en situaciones límite, al igual que podrás verte a ti mismo: quizás te lleves más de una sorpresa.
No entiendo cómo nos hacen asistir a una cena con las personas que vemos todos los días del año, que igual te caen bien, te caen mal o los odias con todas tus ganas. Y si encima tienes que pagarte tú la cena, apaga y vámonos: esto debería estar penado por ley y reflejado en los convenios de los trabajadores. María, la administrativa, no la puedo ver: cada vez que le pides algo parece que te está perdonando la vida, como si la empresa fuera suya y le tuvieras que dar explicaciones cuando pides un día de asuntos propios. David, el de limpieza, mastica con la boca abierta y no soporto desayunar con él. ¿De verdad tengo que ir con esta gente a cenar? Lo único interesante sería ver en su salsa a los que están liados hace un año y se creen que nadie lo sabe. Yo lo que quiero es cenar con mis amigos, para poder hablar mal de mis compañeros.
Los americanos tienen la culpa de que cada año tengas una cena a la que no quieres ir. Si el objetivo es estrechar lazos y/o establecer vínculos, tengo la solución perfecta para la que no necesitarás pintarte los labios, comprarte una camisa nueva ni disimular alegría de vivir cuando tu superior/a se te acerque con unas cuantas copas de más.
¡Humor amarillo! Prepárate que nos ponemos el chándal y la camiseta de Mariscos González, todos a una. Quien gane disfrutará de una semana extra de vacaciones y un jamón del Repilao, verás cómo se animan todos, mejora el ambiente laboral y se estrechan lazos y nudos dobles de marinero. El sufrimiento une, el dolor conmueve: mucho más que ninguna cena insípida y aburrida de navidad. Ahí, en el fango, nos veremos tal cual somos. Lucharemos por un objetivo común: comida y tiempo libre. Veremos caras de sufrimiento al subir la muralla cuando empiece la prueba. Seguiremos con la Zamburguesa y veremos las mejores tortas en ese río lleno de obstáculos flotantes. Correremos cuesta abajo perseguidos por una bola gigante que nos puede aplastar, ¡nos estamos jugando la dignidad y un jamón! El ChinoTauro nos está esperando en el laberinto de puertas, hay tres posibilidades y sólo una salida. La lucha de sumos, el puente colgante y el terremoto Yamamoto. ¿Qué hay mejor que ver a tus compañeros morder el polvo? Será un final de año épico, recuerdos recurrentes que te sacarán una sonrisa cuando recuerdes cómo María perdió un diente al chocar con una hamburguesa del río, o cómo David gritó como un bebé cuando el gigante lo cogió en volandas para tirarlo al río. Pero ahora los ves con otros ojos, hay respeto mutuo: el barro selló un vínculo especial. Ahora sí, que venga el año nuevo.
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