¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
La nueva España flemática
La pregunta me cogió por sorpresa. Estaba muy lejos de casa por primera vez en mi vida y, hasta ese momento, nunca había pensado en mí misma como alguien “muy de Huelva”. Al fin y al cabo, no sabía bailar sevillanas, sólo había ido al Rocío un par de veces fuera de romería, no había pisado el carnaval colombino y aún faltaban bastantes años para que tuviera mi primer carnet del Recre. No hacía nada de lo que tradicionalmente tenía asociado con ser un onubense de bien, de raza.
Y, sin embargo, ahí estaba la dichosa pregunta. Pregunta o afirmación, sigue sin quedarme muy claro. “Porque tú… Bueno, tú eres muy de Huelva, ¿no?”. Asentí. Qué otra cosa podía hacer. Asentí sin mucho convencimiento porque no terminaba de entender si en la boca de aquella persona era un halago, una descripción o un insulto (mi instinto se inclinaba por esto último).
A día de hoy apenas recuerdo el contexto de la conversación, y mucho menos a la persona que me dijo aquello. Tampoco me importa ya cuál era su intención. Pero lo que sí recuerdo es la expresión que utilizó y la idea de que, de alguna forma, allí yo era mi tierra y mi tierra era parte de mi identidad.
Han pasado los años y, aunque el carnaval sigue siendo mi asignatura pendiente, he aprendido a bailar sevillanas, he vivido El Rocío en romería y hace más de diez años que soy socia del Recre. Oficialmente soy más folclórica que antes, así que supongo que para aquella persona ahora sería Onubense Platino.
Lo pienso y me río porque comprendo que nada de eso me hace más de Huelva ahora que antes, que, sin todos esos adornos folclóricos, para aquel desconocido –¿era madrileño? ¿Cordobés? Quién sabe ya– yo también era muy de Huelva. Lo era porque tenía a Huelva siempre en la boca, porque alababa las bondades de mi ciudad y mi provincia a quien quisiera escucharme. Porque, si conocían Andalucía y no conocían Huelva, en diez minutos les tenía montada una ruta turística de lo que no podían perderse. Hablaba de mi tierra como se habla de aquello que se ama: con los ojos brillando y la voz encendida.
Este fin de se semana he pensado mucho en aquella frase mientras veía pasar la Magna y algunos de mis amigos estaban en la playa, aprovechando los últimos días de calor; otros, de viaje. No importa cómo hayamos escogido vivir este fin de semana porque, con más o menos folclore, todos somos muy de Huelva.
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