El eructo del cura

Lo dejó todo claro luego, en un brutal y ruidoso regüeldo que terminó amplificado, encima, por los altavoces de la iglesia

Los eructos los carga el diablo, porque no siempre sabes por dónde te van a salir. Bueno… si te pones a pensarlo en serio (ya, ya sé que eso de reflexionar sobre eructos no es algo que se haga todos los días), en realidad lo que hacen es salir justo al contrario de lo que pensabas. O sea, que si te planteas arrancarte con uno ensordecedor (ya saben, por hacer la gracia), por mucho que lo prepares al final te sale bajito. Y justo al revés: si lo que pretendes es disimular, patapúm, te sorprende una traca demoledora. El caso, por lo que se ve, es que esta vez sí que sonó con el pretendido estruendo, porque el protagonista del eructo en cuestión avisó previamente, sin pudor, de la que se venía encima a la feligresía: "Pa lo que me queda en el convento…", espetó, tan críptico como claro lo dejó todo, ni un segundo después, en forma de un brutal y ruidoso regüeldo que terminó amplificado, encima, por los altavoces de la iglesia. Estaba, el cura, dando una inolvidable primera comunión a los niños de La Higuera, un pueblecito de Jaén que, mira tú por dónde, se ha hecho famoso a cuento del pobre hombre, que ha terminado abandonando su cargo en la parroquia. Seguro que adivinan el motivo.

Pues sí, ese es. El momento justo de la detonación fue grabado (porque no podemos soltar los móviles ni en la comunión de nuestros hijos) en vídeo, y después, cómo no, se difundió por mensajería o por alguna de las redes más conocidas, hasta llegar a no sé quién, y no sé quién consiguió más retuits que nadie y luego imaginen con qué tamaño acabó la bolita de nieve y cómo salieron rápidamente las hienas de siempre a arrasar con la dignidad, la autoestima, el buen nombre y la privacidad del hombre. Total (pensarían), no pasa nada si lo apedreamos en público porque es solo un tipo que ha eructado en plena misa, y encima es cura. Así que Don Juan, como imagino que lo llamarían por La Higuera, ha tenido que irse. Lo ha dejado anunciando, además, que va a ponerse en manos de profesionales. Porque sí, Don Juan es alcohólico y hemos tenido suerte de que en medio del virulento ataque le haya dado por decidirse ir a tratamiento, y no por lanzarse desde lo alto del campanario. No sería la primera persona que lo hace, ¿saben? Es una de las consecuencias que puede tener el acoso a través de Internet, la humillación pública, el bullying al que sometemos, algunos por acción y otros por omisión, al que se tercie. Al que se encuentra accidentalmente con el ojo despiadado de un móvil que lo graba o lo fotografía en el momento más inoportuno. Con un dedo traicionero que lo envía, con otro acusador que lo condena. Con miles, que lo señalan. Con los millones que reímos y reenviamos sin pensar en que, a lo mejor, un día de estos nos toca a nosotros. Y veremos si entonces nos hace maldita la gracia.

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