Diez minutos

25 de noviembre 2025 - 03:06

El reto es sencillo, prácticamente insignificante: leer por placer diez minutos al día durante varias semanas. Lo lanza el Sunday Times en una campaña por recuperar una Gran Bretaña lectora que parece un paraíso perdido. El dato que emplean para asustar al espectador es que hoy en día un adulto promedio es incapaz de entender la primera página de Casa desolada, de Charles Dickens, un libro que, dicen, antes leían los niños por placer.

No hace falta cruzar el Canal de la Mancha para horrorizarse: la pérdida de habilidad lectora es también una realidad que se observa en nuestras escuelas. Pregunta a cualquier maestro que conozcas, a cualquier profesor de instituto, especialmente de Matemáticas. Cualquiera de ellos te contará las dificultades del alumnado actual para descifrar un texto sencillo, cuánto más de entender el enunciado de un sistema de ecuaciones.

Esta preocupación no es la típica diatriba de carcamales echándose las manos a la cabeza por lo mal que viene la juventud, porque cualquiera que lea algo más que las instrucciones de la lavadora sabrá que esa queja es tan antigua como el hilo negro y se repite generación tras generación. No. Esta es una preocupación legítima de educadores y formadores que ven retroceder la capacidad de comprensión lectora a niveles rayanos con el analfabetismo. Aquí no hablamos ya de disfrutar de El Quijote y de Cien años de soledad con un batín de seda y un coñac en la mano, aquí hablamos de la capacidad para el pensamiento abstracto, de saber entender textos ligeramente complejos, y de funcionar en el mundo como individuos conscientes y capaces. Existe una relación directa entre la lectoescritura y el desarrollo del lenguaje con el desarrollo de la mente y del pensamiento. El mayor predictor del éxito académico, más allá de la clase social y los recursos económicos, es la capacidad lectora y la afición a la lectura. En un mundo en el que el ascensor social arrastra una avería de décadas, leer es el último acto revolucionario.

Adueñarte de tu mente, controlar los mecanismos que vehiculan tu pensamiento y entonar el nuevo no pasarán. Diez minutos de revolución al día antes de irte a la cama. Solo diez. Sin pantallas, sin notificaciones, para reconstruir la deteriorada arquitectura de tu mente.

Existe una relación directa entre lectura y desarrollo del pensamiento del mismo modo que existe entre razonamiento y democracia. Los valores que sostienen nuestro mundo de hoy se apoyan en una sólida tradición humanística, de ideas, que si no se comparten, se conocen y se comprenden pierden su poder transformador. Qué razón tenía aquel que decía que no haría falta prohibir los libros porque ya nadie los leería y qué peligroso es el abismo al que nos asoma.

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