La esquina
José Aguilar
Yolanda no se va, se queda
El viernes la Selección Española de Fútbol masculino consiguió el pase a semifinales de la Eurocopa y, como ocurre con otros deportes, la presencia de deportistas que no atesoran “ocho apellidos españoles” tiene mucho protagonismo: de hecho, a los Yamal, Laporte, Willians o Le Normand que están participando en la competición de fútbol, este verano se sumarán apellidos como Chakir, Maayouf, Sakura, Ndiku, Oukhelfen, Weiler, Ozhogina, Sherazadishvili, Rahm, Davidovich, Xiao, Diallo, Ouahabi, Omorodion… representando a nuestro país en las olimpiadas. Los fanáticos que quieren mandar al ejército contra quienes intentan llegar a nuestras costas deben estar rabiosos, porque, por un lado, su propuesta implica que la Armada Española debiera haber ametrallado a todos ellos o sus padres cuando intentaban llegar a la costa o, al menos, “devolverlos a sus países”, pero por otro, ver la enseña nacional en lo más alto mientras se interpreta la Marcha Real les provoca, vamos a decirlo así, mucho regocijo.
Hay que entenderlos, pero también animarlos a constatar los hechos: el primero es que la llegada de personas que huyen desesperadas de sus lugares de origen ni puede ni debe ser frenada en nuestras costas o aeropuertos, sino corrigiendo las causas que les obligan a salir de sus países. El segundo es que no vienen aquí a ninguna de las barrabasadas que les atribuyen los creadores de miedo y de odio, en todo caso, siempre que se les dan las suficientes oportunidades, aportan su esfuerzo y su talento, no sólo en el deporte, también en la cultura, en la economía… El tercero es que no hay tantos problemas de “integración” como pretenden hacernos creer: lo vemos a diario en los colegios de nuestros hijos, y ahora también en el deporte, los problemas de convivencia no vienen por el color de la piel o por el origen de los apellidos, son mucho más determinantes las desigualdades económicas o la educación. Quedaría por ahí el debate sobre la nacionalidad: hay quienes niegan que Lamine Yamal o Nico Willians -y todos esos deportistas con apellidos tan raros- sean verdaderos españoles, pese a lo que diga su DNI y el Código Civil. Debate que, por otro lado, sólo se produce cuando hablamos de personas afrodescendientes y que, tal vez, se zanjaría fácilmente si profundizáramos en el concepto de Ciudadanía Universal que reconociera todos los derechos para todas las personas, en cualquier lugar.
También te puede interesar
La esquina
José Aguilar
Yolanda no se va, se queda
Por montera
Mariló Montero
La duda razonable
En tránsito
Eduardo Jordá
Extremadura
Manual de disidencia
Ignacio Martínez
El laboratorio extremeño
Lo último