Leo en el estupendo libro Pedigree, de Lauren A. Rivera (Princeton University Press), que para las élites sus hijos son una inversión a largo plazo que hay que cuidar, mientras que para las clases trabajadoras, sus vástagos deben independizarse y progresar por su cuenta lo antes posible, según la socióloga Annette Lareau en lo que ella llama: "cultivación concertada".

Viene esto a colación de un hecho que vengo observando y que se manifiesta de forma bastante recurrente; el de hijos de familias de clase trabajadora viviendo con sus padres hasta edades avanzadas; algunos superando la barrera de los treinta y los ¡cuarenta! años.

Más allá de que el hecho en sí mismo sea una tragedia para el hijo, me sorprende la actitud y el posicionamiento de algunos padres. Respecto a la actitud de hijos suelo observar que es de pasotismo y más comodidad: "Claro, está todo tan mal que para que voy a esforzarme si no voy a estar en ningún sitio mejor que en el seno familiar, donde mis padres me dan lo poco que necesito".

En el mismo sentido va el argumento de los padres: "Claro, las cosas están tan mal que mi hijo/a, pobrecito /a donde va a estar mejor que en casa".

Personalmente me he preguntado las razones de esta situación sin llegar a comprender las mismas. La aportación de Annette Laureau pone el foco en algunas posibles pistas.

La clase trabajadora se ha acomodado tanto que entiende que ha de tratar a sus hijos como hacen las clases que ya están acomodadas; como una inversión a largo plazo.

La sobreprotección exagerada por parte de los padres a los hijos hace el resto sin darse cuenta de que están contribuyendo a cavar una fosa que condenará al hijo/a a una existencia penosa de por vida.

Educar es algo a menudo doloroso porque implica poner límites y enfrentarse a situaciones que implican dolor emocional a los padres. Además, lo que no se ha orientado a tiempo es imposible corregirlo en la edad adulta.

La diferencia es que para los hijos de las clases pudientes hay red de seguridad.

No manejo datos de ninis y por tanto no conozco la dimensión social del problema. Eso sí, lo que observo a mi alrededor me parece grave; jóvenes y no tan jóvenes mimados, levantándose a las dos de la tarde y a mesa puesta; sin buscar trabajo, dedicando excesivo tiempo a las redes sociales para mero entretenimiento, sin diálogo con sus padres y sin leer, más allá de los tuits y whatsapps, devorados de forma instantánea. ¿Les suena?

Si yo fuera joven devoraría libros, me levantaría temprano, traspasaría fronteras, eliminaría el Facebook y el Whats App de mi móvil, aprendería por internet y hablaría con los viejos para encontrar mi lugar en el mundo. Está chungo.

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