Dos ancianos desaprensivos

El monarca actual es una esperanza para que la monarquía recupere un prestigio harto deteriorado

La crisis económico financiera de 2008 primero y la provocada en 2020 por la pandemia están teniendo efectos en el grado de crispación de la ciudadanía. Su estado de ánimo incide en los asuntos de cada día y también en los que afectan a líneas maestras de la estructura del Estado, concretamente a la Monarquía y a la cuestión catalana. El devenir de ambas instituciones está marcado por dos personajes controvertidos: el rey emérito Juan Carlos de Borbón y Jordi Pujol. Conservo una foto con Juan Carlos I y otra con Jordi Pujol. La primera fue en un acto en el que el saludo a los asistentes formaba parte del protocolo. La del entonces Molt Honorable President de la Generalitat está ligada a una conversación en la que, cuando supo que yo venía de Huelva, haciendo alarde de estar al día, me dijo: "Huelva: allí se cultivan las fresas que están haciendo la puñeta a los agricultores del Maresme".

No presumo de ninguna de las dos instantáneas, pero reconozco que se trata de dos personalidades que marcan con su sello la historia reciente de nuestro país. Juan Carlos, primer rey constitucional de España, jugó un papel clave en la transición a la democracia y en su consolidación el 23 de febrero de 1981. Un prestigio bien ganado, sin embargo, se ha hundido, no por sus devaneos amorosos ante los que el pueblo ha sido indulgente, sino por el aprovechamiento del trono para su enriquecimiento personal. En cuanto a Jordi Pujol, ya lo vio venir Josep Tarradellas, primer presidente de la Cataluña postfranquista: "Cuando estalle el escándalo de su banco (Banca Catalana) se liará la estelada a su cuerpo y se hará víctima del centralismo de Madrid: Catalans, España nos roba y además pisotean nuestra lengua..." Su falta de escrúpulos es hoy juzgada, pero está claro el éxito -con la connivencia o la ceguera de sucesivos gobiernos nacionales- del elaborado plan que concibió: "Preparar el camino de la independencia con tres armas: el idioma, la bandera y la enseñanza".

Debemos estar preparados para tiempos políticos agitados. Quiero creer que el monarca actual es una esperanza para que la monarquía recupere un prestigio harto deteriorado. También creo que el seny (cordura) catalán predominará sobre la rauxa (arrebato). Y que con ello se restaurará entre todos los españoles el clima de convivencia en armonía, perturbado, entre otras cosas, por el egoísmo de dos ancianos desaprensivos.

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