¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
La nueva España flemática
La última encuesta del CIS ha pulsado el botón de alarma. Vox es el primer partido entre los que se consideran pobres, entre los parados y en la mitad de los sectores laborales básicos. Ya era el partido de los más jóvenes, pero eso no preocupaba, según los analistas, por dos motivos: a corto plazo, muchos jóvenes no irían a votar, ja, ja; y, a medio plazo, los jóvenes entran en la mediana edad y, por tanto, ya no votarían al partido de los jóvenes.
Con lo de los parados, sin embargo, se han puesto muy serios. El País le ha dedicado la portada, y se están escribiendo artículos de opinión profundamente concernidos. Lógico, jóvenes cada vez hay menos y, con el tiempo, tal vez se pasa. Parados, en cambio, cada vez hay más.
También los currantes, ya sea del campo o de los polígonos industriales, se refugian en la derecha alternativa. Se están alcanzando unos porcentajes que son un punto de no retorno. A determinada proporción, caerán los últimos tabúes que aún demonizan el voto a Vox. Los jóvenes y los trabajadores representan la parte más estanca a la opinión teledirigida por los medios oficiales y oficiosos, y, a la vez, resultan los sectores más dinámicos de la política real, porque en democracia las ideas y los movimientos fluyen mejor de abajo arriba.
Los columnistas concernidos afean a Vox el populismo de haber adaptado su programa para representar a estos ciudadanos con sus críticas a la inmigración, a la inseguridad y al empobrecimiento palpable. ¿No es una extraña crítica desde un punto de vista democrático? Si un partido quiere ser la voz de sus votantes, es lógico que busque cuáles son sus inquietudes, y las haga suyas.
Chesterton, tan partidario de lo popular, ya denunciaba que una democracia que no permite a la gente cuestionarse lo que sí le preocupa tiene un fallo de base.
Ha de abrirse un camino expedito de ideas entre los electores y los políticos, de modo que unos y otros intercambien intereses y respuestas. Que la existencia de esa comunicación inquiete y hasta escandalice habla de un defecto sistémico. La defensa de la patria, idea matriz de Vox, coordina perfectamente con la desazón por la inmigración ilegal descontrolada o la delincuencia, problemas acuciantes entre los trabajadores y parados españoles. La sinergia no ha hecho más que empezar.
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