La verdad es plural

Marisa Fernández / Serrat

Socorro

01 de marzo 2015 - 01:00

HE perdido la cuenta de los días que llevamos en el campo de batalla electoral. Unas promesas son esperadas, otras, previsibles, y otras, rozando la ciencia ficción. Son demasiadas las palabras sin mensajes creíbles ni ofertas creativas. En este contexto, cuando del aburrimiento se está al borde de la desesperación, evito pensar que antes de fin de año tendremos también las generales ¡Socorro! Las fuerzas me fallan. Si una es difícil de llevar, tres elecciones (municipales, autonómicas y generales) en el mismo año es para que toque la Primitiva y darse una vuelta por el mundo.

Creo que deberían pensarlo seriamente. Aguantar tres campañas es lo más parecido a una tortura. Espero que se tomen medidas preventivas porque se incrementarán los estados depresivos y aumentará el consumo de ansiolíticos (es evidente lo nerviosos que están ya los grupos poderosos ante la emergencia y popularidad que están adquiriendo los débiles). En mi caso, sin ansiedad ni depresión, confieso que hay anuncios electorales que echan abajo mi propia autoestima. Compruebo día a día cómo merma mi capacidad de entendimiento. Por ejemplo, no consigo comprender cómo un Ayuntamiento sometido a varios planes de ajuste, rescates y préstamos, con sus respectivos intereses bancarios y sus deudas pendientes, ha conseguido no sólo cerrar con superávit sino ofrecer un millón de euros al Recreativo y comprometerse él solito a emprender el proyecto del centro de salud para la Isla Chica. Por favor, tienen que darle lecciones a los onubenses sobre economía. ¿Y los socialistas? ¿Cómo interpretar la cantidad de razones que nos han dado por las que había que fusionar los hospitales y que ahora dejen la medida en suspenso? ¿Hablaban de broma o se trata de ganar votos?

Al final va a tener razón Pedro Jiménez. Habría que pedirles a los candidatos por escrito todo lo que están prometiendo, como se les pide a los aspirantes a la dirección de los centros educativos desde hace años. Un proyecto que recoja intenciones de la persona y su equipo, lo que aspiran alcanzar en los cuatro años de mandato y qué harán para conseguirlo. Eso sí, la condición es que si no cumplen lo prometido, que se revoquen sus cargos. No pueden permitirse más chares, estaciones de AVE o nuevos puentes y no pedir responsabilidades después. Ya está bien de acordarse de las barriadas deprimidas cada cuatro años. Ya está bien de utilizar las esperanzas y legítimos sueños de una población con fines electoralistas.

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