Que Italia entre de nuevo en recesión nos produce cierto desconcierto, aunque se veía venir, al menos, eso dicen los expertos. Pero desde un punto de vista cultural llevamos décadas sumidos en una recesión intelectual de la que ni salimos ni hay amagos para poder hacerlo. Pongamos un ejemplo: la reciente gala de los premios Goya.

La cultura no tiene su esencia en el entretenimiento, ni siquiera debe ser producto, lo normal es que sea esencia, esencia necesaria. Pero fabricamos cultura de productos: el producto Rosalía, publicaciones sin más interés que el del nombre del autor, canciones, programas de televisión, periodismo… Todo son productos fabricados a medida. Fíjense en la entrevista que realizó Jordi Évole a Maduro hace unos días. Las preguntas estaban pactadas, el escenario, el maquillaje de Maduro, cada palabra, cada desatino, cada silencio. Sigo sin entender cómo alguien puede ser fiel a Maduro, tal vez por el hambre o por la seguridad personal. Pero Nicolás Maduro demostró que vive en otro mundo, en un mundo de fantasía repleto de falsos seguidores y falsos periodistas, como el propio Jordi Évole.

El discurso de Jesús Vidal sí levantó ampollas en los Goya, hizo saltar alguna lágrima, y removió a más de uno de su asiento, a más de un producto, de un falso producto. Resulta que la cultura se ha convertido en la realización o fabricación de productos hechos, exclusivamente, para entretener. La opinión no se tiene en cuenta si el entretenimiento está asegurado. Me sigo preguntando quién puede votar a Pedro Sánchez, o a Casado, o a Rivera, o a Iglesias, o a Abascal. Y podría enumerar todos y cada uno de los políticos de turno. ¿Quién puede consentir sus ideas en un mundo falso, sin educación y sin respeto a la verdadera cultura?

En pleno proceso de recesión intelectual, nuestro presidente, el señor Sánchez, publica un libro en una multinacional editorial. Un libro que ha titulado Manual de resistencia. Los editores lo hacen para vender, los distribuidores quieren colocarlo, y los libreros lo pondrán en los escaparates. Manual de resistencia o cómo seguir viviendo del cuento sin doblarla. Un producto más de los que nos meten por los ojos. Un producto más que demuestra que se fabrican productos para entretener al pueblo, sin hacerlo pensar, tan solo, intentando que se diviertan, que se emboben, que no lean, que no tengan educación, que consuman, que abandonen la cultura verdadera. Que sean, en definitiva, hijos del producto, del falso producto en recesión.

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