N style="text-transform:uppercase">O hay fecha tan feliz para los niños y para los mayores como esta del día 5 de enero en la que las calles ya están llenas de ilusiones, en la que una caravana de fantasía recorre todo el tránsito de nuestro corazón bajo la luz de tres personajes eternos que vienen a darnos alegría, amor y sorpresas.

La noche de Reyes es una realidad tangible en las almas que todavía tienen inocencia de vida temprana. Una noche corta y larga en la que la mirada de un niños refleja toda la emoción, la curiosidad y la esperanza que todavía los años y la vida no han roto.

"Ya vienen los Reyes, por el Pozo Dulce...", me cantaba mi madre mientras la cuna se mecía en una marea de amor, de entrega y de cariño.

Y efectivamente, por el Pozo Dulce, allá en la entrada de aquella Huelva pequeña y familiar, yo veía el enorme cortejo de Sus Majestades adentrarse por las calles y entre música, antorchas y lluvia de caramelos, brindarnos unos momentos que ya se marcarían para toda la vida en nosotros y que después en esa continuidad del milagro de la paternidad extenderíamos a nuestros hijos, para volver a ver, egoístamente en sus ojos, el reflejo de los nuestros, para que ellos nos trajeran calor y luz a nuestra vista ya cansada con nieblas y el peso de unos años que se van extinguiendo.

Yo también he escrito mi carta a los esos personajes santos, coronados de esperanzas... "Queridos Reyes Magos..." Y después de decirles que el año había transcurrido portándome bien, comprendiendo a los demás, amando al prójimo, uniéndome a su alegrías y penas, llorando las ausencias que en doce meses se van a esa noche de la eternidad. Después de todo eso les pedía mis sueños.

Y mis sueños eran de paz y de bien. De buena voluntad. De amor entre todos los corazones. De entrega con el que sufre. De hacer reír al triste. De rezar con el que no se acuerda de hacerlo.

Hoy es un día especial, porque esta noche la estrella de Belén está más cerca que nunca del candor y la alegría, de querer dar ilusión y de ver en los rostros de los más pequeños aquella luz que nosotros ya perdimos y que ellos hacen renacer en nuestro corazón.

Tres nombres que ya se acercan, pero que nunca se separaron de nosotros: Melchor, Gaspar y Baltasar.

La fiesta cristiana de la Epifanía nos trae el último villancico que ya se va, para dormir en el silencio y la lucha del año que ha comenzado.

Día de Reyes, despertar luminoso de un misterio que durante un tiempo vivió entre nosotros.

Cuando estuve en la catedral de Colonia ante la tumba de unos Reyes Magos de eternidad les pedí que nunca me abandonara la ilusión de esta noche. Y así lo hicieron.

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