Confabulario
Manuel Gregorio González
Narcisismo y política
NI se querrá, no lo dude. Huelva se olvida. Y si la olvidan, mucho es por su culpa. A los hechos nos remitimos. La vida es testigo único. La historia pone en su sitio, por desubicación, por fomento del olvido, a los que no tienen sitio. En este caso, el sitio es la nada. Y, Huelva, con un país envidiable, un paisaje envolvente y una historia como para sacar pecho y espalda, no sólo olvida, sencillamente pasa, se abandona, se deja arrastrar por el velo de la abulia, por la mortaja del desinterés y por la morfina de la inanidad.
El pasado domingo 8 de junio, el De acá… de Huelva Información nos advertía, con reproche a los políticos onubenses, de que "no por darle la razón al alcalde de Sevilla y a su intoxicación sobre el punto de partida de las carabelas descubridoras, aunque a fin de cuentas se ha llevado el gato al agua". Lo del gato y lo del agua es siempre. Sea el gato chino o japonés, blanco o negro, cojo o pelao, callejero o persa, siempre será el mejor de los gatos del mundo entero. Y las aguas, por si lo ha dudado también, serán siempre las del Guadalquivir, río de ríos, el único del mundo que nace y desemboca a orillas de la Giralda una vez cruzado todo el globo terráqueo que es una síntesis de un sentir ciudad que sólo tiene realidad en Sevilla. Qué arte, mi arma. Pozi. Y lo envidio. Lo envidio hasta admirarlo.
Las Atarazanas hispalenses, ya lo escribimos hace tiempo, se van a convertir en un centro americanista. Lógico. Sevilla y América han ido de la mano desde hace más de quinientos años. El que lo dude es un ignorante tan grande como esa catedral de siglos de construcción que no es la más grande del mundo porque los romanos y los londinenses, hartos de pizzas y pintas, no saben lo que es medir con rigor. Huelva no lleva más de quinientos años reivindicando. En todo caso, algo más de un siglo. Pero, eso sí, como las aguas nacientes del Guadiana. Ahora sí, ahora no, ahora no sé. Cada pueblo tiene su río. Y su agua.
A fuerza de ser sincera, Huelva ha vivido al pairo de tantas cosas que duele. Duele hasta no sentirse. Duele y no hay razón. Ha de haber hechos para que duela. Y, con toda seguridad, a algunos, que son tantos, estas palabras enfurecerán más que el odio visceral e irracional a Sevilla, a la que lo único que le reprocho es no haber asilado por siempre al cien por cien de los políticos onubenses de los últimos mil novecientos noventa y nueve años.
Harta está una de tanta cuna del Descubrimiento, pues el mensaje huele a morgue; harta está una de tanto Recre Decano del fútbol nacional si luego no sabemos venderlo; harta está una de tanta gamba y jamón si luego, en tu misma provincia, gambas y jamón se matan como hermanos (propio nuestro); harta está una del Banco de España, si luego nuestros (de un bando) políticos, tras hacerse una merecida foto, se olvidan de lo que prometieron; harta está una de los museos en la Delegación de Hacienda, Cuartel de Santa Fe y Cárcel de la Isla Chica, si luego el otro bando no sabe más que desdecir a los que dicen y deshacer a los que nada hacen; harta está una de tanta virgen del Rocío y de la dejadez de todo lo que le rodea a la de La Cinta; harta está una de tantos golpes en el pecho y tan poco remangarse; harta está una de mirarnos el ombligo y no ver más allá de nuestras chatas narices; harta está una de ir en contra de Huelva con tal de joder a unos que dicen y obran distintos a como otros dicen y obran; harta está una de la cobardía, de los dirigentes que sólo se sienten importantes si abren sus sonrisas a partir de Sevilla; harta está una de mentirosos, que merecen condena perpetua; harta está una del victimismo; harta está una (aunque haya nacido lejos de Huelva) de insistir que ciudad se hace andando, no lamentándose; harta está una de estar harta; harta está una de… todo por Huelva.
Ahora, en tiempos de abdicación y reivindicación republicana, pues todos siempre hemos sido republicanos y todos sabemos que la República fue el culmen de la justicia y del saber estar por parte de todos, no se preocupen que todo, todo, todo va a cambiar. Hasta Huelva y los onubenses. La maldita Sevilla que consiguió una expo Iberoamericana con una Dictadura denominada blanda, una expo Internacional con una Monarquía denominada de "puño y rosa" y toda una historia gracias a una partía de facinerosos imperialistas que se va a quedar sin ná a partir de la segunda transición democrática o lo que es lo mismo la Tercera República. Olé, y salud, por la República y los republicanos de toda la vida, aunque hayan nacido tras el Mundial de Sudáfrica. Que todo esto va a cambiar. Para bien.
Con la República, todo será para Huelva. Y todo no es todo. Essss mássss. El Banco de España albergará la permanente del tesoro de "Arturitocoatz de Timotimo"; la Cárcel de la Isla Chica el primer museo gay (solo pienso en ti) de la III (Reich-pública); el Cuartel de Santa Fe un meublé gratuito en beneficio de la salud; el jamón y la gamba de Huelva serán tan de Huelva que democráticamente sellará en su lomo la madeja del NO&DO; el Recre, dejará de ser Real, por supuesto, pero también dejará de ser de Segunda para disputar con el Chelsea la Copa de Europa; Cinta (omitan virgen, por favor) habrá desaparecido, ya que los comités populares intelectuales decidieron indultar a Rocío al ser ésta ecologista y la choquera una contaminada por las aguas de ese Odiel férreo y umbroso. Ah, y nuestros políticos harán política en Sevilla, la única forma de que Huelva recupere respeto, orgullo e identidad y Sevilla entre en un periodo de mil años de peste bubónica.
Y ya está. Ya me he quedado tranquila. Mil años más para seguir soñando que Huelva se quiere. Con permiso de los republicanos, Argantonio no nos quiso así. Indudablemente, la culpa de… Franco.
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