La esquina
José Aguilar
Yolanda no se va, se queda
Desde su creación, hace ya más de cien años, el cine se convirtió en una mágica fábrica de sueños. Ha sido culminación de un realismo a veces asombroso, el espectáculo más llamativo y frecuentado del siglo XX, fabuloso narrador de los acontecimientos dramáticos de su tiempo, reconstructor de innumerables relatos literarios, cronista privilegiado de la Historia, portavoz de ideas y compromisos: movimientos sociales, políticos y vanguardistas, ha sido también vehículo de reflexión y exaltación religiosa, que, no sólo ha recreado con mejor o peor acierto los sucesos bíblicos, sino que ha abordado otros aspectos teológicos, místicos, metafísicos, simbólicos, y aquellos otros relacionados con la problemática existencial. Lejos de la profundización de los sentimientos humanos y espirituales del Ingmar Bergman de El séptimo sello (1962), sucesor directo del cine de Sjöström, Stiller y Carl Dreyer, especialmente de sus películas Dies irea (1943) y Ordet (1955) o de aquellos otros que de alguna u otra manera han incidido en las grandes preocupaciones religiosas de la humanidad, siempre ha querido apreciarse un mensaje, una intención más o menos explícita y, en ocasiones, subliminal en muchas películas en las que aparentemente nada hacía pensar en las secretas intenciones de sus imágenes. Pero el cine de Hollywood ha buscado muchas veces la introducción en sus películas de mensajes religiosos que intentan mejorar la vida de los espectadores y cierta comunidad religiosa de Nueva York, la llamada The Journey Church of Manhattan, así lo consideraba a través de muchas de sus predicaciones dominicales. En contra de muchos observadores que se inclinan por apreciar en la cinematografía actual un alto contenido en violencia y sexo, la iniciativa titulada God on film (Dios en el cine), trata de revelar evidentes contenidos de bondad y ejemplaridad en muchas películas actuales. Sobre esta subjetiva consideración de que muchas películas de hoy contienen mensajes cargados de benéficas intenciones morales y verdades espirituales, que están siempre expuestas a la libre opinión del público, los impulsores de la idea siguen empeñados en ver dignos ejemplos aleccionadores en películas de éxito, me ha movido a ocuparme del tema. Y así el líder de esta comunidad religiosa, Kerrick Thomas, opina que en Ocean´s 13, todo nos anima a "tomar el buen camino, después de haber hecho el mal antes", así como "encontrar la fortaleza necesaria cuando uno se plantea dejar de esforzarse por algo". Pero es que películas como las de la saga Harry Potter o Los cuatro fantásticos contienen, según ellos, ejemplares mensajes sobre la seguridad de "vencer a la cara oculta de los poderes sobrenaturales". Igual virtud se aprecia en una película como Transformers, una de las más taquilleras de los últimos tiempos,aunque la apreciación nos asombre. Esperemos que los espectadores, en su mayoría jóvenes, puedan asimilar tan edificantes conductas. En el fondo, creo, que, como tantas cosas, todo depende del cristal con que se mire. Siempre he pensado que el cine es un buen vehículo de educación si se contempla con sólidos y morales criterios de opinión.
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