La esquina
José Aguilar
Yolanda no se va, se queda
Hay ciertos debates manidos y socorridos que se repiten con frecuencia anual. Algunos habitantes de las redes sociales viven en un concepto sobreideologizado con el que vuelcan sobre lo que ven sus propios prejuicios. Surgió de nuevo cuando publicamos en la edición digital de este diario algunas galerías con las procesiones infantiles del Viernes de Dolores. Como era de esperar surgieron las voces críticas cuestionando la moralidad de vestir a los niños de adultos cofrades.
En esos lemas repetidos sobre adoctrinamiento, supuestos tufos ideológicos y lugares comunes habituales se colaron ataques a los padres, al sistema educativo y hasta quien considera poco menos que un crimen una procesión infantil. Es muy probable que en las semanas previas a esa procesión esos mismos niños (y con ellos sus padres) vivieron en armonía, unidad y colaboración permanente la preparación de los mismos, porque hay muchas horas detrás. No me cabe duda que el trabajo en equipo necesario tiene un valor incalculable sobre el que no voy a entrar.
Lo importante es aprovechar la escena para abrir la válvula del veneno y disparar. Cuando uno es padre este tipo de capítulos le llegan, por más que no sea partícipe de ellos. Diego no tiene edad para ello, todavía. Lo cual no quita que sea ajeno el fondo de la cuestión. Su madre y quien suscribe en base a nuestros recursos y valores elegimos la educación que le queremos dar. Nosotros, no usted, ni el otro, ni el hater aburrido que dicta sentencia desde el sofá de su casa. Lo hacemos nosotros. Y si queremos educar a nuestro hijo en el respeto a las tradiciones, costumbres y cultura cofrade de nuestra tierra lo haremos. Y saldrá con San Gonzalo en Triana junto a su familia materna. Igual que cuando nació lo hice abonado del Recre. Si cuando crezca no quiere ir, que elija lo que más le apetezca hacer los domingos.
Hay amigos a los que no les gusta la Semana Santa y optan por irse a la Sierra o Punta. Me parece fantástico. No los hace mejores ni peores. Cada cual es libre, y más nos vale que sea siempre así, de inculcar a sus hijos el tipo de formación que considere más apropiada. Tiempo tendrán de ser adultos durante muchísimo más años del que han sido niños. Cuando lo sean tendrán la oportunidad de elegir, de valorar aquello que realmente les motiva o con lo que se sienten identificados. Mientras llega en ese momento déjenme educar a mi hijo en los valores que yo estime.
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