Diferencias marcadas

El Estado, como un barco, hace aguas, pero la orquesta de Sánchez e Iglesias sigue tocando

Normalmente solemos conocer la situación política de otros países de forma muy general, más bien con cuestiones que tengan relación con España o porque despierten curiosidad. Temporal y materialmente sería muy difícil o, prácticamente, imposible estar al tanto de todo más allá de nuestras fronteras. No obstante, hecha esta advertencia, tengo que decir que me da la sensación -y creo que con fundamento- que, desde hace unos pocos años, tenemos diferencias, algunas muy marcadas, de nuestro ambiente político si lo comparamos con el de los demás miembros de la Unión Europea; contexto del que, por nuestra pertenencia, tenemos más información. Con ellos compartimos preocupación por la pandemia y por el embate que ha provocado esta última en la economía, pero en los otros no se percibe el grado de conflicto y de polarización que aquí vivimos, especialmente desde que se conformó el gobierno de coalición. A esto se añade la cada vez más patente bifurcación en posicionamientos y mensajes de los dos partidos coaligados. Los ministros del PSOE -como Calviño, Montero o Escrivá- se ven sorprendidos reiteradamente por las manifestaciones divergentes de los podemitas, con su secretario, Pablo Iglesias, echando leña al fuego. Unas veces, los morados buscan escenificaciones de proyección mediática -como presentar conjuntamente con ERC y Bildu, enmiendas a los PGE de un gobierno del que forma parte, con la intención de doblegar el brazo del PSOE, en palabras de Rufián- y, otras, ponen en un brete a los socialistas forzándolos a que se pronuncien públicamente sobre temas delicados, como los que atañen a asuntos tan sensibles y necesitados de consenso como los referentes a la política exterior -considérese al respecto la relación con Marruecos-. Hay quienes etiquetan a esto como deslealtad de Podemos y, en verdad, lo es. Sin embargo, el problema es que las deslealtades también se producen desde el otro lado. El presidente Sánchez también ha actuado así con sus votantes y todos los españoles, prometiendo o declarando cosas para hacer lo contrario si le conviene. Desde su investidura todo es posible en su falta de pudor y recato políticos. Ahora somos testigos de que no tiene límites con tal de conseguir la aprobación de los PGE; la reciente aprobación ayer de la ley Celáa lo demuestra, para contento de Rufián y Otegi. Mientras, el Estado, como un barco, hace aguas, pero la orquesta de Sánchez e Iglesias sigue tocando como si no pasara nada, al margen del peligro de hundimiento.

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