en el titán

Eduardo J. Sugrañes

Diego Díaz Hierro más allá de su obra

Noviembre invita este año a acercarse al historiador en el recuerdo, a sus trabajos y su archivo, un gran legado que dejó a la ciudad El Ayuntamiento mejora el acceso en su web

POR lo que llaman vida hemos pasado. / Somos ya del misterio y de la muerte. / ¿En el nacer estuvo nuestra suerte? / ¿En el morir, quizás, nuestro dechado?...".

Noviembre es todo un mes y no sólo el día 2. Misas de difuntos, visitas al camposanto, flores, rezos, recuerdos... Quien no quiera pasar por el agotamiento de esas grandes colas de los primeros días del mes que llevan hasta el cementerio de La Soledad, pueden elegir una jornada cualquiera. Si es de este otoño soleado no les voy a decir que pasear por el camposanto es agradable, pero sí de una tranquilidad especial.

Lo hago como otras veces y en esta ocasión, además, con visita al panteón donde reposan los restos de Diego Díaz Hierro. Movido por la petición y denuncia de un amigo. No tiene la ciudad panteón de hijos ilustres y, por ello, aparecen diseminados por el camposanto en desigual fortuna.

Las generaciones pasan y quienes quedan se sienten lejos de otros familiares, a los que quizás ni llegaron a conocer. La generación de ahora prefiere las incineraciones, por aquello de no esclavizar a sus hijos a la limpieza de una lápida, la sustitución de las flores gastadas por el tiempo... Para eso, mejor ser incinerado y evitar que el final sea el cenicero común.

Tiene el cementerio puertas que son difíciles de abrir por el rechazo que siempre supone su espacio que habla de la muerte. Sin embargo, desde la vida tiene muchas cosas que recorrer. Se pueden ver estilos, formas y un sinfín de datos que llevan al conocimiento de la sociedad en muy diversas etapas. Gustos, modas y formas de entender la muerte.

Hay otro aspecto que es el arte; quizás nuestro camposanto no se prodigue en grandes obras funerarias, pero, sin embargo, sí ofrece el recuerdo a grandes figuras de nuestra historia reciente. No tiene la ciudad, como decimos, panteón de hijos ilustres, pero no estaría mal que a aquellos con los que tiene una relación aún hoy día activa por su legado le dedique una atención; no hace falta que sea especial, sino sencillamente discreta.

Diego Díaz Hierro es de esos hijos ilustres cuyos restos reposan en el camposanto de La Soledad, la misma Virgen de la que historió su devoción en Huelva y la ermita que lleva su nombre. Está muy cerca de la capilla, quizás agobiado por un ciprés mal ubicado que va destrozando su panteón, que recuerda al Humilladero de la Cinta.

A don Diego le tratan bastante bien en el Archivo Municipal de Huelva, donde se encuentra para disfrute de todos el legado que donó a la ciudad, recepcionado en 1989 por el alcalde Juan Ceada.

Magnífico investigador -citado y copiado por pequeños y grandes de las lides históricas- nos ha ilustrado los mejores momentos de la historia local.

Recientemente el Ayuntamiento informaba que la web municipal amplía el espacio dedicado a Díaz Hierro. El Consistorio de la capital pretende facilitar que cualquier persona interesada pueda tener acceso desde sus ordenadores o tablets, durante las 24 horas del día y sin realizar gestiones o desplazamientos. Se encuentra información relevante como la incluida en el inventario del archivo personal y de función, bibliografía del autor, el índice de los trabajos literarios y de investigación histórica publicados en prensa de 1933 a 1979, así como referencias bibliográficas. Todo a un clik en el link directo http://www.huelva.es/portal/es/fondo-diego-d%C3%ADazhierro.

Siempre he dicho que estaremos en deuda permanente con Díaz Hierro. Una forma de gratitud con su figura histórica es devolverle a la ciudad en un libro todos su artículos publicados en prensa.

Lo que se dejó establecido en el protocolo de cesión de los fondos era promover una colección bibliográfica que recogiera periódicamente trabajos elaborados por investigadores a partir de los datos recopilados por Díaz Hierro. Sin embargo, sólo se editó, en 1992, Huelva y los Guzmanes, en edición de Manuel José de Lara Ródenas. Difícil era encargar la elaboración de otras monografías de acuerdo con las fichas dejadas por el historiador. Así que nació el premio de investigación que lleva su nombre. De una manera u otra los autores han consultado sus fondos. Ocurre que desde 2009 no se convoca, era la catorce edición.

A primeros de este año sorprendió la iniciativa del anterior gobierno municipal de la demolición de la casa del historiador para convertirla en un bloque de ocho plantas, en cuyos bajos ubicar su museo. Una iniciativa no muy acertada que llevó a la recogida de firmas desde Platalea. Hasta ahora no se ha hecho nada, habrá que esperar que se retome con mejor tino el futuro de su casa. El mal gusto constructivo de la zona y la pérdida de edificios que dejen huella del latir de los tiempos le ha convertido, a pesar de su sencillez, en lo que hoy se llama "un hito arquitecto".

Volvamos al Diego Díaz Hierro que es recuerdo en el camposanto de La Soledad. Una visita por su panteón desde los servicios municipales de mantenimiento del cementerio tampoco estaría mal. Los hijos ilustres bien merecen un recuerdo cualquier día del año, con un poco de mezcla y una mano de cal, todo perfecto. No olviden el ciprés.

"...Silencio sepulcral a nuestro lado. / Pero es de Dios la fe, sublime y fuerte, / aunque vencida la materia inerte / triunfará del no ser y del pecado."

"Nuestras almas, pues Dios así lo quiso, / se visten en el alto paraíso / de la verdad divina, inalterable".

"Porque es de Dios la silenciosa senda / por donde hemos de alcanzar la ofrenda / de la vida real, celeste, estable". (Del epitafio de Diego Díaz Hierro).

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