Confinados

En TV el duopolio deportes / refriegas políticas ha sido sustituido por el monopolio del Covid-19

Recluidos, obligados a permanecer en las respectivas residencias. Incómodo, sí, por lo que supone el ver restringidos nuestros movimientos a lo imprescindible. Pero podemos llorar con un solo ojo. Si afinamos la mirada con el otro, apreciaremos que gran parte de la capacidad de comunicación permanece intacta: podemos salir para lo realmente necesario, desde trabajar a abastecernos de alimentos, pasear al perro o comprar tabaco (?). Las redes sociales, a las que tan adictos nos hemos vuelto, redoblan su actividad. Internet nos ofrece posibilidades infinitas de ocio, entretenimiento y formación o aprendizaje, aunque temo que de estas últimas no hagamos demasiado uso. En las cadenas televisivas el duopolio deportes / refriegas políticas ha sido sustituido por el monopolio del Covid-19, eso sí, trufado con las primeras noticias del otro virus Corona (o Corina), el que afecta a la familia real, que acaba de estallar y puede ser el golpe más contundente a la monarquía desde el caso Urdangarín.

Demos un salto de siete siglos atrás. Florencia, año 1348. Para preservarse de la peste negra, que asolaba Italia, siete jóvenes mujeres y tres hombres se recluyen en una villa próxima a la ciudad, exactamente durante catorce días. Cada uno de ellos, excepto sábados y domingos, cuentan un cuento diario hasta un total de cien. Su confinamiento fue el asunto que inspiró a Giovanni Boccaccio el Decamerón, obra tan famosa por sus méritos literarios como por su erotismo. Es deseable -aunque improbable- que el enclaustramiento actual impulse a incrementar o crear la afición a la literatura y a la conversación en el hogar. Y es una pena que las librerías no se hayan salvado del cierre de establecimientos para poder imaginar largas colas ante ellas, como hay en las panaderías, para proveerse del alimento del espíritu.

Merece aplauso la sociedad española que sigue las normas de la alarma decretada y, muy especialmente, el entregado personal sanitario. Pero no se ha explicado por qué el Consejo de ministros no tuvo lugar por videoconferencia -habría sido un buen ejemplo- y sobre todo el hecho impresentable de que comparecieran físicamente el presidente Sánchez y el vicepresidente Iglesias, que debían permanecer confinados al estar sus cónyuges afectadas por el virus. Dan ganas de aplicar al pueblo español el verso del poema del Mío Cid: "¡Dios, qué buen vassallo si oviesse buen señor!"

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